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Fueron huérfanos en México, ahora triunfan y se gradúan de universidades del sur de California

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Cuando eran apenas unos niños, vagaban por su pueblo en México, vendiendo verduras y pollos que ellos mismos sacrificaban con sus propias manos; su padre murió y su madre los abandonó a ellos y a otros seis hermanos.

“Me acuerdo mucho de haber tenido hambre. No recuerdo las comidas en familia. Sólo comíamos comida podrida, las frutas que no se vendían, comida chatarra o dulces”, dijo Sophy Amel Peralta, quien actualmente tiene 30 años. “Ibamos a la escuela unas horas al día. Pero era difícil cuando el estómago está vacío”.

“Solía preguntarme si alguna vez seríamos estudiantes normales” con ropa limpia para vestir y los padres para ayudar con la tarea, reflexiona su hermano, Allen Amel Peralta, de 28 años. “Si no hubiera tenido a Sophy, quién sabe qué hubiera pasado”.

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Los años de privaciones en Chicoloapan de Juárez, cerca de la capital del país, los obligaron a huir a los Estados Unidos en 1999, a los 15 y 13 años de edad. Una hermana que vive en Nueva York le pagó a un “coyote” para cruzar a los dos por la frontera de Tijuana, y llevarlos luego a Calexico, California, y finalmente a Brooklyn. Allí, trabajaron junto con otros indocumentados en trabajos manuales.

Ambos regresaron a California en 2003, después de que un buen samaritano, cuya madre era del mismo pueblo mexicano de donde provenían Sophy y Allen, ofreció ayudarlos a aprender inglés y guiar su educación. Sus años de duro trabajo por fin estaban fructificando. El sábado, Sophy se graduó de Cal State L.A. y Allen de UC Irvine.

“Ellos han pasado por cosas que solo vemos en las noticias y en el cine, pero sobrevivieron, manteniendo su hermoso espíritu”, dijo Anita Casavantes Bradford, profesora de historia y estudios chicanos/latinos en UC Irvine. “Aun siendo parte de una comunidad vulnerable, creen que compartir su historia dará a aquellos que están aislados, la esperanza de que hay gente a quienes si les importan”.

Bradford es mentora de Allen, quien ganó becas para asistir a la Universidad y donde trabajó en el centro de retención y vinculación de estudiantes. Su trabajo incluía supervisar programas para los “dreamers”, jóvenes indocumentados que fueron traídos a Estados Unidos por sus padres o por alguien más.

Ella describió a Allen como un líder “dotado” con la “rara empatía por los que sufren y un compromiso con la justicia para los indocumentados y los pobres.” Ella también le felicitó por su “profundo amor por su hermana. El suyo es un vínculo muy fuerte, muy puro”.

Después de que el padre de los hermanos fue afectado por el cáncer y murió unos años antes de que huyeran a los Estados Unidos, su madre se fue y dejó a los hijos mayores a su suerte para que cuidaran de los menores, dijo Sophy. Nunca la volvieron a ver.

“Éramos huérfanos, y los adultos en la zona no querían nada que ver con nosotros, dijo Sophy, cuyos seis hermanos permanecen desperdigados a través de los Estados Unidos y México. “Por eso no puedo decir no a un niño que necesita ayuda. Es mi vocación”.

Sophy, cuya licenciatura es en desarrollo infantil, trabajó como compañero mentor y asesor en el centro de recursos EOP/Dreamers de la Universidad.

En algún momento, Sophy se dio cuenta de que “‘Ah, lo que sucedió en mi pasado fue debido a las circunstancias sociales; no lo causó algo que yo haya hecho. Pero puedo usar esa experiencia para comprender y consolar a otros’”, expuso Leonor Vázquez, profesora en el Departamento de estudios de la infancia y la familia de la universidad.

Sophy y Allen dijeron que sus planes son trabajar durante un año para ahorrar dinero para la escuela de postgrado, antes de seguir sus maestrías en trabajo social y en el campo de la medicina, respectivamente.

Los hermanos le dan el crédito por su educación a su benefactor, Brian Roge Fonteyn. Él les dio la bienvenida en su casa en Pomona después que volvieron de Nueva York, dándoles educación en su propia casa para que ellos pudieran perfeccionar sus conocimientos del idioma inglés, lo cual él considera esencial para un mejor futuro económico. “Cuando no puedes hablar el idioma, no puedes conseguir hacer nada o defenderte”, les dijo.

En 2004, después de nueve meses estudiar diariamente en casa, Fonteyn les permitió inscribirse en Mt. San Antonio College. Sus clases incluían anatomía, horticultura, soldadura y artes marciales.

“Esos fueron los años de exploración”, dijo Sophy. “Queríamos familiarizarnos con todas las formas del nuevo idioma, así que tomamos cualquier clase que nos podía enseñar nuevos términos”.

Sophy y Allen se transfieren más adelante en Cal State L.A. y UC Irvine. “Haces lo que se necesita hacer para tener una educación”, dijo Allen. “Estamos agradecidos por cada día, agradecidos de tener un padre”, refiriéndose a Fonteyn.

“Quería ofrecerles lo que nunca tuvieron: oportunidades”, dijo Fonteyn, un administrador de imprenta que se enteró por su madre, que vive en México, acerca de la situación de los hermanos porque los hermanos limpiaban su casa. “No pido nada de ellos — excepto que, a lo largo de su camino, ellos ayuden a la próxima generación”.

Allen dijo que él y su hermana prometieron que se sentiría orgulloso de ellos.

“Todavía no me hago a la idea de que hemos terminado con este paso. Todavía creo que regresaré a la escuela la próxima semana”, dijo Allen después de recibir su diploma y celebrar en una fiesta con amigos. “Nuestro viaje ha sido duro, pero también una bendición y una lección. Nuestro objetivo es continuar con nuestra formación y hacer feliz a nuestro padre”.

Si desea leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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