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Después de sus complicados inicios, comienza a florecer el centro cultural mexicoamericano de L.A.

La Plaza was touted as an important addition to the heart of L.A. County, which is nearly half Latino. But like the history of its people, the center’s journey has not been not easy. (Video by Claire Hannah Collins / Los Angeles Times)

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Hubo un tiempo en que los niños de ascendencia mexicana eran abofeteados si hablaban español en la escuela.

Mientras Toni Gómez recorría la exhibición en La Plaza de Cultura y Artes, en una tarde reciente, vio una referencia a Malabar Street Elementary, en Boyle Heights, y recordó que su madre, Inés, fue una vez una de esas estudiantes. “Es difícil recordar esas cosas”, señaló Gómez. “Pero es nuestra historia, y es importante para nosotros venir y verla”.

Gina Alicia López Ramos da un recorrido por La Plaza de Cultura y Artes a los alumnos de Southeast Middle School, de South Gate (Gary Coronado / Los Angeles Times).

Gina Alicia López Ramos da un recorrido por La Plaza de Cultura y Artes a los alumnos de Southeast Middle School, de South Gate (Gary Coronado / Los Angeles Times).

(Gary Coronado / Los Angeles Times)
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Era su segunda visita a La Plaza, un centro cultural y museo que abrió sus puertas hace seis años, con el objetivo de ser el principal hogar de la herencia mexicoamericana en la ciudad.

Con la ayuda de más de $36 millones de dólares en fondos públicos, el condado transformó dos edificios históricos pero muy deteriorados, cerca de la calle Olvera, en un espacio colorido, moderno, con muestras de arte giratorias, exhibiciones interactivas, eventos comunitarios, una huerta y un escenario para actuaciones en vivo.

El museo La Plaza fue ponderado como una importante adición al corazón del condado de L.A., que es latino casi en un 50%. Pero, al igual que la historia de su gente, el recorrido del centro no ha sido sencillo. La construcción demoró años y desató polémica cuando los restos de más de 100 colonos de Los Ángeles fueron desenterrados en un cementerio abandonado.

Cuando La Plaza finalmente inauguró, sufrió problemas de dinero. Su jefe ejecutivo fue acusado de mala administración de fondos y la mitad del personal fue despedido. A pesar de una gala de lanzamiento y de una destacada lista de patrocinadores, tales como la actriz Eva Longoria, el lugar estaba prácticamente vacío. “Fue un comienzo duro, muy duro”, confesó Gloria Molina, exsupervisora del condado, quien ayudó a crear el lugar.

En la actualidad, el museo florece de varias maneras. Se espera que las donaciones y subvenciones sobrepasen los $3.5 millones este año y alcancen su máximo hasta el momento. El número de programas comunitarios y eventos creció de 15, en 2011, a más de 80, y después de que el centro cambiara de liderazgo un puñado de veces, su CEO actual, John Echeveste, se mantiene al frente hace tres años.

Cada semana, decenas de estudiantes recorren las exhibiciones. Algunos toman canastas y simulan comprar comestibles en una muestra en la ‘Calle Principal’, que recrea el ambiente de Main Street en los años 1020; exploran la agricultura en la huerta educativa y, a continuación reciben lecciones de cocina por parte del chef del centro, donde se emplean los vegetales recién cultivados, como berenjena y acelga. También se reúnen frente a los artefactos que fueron propiedad de algunos de los primeros habitantes de Los Ángeles, los indígenas Tongva y Gabrielino.

Fernando Quiroz, de 11 años, estudiante de Southeast Middle School, disfruta de una exhibición en La Plaza de Cultura y Artes (Gary Coronado / Los Angeles Times).

Fernando Quiroz, de 11 años, estudiante de Southeast Middle School, disfruta de una exhibición en La Plaza de Cultura y Artes (Gary Coronado / Los Angeles Times).

