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Son mujeres y son jefas de policía que tratan de crear una cultura diferente en sus departamentos

Durante tres décadas, Jacqueline Seabrooks escaló las filas hasta convertirse en jefa del Departamento de Policía de Santa Mónica (Genaro Molina / Los Angeles Times).

Durante tres décadas, Jacqueline Seabrooks escaló las filas hasta convertirse en jefa del Departamento de Policía de Santa Mónica (Genaro Molina / Los Angeles Times).

(Genaro Molina / Los Angeles Times)
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Lisa Rosales conoció a Spooky en la década de 1980, cuando era una joven oficial de policía, de 25 años de edad, en Pasadena. Era un adolescente tímido y miembro de una pandilla; tenía la cabeza rapada y siempre llevaba una camiseta blanca y pantalones vaqueros.

Al principio, él y otros pandilleros desconfiaban de Rosales; huían cuando ella se acercaba y se resistían a hablarle.

Pero Rosales, quien había crecido en un barrio difícil de Highland Park se interesaba por sus vidas, y particularmente en la de Spooky. La oficial quería saber más acerca de las pandillas de la zona, pero su enfoque no era de confrontación; charlaban acerca de cosas que tenían en común. “Sabía que ellos respetaban a sus madres y abuelas, así que les dije que fueran protectores con ellas. Compartí cosas de mi familia y mi crianza en un área bastante dura, y eso rompió las barreras. Así, se interesaron por mi vida”, narró.

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Rosales se convirtió en oficial en un momento en el cual pocas mujeres se unían a la policía. Si bien su estilo poco ortodoxo podría haber llamado la atención de algunos, ella creció en las filas hasta convertirse en jefa del Departamento de Policía de Glendora.

Rosales es una de siete jefas de la policía en el condado de Los Ángeles, un récord de todos los tiempos, que lideran los departamentos de Santa Mónica, Beverly Hills, Claremont, Hermosa Beach, Alhambra y Manhattan Beach.

Varias de ellas se reunieron recientemente en la Escuela Sol de Políticas Públicas de USC para un panel de discusión acerca de líderes femeninas en la aplicación de la ley.

En medio del creciente debate nacional acerca de las tácticas policiales agresivas, la presencia de mujeres en altos niveles plantea la cuestión de si sus perspectivas y experiencias podrían reformar la cultura policial.

Aunque no hay un consenso académico de que las mujeres policía posean una filosofía diferente a la de sus compañeros varones, la evidencia sugiere que la diversificación del liderazgo podría mejorar las tácticas policiales y las relaciones comunitarias, al exponer a los agentes a diferentes puntos de vista, tal como señaló David Sklansky, profesor de derecho de la Universidad de Stanford.

Las jefas de policía aportan mucho más que su género”, remarcó. “La aplicación de la ley fue, y en muchas formas sigue siendo, una cuestión de estrechez y machismo; la diversidad aporta un pensamiento nuevo y más creativo sobre cómo debería abordarse”.

La investigación de Sklansky descubrió que las mujeres aportan diferentes tácticas para resolver problemas en casos de violencia doméstica, uso excesivo de la fuerza y relaciones raciales.

Para Rosales, su estilo de trabajo abarca la escucha, la empatía y la paciencia; cualidades que, según ella, la han ayudado a desarmar situaciones potencialmente peligrosas.

“Me encanta hablar con la gente; eso me ha ayudado en mi carrera”, aseguró.

Sharon Papa juró como jefa del departamento de Hermosa Beach en 2013. Desde que era una joven oficial, a fines de los años 1970, comprendió que su presencia y la de otras mujeres ayudaba a cambiar la cultura dentro de la fuerza.

“Cuando se tiene una cultura dominada por los hombres, ellos dirán algo sobre las mujeres porque no hay ninguna en la sala para hacerlos responsables. Cuando introduces mujeres en esa mezcla, la situación cambia rápidamente”, afirmó.

