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Columnista: Dedicó su vida al cuidado de los pacientes más necesitados de Los Ángeles; ahora teme al futuro con Trumpcare

El Dr. Jonathan LoPresti (derecha), médico del USC Medical Center del condado de L.A. por 36 años, y el residente Michael Kendall (izq.), atienden a la paciente Anna, en diálisis (Al Seib / Los Angeles Times).

El Dr. Jonathan LoPresti (derecha), médico del USC Medical Center del condado de L.A. por 36 años, y el residente Michael Kendall (izq.), atienden a la paciente Anna, en diálisis (Al Seib / Los Angeles Times).

(Al Seib / Los Angeles Times)
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Jonathan LoPresti ingresó a USC en 1974, y le gustó.Tanto así, que se quedó allí para cursar su doctorado en fisiología, y luego permaneció junto a la familia troyana en la escuela de medicina. Adivine dónde realizó su residencia: Sí, en USC, donde todavía trabaja, en el USC Medical Center del Condado de L.A.

LoPresti, quien lleva las siglas ‘M.D.’ (en inglés por ‘doctor en medicina’) detrás de su nombre hace 36 años, es un verdadero creyente de la misión de uno de los hospitales públicos más antiguos y grandes del país. Desde finales del siglo XIX, cientos de miles de californianos del sur han llegado al mundo, se han sanado y han muerto allí. En el vestíbulo del lugar se observa una imagen de 1897, de una ambulancia tirada por caballos e ingresando a una versión más antigua del centro médico.

“Existe para atender a todos los residentes del condado de Los Ángeles, independientemente de su capacidad de pago, e incluidos todos aquellos pacientes que carecen de acceso a la atención médica de rutina”, escribió LoPresti en un homenaje al lugar que compartió conmigo recientemente.

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Pero también escribió para expresar su miedo, además de su orgullo. La Oficina de Presupuesto del Congreso estimó que 14 millones de personas perderían su seguro de salud el próximo año bajo el plan del partido republicano de derogar Obamacare, y unas 10 millones más se verían afectadas para 2026. Mientras observa cómo se desarrolla el panorama, LoPresti se preocupa acerca del impacto que esto podría tener en el hospital y sus pacientes.

Según el profesional, si uno no tiene acceso a una atención cotidiana, se enferma más a menudo. Si se demora en actuar, el paciente se enferma aún más y el tratamiento se vuelve más complicado y costoso. Estos son conceptos básicos de medicina.

Es posible, señaló LoPresti, que el ya colapsado sistema del condado de L.A. tenga muchos más pacientes esperando en fila si pierden la cobertura médica y son rechazados en instituciones que intentan sacarse de encima a los indigentes tan pronto como sea posible. Además, el condado tendrá menos dinero para ocuparse de ellos debido a los recortes previstos en el gasto federal para Medicaid.

“Una de las desventajas de los pacientes aquí es que llegan tarde porque no tienen seguro. Como resultado, los tumores son más grandes de lo que vemos en Keck”, afirmó LoPresti en referencia al adyacente Keck USC Hospital, un centro privado, donde también trabaja. “Los tumores aquí son tres veces más grandes de lo que observamos en la práctica privada”.

Es demasiado pronto para saber cómo se desarrollará la batalla por la reforma, estimó por su parte el Dr. Mitchell Katz, quien está a cargo de los hospitales públicos del condado de L.A. y sus servicios de salud. Pero podría ser sombrío para Los Ángeles, donde más de 200,000 personas consiguieron seguros médicos gracias a Obamacare, principalmente a través de Medi-Cal.

“Si se derogara la Ley de Cuidados de Salud Asequibles, en su totalidad perderíamos aproximadamente $900 millones”, afirmó Katz, uno de los varios funcionarios del estado que exploran un plan de salud universal en previsión de una potencialmente desastrosa ‘reforma’ del Congreso.