(Gary Coronado / Los Angeles Times)

En una mañana reciente, Francisco Murio -estudiante de séptimo grado en South East Middle School, de South Gate-

quedó impactado por un hombre del cual nunca había oído hablar: Pío Pico, un rico ranchero que fue el último gobernador de Alta California, entre 1845 y 1846, cuando el territorio aún era parte de México. Pico murió en la ruina financiera, a los 93 años de edad. “Tenía tanto poder”, señaló Francisco. “Y después, de repente, lo perdió”.

Mientras dos curadores guiaban a la clase de Francisco a través del centro, los estudiantes conectaban el pasado con temas actuales como la inmigración, la segregación escolar y las protestas políticas.

Molina afirmó que los fundadores de La Plaza lo imaginaban como un sitio lleno de historias y conversaciones, donde los latinos pudieran aprender acerca de sus luchas y sentirse inspirados. “Hablamos de la familia en Baldwin Park, la familia en Torrance, la familia en East L.A.”, señaló Molina. “Queremos que vengan aquí y aprendan sobre sus contribuciones e historia, particularmente los niños”.

Pero lograr que la gente visite el centro ha sido un continuo desafío, incluso con su política de admisión gratuita -una rareza en el circuito de museos de L.A.-. Hace unos meses, los funcionarios trasladaron la entrada de La Plaza del costado del edificio a North Main Street, con la esperanza que que ello atrajera a los visitantes justo al otro lado de la bulliciosa Olvera Street.

Los funcionarios trasladaron la entrada de La Plaza de Cultura y Artes desde el costado del edificio a North Main Street, con la intención de atraer a los visitantes de Olvera Street (Gary Coronado / Los Angeles Times).

Los funcionarios trasladaron la entrada de La Plaza de Cultura y Artes desde el costado del edificio a North Main Street, con la intención de atraer a los visitantes de Olvera Street (Gary Coronado / Los Angeles Times).

(Gary Coronado / Los Angeles Times)

Pero como la estructura está considerada histórica no se les permitió colocar un letrero para promover el museo. Al día de hoy, La Plaza no cuenta con presupuesto suficiente para anunciar en vallas publicitarias o por televisión, por lo tanto se apoya en las redes sociales. “Cuando la gente pasa, se sorprende de que existimos”, afirmó Miguel Santana, el tesorero de la junta. Sin embargo, aquellos que visitan el museo se toman su tiempo, señaló, para reflexionar acerca de su propia historia y de la ciudad.

Eso fue exactamente lo que Gómez y su amiga, Lupe García, hicieron a medida que iniciaron el recorrido que las llevó desde el 1700 y la colonización, a la repatriación mexicana. Observar la referencia a Malabar Street Elementary provocó una emotiva conversación sobre el lenguaje y la identidad.

“Cuando éramos niños sólo hablábamos inglés en casa, a raíz de todo lo que habían sufrido mis padres”, le contó Gómez a su amiga.

“Para mí fue todo lo contrario”, resaltó García. “Me aseguré de hablarle en español a mi hija, aunque solía ser criticada por ello”.

Mientras que los días laborables pueden ser tranquilos, en los fines de semana La Plaza es un centro de actividad importante, especialmente cuando hay un evento. El centro cuenta con un programa de actividades comunitarias que atraen a cientos de personas a sus terrenos exteriores, con comida, conciertos de salsa, festivales de autos clásicos y proyecciones de películas. También hay un despliegue habitual de charlas: desde la historia del chocolate hasta la gentrificación, la poesía y la experiencia gay latina.

Pronto, La Plaza abrirá una cocina al otro lado de la calle, donde ofrecerá clases y programas culinarios. “La gente podrá venir y compartir la receta del pozole de su abuelita, o aprender la historia de los tamales”, indicó Santana. “Hay tanta diversidad entre nosotros, y nos entusiasma todo lo que traerá el futuro”.

Si desea leer la nota en inglés, haga clic aquí.

Traducción: Valeria Agis

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