En sus primeros tiempos del Departamento de Policía de Los Ángeles, Papa descubrió que sus homólogos masculinos a menudo hacían comentarios despectivos acerca de trabajar con una mujer. “Me decían: ‘No voy a trabajar con una oficial’. Yo les respondía: ‘Bueno, eso no depende de ti’”, relató.

Ahora tiene a su cargo a 40 oficiales de policía. Cuando se presenta algún problema en la comunidad, ella los anima a no replegarse, sino a involucrarse más. “Tengo un programa con un mapa de toda la ciudad; les digo a mis oficiales que caminen cada cuadra de su área, así para fin de año conocen bien a toda la comunidad”, explicó.

Al igual que las otras jefas de policía del condado, Papa cree que la diversidad del departamento refleja mejor las comunidades donde trabajan y ayuda a construir puentes con éstas.

La violencia policial y las relaciones raciales alcanzaron su punto de inflexión en L.A. en 1991, cuando una cinta que mostraba a tres agentes golpeando a Rodney King, un hombre afroamericano, desató disturbios en toda la ciudad.

La Comisión Christopher, un panel de ciudadanos independiente formado para examinar los hechos de brutalidad policial y las operaciones en general del LAPD, sugirió como recomendación clave la contratación de más mujeres.

Durante los últimos años, el LAPD intentó reclutar grupos diversos, entre ellas mujeres, según informó el departamento. Su objetivo es que el personal femenino represente al menos el 20 por ciento de su cuerpo total, de 9,900 oficiales; sin embargo, el número asciende ahora al 18.5 por ciento, conforme un reporte de 2016 del departamento.

La diversificación por género en los departamentos de policía comenzó a incrementarse en todo el país en las décadas de 1970 y 1980, impulsada por litigios de acción afirmativa, tal como detalla Sklansky. Sin embargo, ese crecimiento pareciera haberse detenido en los últimos años.

Mientras que ciudades como San Diego y Oakland tiene jefas de policía, la discriminación de género sigue obstaculizando el acceso y el ascenso de muchas mujeres dentro de la fuerza. Una encuesta de 2013 realizada por la National Assn. of Women Law Enforcement Executives descubrió que las mujeres constituyen apenas el 13 por ciento de todos los oficiales en el país. Sólo el uno por ciento de los jefes de policía son mujeres.

La primera jefa de policía en una gran ciudad fue Penny Harrington, quien en 1985 fue designada para dirigir la Oficina de Policía de Portland, en Oregon. Cuando tomó las riendas, trató de reducir el uso excesivo de la fuerza en su departamento. Ofreció capacitaciones para reducir el estrés y mejorar la asertividad de sus oficiales, remarcó, mientras otros destacamentos se concentraban en las tácticas militares.

Si bien no existe una clara correlación entre el género y los estilos policiales, Harrington y otros jefes de policía comparten un énfasis familiar en la llegada a la comunidad. “Me reunía con líderes comunitarios para averiguar cuáles eran los problemas y para trabajar en ellos, en lugar de centrarme sólo en la aplicación de le ley”, explicó Harrington, ahora retirada a sus 75 años de edad. “Yo escuchaba a la gente; era algo natural en mí”.

En 1986, Harrington dimitió como jefa de policía y poco tiempo después presentó una demanda por discriminación sexual. En ella afirmó que algunos miembros de su escuadra la avergonzaban para que renunciara.

En Santa Mónica, la jefa Jacqueline Seabrooks narró que su experiencia demuestra que las mujeres tienden a tener más paciencia y la posibilidad de hablar más las cosas. Su estilo de liderazgo, comentó, es un reflejo de esos principios. Seabrooks ha animado a sus oficiales a tener conversaciones acerca de la raza y la equidad con los residentes de Santa Mónica. “Tienes que entender y escuchar perspectivas distintas”, resaltó.

También afirmó que desde el principio tuvo que aprender a enfrentar la discriminación. “La gente hacía insinuaciones sexuales; tuve que lidiar con ello como mujer negra. Debí encontrar mi voz como mujer en un campo dominado por hombres”, aseguró.

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