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Donald Trump (y no la sequía) es ahora la principal amenaza en el Valle Central de California

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Es casi imposible fastidiar a mi granjero favorito, Joe Del Bosque, quien cultiva almendras, melones y espárragos aquí, en el lado oeste del Valle de San Joaquín.

Después de años de sequía, súbitamente todo luce verde. Ha llovido copiosamente, las infames bombas del Delta de Sacramento están trabajando horas extra para llenar los embalses del sur y, en todo el estado, los campos secos se han convertido en fangosos lagos.

“¿Entonces, de qué se quejan ahora los agricultores?”, le pregunté a Del Bosque cuando lo visité el lunes en su oficina, un modesto remolque de doble ancho, ubicado al borde de un huerto de almendras, en la Interestatal 5.

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Él rió entre dientes. Los agricultores siempre se quejan de algo. Si no lo hacen, es porque están demasiado ocupados preocupándose. Del Bosque está, como siempre, preocupado por el agua, pero también por la inmigración y por la intención del presidente Trump de deportar a personas que se encuentran en el país indocumentadas. Tanto él, como casi todos sus productores conocidos, dependen de la mano de obra migrante para las cosechas. “Necesitamos una fuerza de trabajo”, afirmó. “No podemos hacer que los inmigrantes vengan y luego deportarlos. Eso, y la construcción del muro, nos arruinará. Acabará con la industria de las frutas y vegetales”.

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El agua de Del Bosque proviene del Proyecto del Valle Central, administrado por la Oficina Federal de Recuperación, que proporciona gran parte del agua consumida por las granjas y las personas en esa zona.

En los últimos años, él y otros granjeros no han recibido absolutamente nada de agua, o una pequeña cuota de su cantidad normal esperada y subsidiada. Aunque este año ha traído cantidades récord de lluvias y una fuerte capa de nieve, Del Bosque cree que la tensión volverá al final del mes, cuando el gobierno federal determine las asignaciones de agua para 2018.

Su necesidad de agua se enfrentará a las de los peces en peligro del Delta, como el salmón y el eperlano. Usualmente, los peces salen ganando.

Pero, como nada es simple cuando se trata de agua, Del Bosque se preocupa también por un exceso de ésta. El lugar donde almacena su provisión -Embalse San Luis- llenará su capacidad máxima pronto, y eso lo obligará a perder el agua cara que ya ha comprado (el agua federal cuesta $220 por acre-pie).

El productor estima que tiene agua por más de un millón de dólares en San Luis. El embalse se encuentra lleno en un 92%, muy por encima de su promedio histórico. Si se llenara hasta el máximo, la Oficina de Reclamación no podrá bombear más agua hacia el Delta. Debido a las complejidades de la ley de aguas, el gobierno federal tiene entonces derecho a apropiarse de la costosa agua de los agricultores. “Ellos dicen: ‘Oye, tu agua está ocupando espacio que necesitamos’. Sabía que esto ocurriría, pero después de cuatro años de sequía, no esperaba que fuese ahora”, afirmó Del Bosque. “Es el riesgo que debemos asumir”.

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Los productores del Valle de San Joaquín tienden a ser políticamente conservadores. Muchos se sintieron felices cuando Donald Trump llegó a Fresno, en mayo pasado, y anunció “no hay sequía”, fiel a su narrativa predilecta: Si el gobierno (instigado por ecologistas) no hubiera insistido en cerrar las bombas del Delta, habría mucha agua para la agricultura.

“A muchos granjeros les gustó escuchar eso”, aseguró Del Bosque. “Por supuesto que hemos estado en una sequía natural, pero sí, algunas regulaciones han empeorado las cosas, y quizás de eso hablaba él”.

Pero incluso cuando la postura de Trump sobre el agua resultó interesante para algunos, sus duras políticas inmigratorias -y su promesa de deportar a gente indocumentada- podría hacer de las cosechas una misión imposible. “Creo que muchos pensaron que eran habladurías”, señaló Del Bosque. Luego, Trump asumió el cargo.

La agricultura de California sencillamente no puede funcionar sin el trabajo de los migrantes. Por ejemplo, las ciudades principales que rodean los 2,000 acres de Del Bosque -Dos Palos, Firebaugh y Mendota- tienen una población combinada de 20,000 personas, niños incluidos.

“Cuando comience a cosechar mis melones necesitaré de 300 personas”, estimó. “Yo necesito 300, pero hay otros seis productores de melones que precisarán la misma cantidad, y uno de ellos seguramente necesite de 900 trabajadores. En total, necesitamos cerca de 3,000 personas para cosechar. Los productores de tomates necesitan gente, los que cultivan uvas, ajo…”, afirmó. “No hay gente suficiente en estos pueblitos para el trabajo estacional. Por eso dependemos de quienes vienen de otros sitios”. Esos ‘otros sitios’ son, por ejemplo, México.

En 2014, impulsivamente, Del Bosque -como @WestsideFarmer- tuiteó una invitación al por entonces presidente Obama, luego de enterarse de que planeaba un viaje al Valle Central. “Presidente @BarackObama, humildemente lo invito a Del Bosque Farms, para discutir sobre el efecto de la sequía en California y su gente”.

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Una semana más tarde, Del Bosque y su esposa, María, recorrían un campo inactivo junto con el presidente y el gobernador, Jerry Brown. Obama se enfocó en el cambio climático. Los granjeros se sintieron decepcionados. “Eso no nos ayudará hasta dentro de 50 o 100 años”, dijo Del Bosque. “¿Qué pasaría si aflojáramos las leyes para conseguir un poco más de agua?”.

Ahora, este productor considera tuitear una invitación a @realDonaldTrump, pero no para hablar del agua. “Me centraría en la inmigración”, dijo Del Bosque. “Esperaría hasta tener gente trabajando en los campos, recogiendo melones o espárragos, y lo invitaría a que vea qué tipo de trabajo es, y por qué necesitamos de estas personas. No sé si lo entendería… Él es un multimillonario que vive en un ático, y el único sitio donde trabaja es en edificios gigantes. ¿Venir al campo para visitar a alguien de Oaxaca? No sé si él podría identificarse con eso”.

Los trabajadores mexicanos, después de todo, ponen frutas y vegetales frescos en nuestras mesas. Me pregunto si el presidente Trump sabe de dónde proviene su comida.

Si desea leer la nota en inglés, haga clic aquí.

Traducción: Valeria Agis

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