En uno de los aspectos más irritantes del plan del partido republicano, las compañías de seguros de salud tendrían un mayor recorte fiscal en lo que pagan a sus CEO, cuya compensación es asombrosa. Los directores de CIGNA, UnitedHealth Group y Molina Healthcare Inc. cobraron $17.3, $14.5 y $10.3 millones en 2015.

Mientras los altos ejecutivos se enriquecen en la parte superior de la cadena alimentaria de la salud, el centro médico de USC en el condado de L.A. tembló la semana pasada con aquellos pacientes que temen perder la cobertura.

“He estado muy nerviosa; espero que no ocurra”, afirmó Mercedes Greer, de 26 años, una terapeuta de conducta que aguardaba su turno para una resonancia magnética que comprobaría un posible desgarro del ligamento de rodilla. El hospital obtuvo una cobertura Medi-Cal temporaria para ella, que expira en un mes; un tipo de planes que podría finalizar abruptamente para todos.

Cerca de ella, un hombre con una pierna ortopédica mostraba sus cicatrices de un ataque con un cuchillo mientras afirmaba que espera no perder el Medi-Cal que ha tenido por 15 años. Otro paciente, Richard Delgado, relató que obtuvo seguro en 2014 gracias a Obamacare y que espera no ser descartada. Nidia Manrique, quien llevó a una amiga al hospital para un tratamiento de radiación por cáncer de mama, se sentía afortunada. “Tengo seguro gracias a mi empleador, pero conozco a mucha gente que está atemorizada de perder su cobertura”.

Sumado a todo ello, un número desconocido de pacientes en el sistema son indocumentados, y el condado no los rechaza. A menudo el Dr. LoPresti no sabe quién posee documentos y quién no; tampoco le importa mucho.

“Como médico, no me molesta”, aseguró. “Si necesitan atención médica, eso es lo que deben recibir. Si uno me pregunta qué siento como contribuyente, creo que esto aumenta el costo para todos los que viven en Los Ángeles”.

Sin embargo, explica el galeno, no brindar atención médica a los inmigrantes también tiene sus costos. La propagación de las enfermedades es una preocupación, y la falta de cobertura médica conduce a un tratamiento mucho más caro por la atención aguda, a menudo en salas de emergencia.

El viernes por la mañana, LoPresti, quien es endocrinólogo, comenzó su día revisando los cuadros de sus pacientes con seis médicos residentes. Uno de ellos había sido internado por una falla renal; a una persona diabética le acababan de amputar una pierna y estaba perdiendo la vista; otra tenía un tumor en la pituitaria.

“Si uno tiene deficiencia de cortisol”, dijo LoPresti a los residentes, “eso provoca baja presión, bajo sodio, náuseas y vómitos. La hormona tiroidea no estaba tan en riesgo en ese momento, pero si llevo a un paciente con hormona tiroidea baja a una cirugía, eso podría desencadenar un colapso cardiovascular”.

Me sorprendió lo elegantemente hipocrática y civilizada de la escena. En un hospital escuela de primera clase, un médico que ha visto todo compartía su experiencia y sabiduría con jóvenes médicos brillantes, que le devolverán el favor a la próxima civilización.

La conversación acerca de la salud ha sido un factor de división política por años, al punto tal de la distracción. Pero en esta sala de consulta, y en las rondas que siguieron en todas las salas del hospital, la política y las políticas eran tan irrelevantes como los antecedentes de los pacientes. El foco era ayudar a la gente enferma a sentirse bien. Nada más ni nada menos.

En el ensayo que LoPresti me envió, mencionó la declaración de misión que estaba inscrita en una pared del edificio anterior del hospital. Vale la pena repetirla, mientras los ‘reformadores’ usan escalpelos para reescribir sus políticas sanitarias:

“Erigido por los ciudadanos de Los Ángeles para proporcionar atención hospitalaria a las personas muy enfermas y delicadas, a quienes los médicos entregarán sus servicios sin cargo, a fin de que ningún ciudadano del condado sea privado de la salud o la vida por falta de tales cuidados y atención”.

Si desea leer la nota en inglés, haga clic aquí.

Traducción: Valeria Agis

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