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Narcisista y excéntrico, así describen a Derick Almena, el administrador del almacén donde murieron 36

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Desde el momento en que los inquilinos conocían a Derick Ion Almena, sabían que no sería un casero común y corriente. El almacén de 10,000 pies cuadrados que supervisaba en el vecindario de Fruitvale, en Oakland, estaba lleno de decoraciones complejas, instrumentos musicales rotos, muebles golpeados y alfombras tejidas. Para algunos visitantes, el lugar parecía un exótico laberinto, para otros era una aterradora amenaza de incendio, tan ingobernable como la personalidad del hombre que lo manejaba.

Mientras los bomberos continuaban este martes revisando los restos del peor incendio estructural de los EE.UU. en más de una década, más detalles surgieron acerca de Almena, quien dirigía el almacén conocido como ‘Ghost Ship’, una extensión física de sí mismo.

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Dondequiera que iba, Almena, de 47 años de edad, causaba una fuerte impresión. Muchos que lo conocen lo describen como un narcisista y un oportunista, remarcando que manipulaba hábilmente a quienes lo rodeaban, incluyendo a su compañera, Micah Allison, de 40 años, quien vivía con él y sus tres niños en el segundo piso del almacén.

“Él sabe encantar a la gente, pero cuando no hacen lo que él quiere, los amenaza”, afirmó el padre de Allison, Michael Allison.

Otros lo juzgaron con menos severidad, como un excéntrico incomprendido, un “tío loco” que rentaba el almacén y lo subarrendaba a músicos y artistas que no podían solventar, o no querían, los gastos de una vivienda más convencional. “Tiene características infantiles”, señaló Libby Physh, de 25 años, quien vivió en el almacén durante cinco meses en 2014, por $500 al mes a cambio de uno de los seis remolques estacionados en la planta baja del Ghost Ship.

Physh afirmó que Almena estaba dedicado a su sueño de convertir el sitio en un espacio de interpretación, y que a menudo lo veía reparar partes del edificio a él mismo, algo que Almena reconocía hacer sin los permisos adecuados. “Realmente no creo, por lo que conozco de Derick, que él haya tenido intención maliciosa en crear ese espacio”, aseguró Physh. “No lo creo”.

Ni Almena ni Allison pudieron ser contactados por este medio. Pero en una entrevista algo errática de “Today”, de NBC, emitida este martes por la mañana, Almena repetidamente expresó su pesar por las 36 vidas perdidas en el siniestro. “Estoy aquí para decir sólo una cosa: estoy increíblemente apenado; todo lo hice para construir esta comunidad fuerte y hermosa, para reunir a la gente”, afirmó. “La gente no iba al lugar porque era horrible. La gente no nos buscaba para interpretar y para expresarse porque era un sitio horrible”.

Cuando se le preguntó si él era responsable por lo ocurrido, respondió: “No, no voy a responder preguntas de este tipo. Prefiero arrojarme al piso y ser pisoteado por los padres. Prefiero que me arranquen la carne…”.

Las batallas legales de Almena con algunos de los inquilinos y asistentes a fiestas que visitaban el Ghost Ship están bien documentadas, pero poco se sabe sobre su vida antes de su irrupción en la escena artística independiente de Oakland.

Michael Allison señaló que su hija y Almena crecieron en el sur de California y que habían convivido como vagabundos, organizando sus vidas en torno a Burning Man y otros festivales. Ambos tuvieron un departamento cerca de MacArthur Park por un tiempo, en Los Ángeles, donde Almena hacía fotografía y Allison practicaba la danza del vientre.

A comienzos de la década de 2000, cuando Allison quedó embarazada con el primer hijo de la pareja, se mudaron al condado de Mendocino donde residieron con un pariente de Almena.

Michael Allison afirmó que, allí, Almena trabajaba cultivando marihuana, pero que principalmente subcontrataba a otras personas, a quienes no siempre les pagaba por las tareas. “Nunca vi ninguna evidencia de que él fuera físicamente violento, pero sí intimidaba mucho y amenazaba”, expresó Allison, de 60 años y residente de Portland, Oregon, quien nunca aceptó a Almena. El hombre afirmó que tanto él como otros de sus familiares intentaron repetidamente persuadir a su hija de que lo deje.

En 2013, Almena y Allison decidieron hacer del almacén su hogar. En su página de Facebook, Allison se llamaba a sí misma la Madre Superiora de su colonia de artistas, el Satya Yuga Collective. La pareja anunciaba el edificio en Craiglist como “un híbrido de museo, barco pirata hundido, casa de la risa y galería no convencional”.

“Nuestra estética está lejos de las paredes blancas, así que simplemente tienes que verla con tus propios ojos”, se lee en un anuncio publicado este año. “Somos un espacio de creación las 24 horas”.

Jay Marsh, de 31 años, se mudó al almacén en agosto de 2014. “Al principio era emocionante; luego se volvió aterrador”, afirmó. Marsh contó que, en una ocasión, vio cómo los residentes del almacén trabajaban en el edificio bajo la influencia de drogas, entre ellas metanfetamina. Los martillos golpearon durante tres días sin cesar, relató.

Las fiestas eran frecuentes. Los huéspedes y anfitriones a menudo estaban fuertemente intoxicados. Cigarrillos abandonados ardían pegados a pilas de madera vieja y seca.

El sitio era una gran amenaza de incendio, señaló Marsh, quien compró un extintor que durmió junto a su cama durante los seis meses que transcurrió allí. Durante las fiestas, dijo: “Yo no volvía al lugar o me quedaba en mi cama, deseando que nada se incendiara”.

En una ocasión, Marsh volvió al sitio y halló a adultos consumiendo drogas mientras los dos hijos pequeños de Almena, de cinco y tres años por entonces, vagaban sin supervisión por el almacén, con los pies descalzos. “Había madera con clavos que sobresalían por todas partes; era como una obra en construcción”, afirmó.

El punto final llegó para el joven cuando Almena se enfureció luego de que un perro que cuidaba hizo sus necesidades en el piso del almacén. “Él me gritó y comenzó a dar puñetazos a un espejo en la pared hasta que su mano comenzó a sangrar”, relató Marsh. “Luego amenazó con matarme”. Marsh se fue de allí antes del Día de Acción de Gracias.

Mariah Benavides, de 20 años, quien cuidó de los hijos de la pareja ocasionalmente desde 2012, afirmó recordar varios momentos en los cuales Almena y Allison habían dejado solos a los pequeños por varios días mientras ellos organizaban fiestas en diferentes lugares, como un almacén llamado Cloud 9. “Yo pasaba muchas noches allí; mi mamá puede dar fe de ello”, afirmó. “Ella tenía que traerme mis cosas porque yo pasaba allí mucho tiempo”.

Algunas veces, la pareja le pagaba en efectivo, pero en ocasiones intentaba compensarla con marihuana, algo que Benavides aceptó en algunas ocasiones. Más tarde, en lugar de dinero le ofrecieron clases de tiro con arco. “Les dije que no me interesaba”, recordó.

En 2015, los Servicios de protección Infantil del Condado de Alameda tomaron temporalmente a los niños de la pareja. En su página de Facebook, Allison relató los pasos que ella y Almena habían dado para convencer a los funcionarios de su aptitud como progenitores: tomaban clases de crianza, de manejo de ira y violencia doméstica. Dos veces por semana examinaban su orina en busca de drogas, escribió Allison. “Nunca hallaron nada”, agregó.

A comienzos de este año, la pareja recuperó la custodia de los niños, algo que dejó boquiabiertos a muchos de sus familiares, detalló Michael Allison.

La causa del incendio sigue bajo investigación, pero las autoridades señalaron que, estiman, un refrigerador u otro electrodoméstico del sitio podrían haber iniciado el fuego.

Cuando, en la entrevista de “Today”, le preguntaron a Almena acerca de su gestión del almacén, el hombre, de pie en el exterior del edificio carbonizado, se describió como “el padre de este espacio”, pero no asumió responsabilidad por el incendio. “No hice nada en mi vida que me trajera hasta este momento”, afirmó.

Si desea leer la nota en inglés, haga clic aquí.

Traducción: Valeria Agis

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