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Columnista: ¿Construir un muro? Éste es el experto con quien Trump debería hablar

Albert García, un exencargado de mantenimiento de la Patrulla Fronteriza, estima que arregló más de 20,000 hoyos en la cerca fronteriza durante sus casi 25 años en el puesto, cerca de Caléxico, California (Steve Lopez / Los Angeles Times).

Albert García, un exencargado de mantenimiento de la Patrulla Fronteriza, estima que arregló más de 20,000 hoyos en la cerca fronteriza durante sus casi 25 años en el puesto, cerca de Caléxico, California (Steve Lopez / Los Angeles Times).

(Steve Lopez / Los Angeles Times)
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Esta semana, los constructores de cercas comenzaron a presentar ideas de diseño para el “gran y hermoso muro” prometido por el presidente Trump, así que conduje hasta la frontera este lunes, para reunirme con un experto en el tema.

Toqué a la puerta de una pequeña casa en el corazón de El Centro, y Albert García, de 76 años de edad y jubilado del equipo de mantenimiento de la Patrulla Fronteriza, respondió de inmediato.

No lo había visto desde 2004, cuando escribí por primera vez acerca de él, quien pasó más de dos décadas haciendo un trabajo que nunca finalizó. García era soldador, y reparaba los agujeros en la cerca a diario, incluso los fines de semana.

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Nunca olvidaré el día en que lo conocí, en agosto de ese año. Estaba desde las 6 a.m. en la frontera, reparando cinco hoyos que habían aparecido durante la noche en la alta valla, de 16 pies de altura, de postes de acero. En esa ocasión, dijo que cinco agujeros representaba ‘un día tranquilo’ para él, que había llegado a reparar hasta 14 hoyos en un sólo turno, ya sea a lo largo de los eslabones o en tramos de acero, y a menudo encontraba cuchillas, navajas y otras herramientas cerca de las roturas.

También estaban aquellos que hacían túneles debajo de la valla o pasaban por encima usando cuerdas. Otros se precipitaban a través de huecos en el muro, aun cuando García empleaba su soldadora para taparlos. Para mí, el juego diario del gato y el ratón a lo largo de este tramo de varias millas en la frontera fue una instantánea de la futilidad de las paredes, las normas y la política inmigratoria. Pero el muro ha estado en el centro de la plataforma de Trump desde los primeros días de su candidatura, aunque no está claro cómo pagaremos por un proyecto cuyo costo se estima entre los $12,000 millones y el doble, o más.

¿Hay alguna manera de construir una cerca mejor?

García tiene sus dudas, y preferiría no ver los dólares de los impuestos gastados en una pared. Y éste es un hombre que votó, como demócrata, por Trump; a García le gustó la mirada del republicano acerca de la economía y los temas de defensa, y la inmigración, hasta cierto punto.

“No creo que nada de lo que hagan les vaya a detener”, afirmó García, quien debió tomar unas largas vacaciones en un momento en su carrera porque el diario hacer y deshacer de su trabajo estaba generando un fuerte impacto psicológico en él. “Quien quiere cruzar lo hará y esto no marcará ninguna diferencia. Podrán pasar por encima o arrastrarse por debajo”, explica.

El trayecto desde El Centro hasta el muro en Caléxico es un corto viaje en coche y García, nativo de esta zona, conoce cada camino pavimentado y de tierra en la región. Atravesamos hectáreas de tierras cultivadas y él puede identificar cada cosecha en los campos: alfalfa, centeno, zanahorias, brócoli, betabel y cada variedad de lechuga.

Mientras tanto, cuenta que tenía nueve hermanos y hermanas, dice, y su papá, quien trabajaba en la producción agrícola, los llevaba a todos a los campos para que probaran el trabajo agotador y encorvado que hacen los recolectores. Fue la manera de decirle a todos sus hijos que sigan en la escuela.

García no conoce a ninguna persona blanca que trabaje como recolectora en el área, y cree que nadie lo haría incluso si todos los inmigrantes indocumentados en el país fueran enviados a casa. Así son las cosas, afirma, y en lugar de fortificar el muro recomendaría conceder visas de trabajos estacionales.

El All-American Canal corre a lo largo de la frontera, justo al oeste de Caléxico, y sirve como una segunda barrera para todos los que intentan cruzar la zona. Mientras conducimos por la carretera del dique, contra el canal, su ojo bien entrenado divisa cosas que pasan inadvertidas para mí. “¿Ves esa soga que cuelga de la parte superior de la pared?”, pregunta. También descubre los restos de una balsa que se utilizaba para cruzar el estrecho canal.

Era un sitio de trabajo difícil, recuerda García, a raíz de los árboles que crecen en el lado mexicano. La gente podía esconderse en ellos y arrojarles objetos. Él era de la Patrulla Fronteriza, ‘el enemigo’, y a veces las rocas volaban hacia su cuerpo. Hasta hoy tiene dos sueños recurrentes: en uno de ellos están las rocas; en el otro, pelea contra alguien que acaba de colarse a través de un hoyo en la cerca, algo que nunca le ocurrió en la vida real.

García cuenta que la gente solía pedirle dinero a través de la valla. Él nunca accedía, pero le daba frutas a un grupo de niños del otro lado, porque lucían muy delgados. Años después, comenta, esos mismos pequeños se volvieron coyotes y le preguntaron si los recordaba.

Este hombre no tiene una política de fronteras abiertas, y su hijo ha sido policía de Inmigración y Aduanas (ICE) durante años. Asegura que le dan pena los mexicanos que huyen de la pobreza, la corrupción y la violencia, y que probablemente él haría lo mismo si estuviera en sus zapatos. Pero algunos de ellos sí son criminales, remarca, y otros suman costos a los servicios sociales. Como contribuyente, no quiere pagar por ello.

En el centro de Caléxico, agentes de la Patrulla Fronteriza pululan por un área cercana a donde encontré a García reparando hoyos en 2004. Uno de ellos cuenta que tres tipos que habían saltado la pared acababan de ser detenidos.

García se retiró hace 10 años, y tres meses después de ello se aburrió. Entonces, la Patrulla Fronteriza contrató el trabajo a una empresa privada, que quería que García volviera a la tarea. Así, le dedicó otros cuatro años a la misma labor, y luego se retiró.

Hicimos las cuentas juntos y estimamos que reparó más de 20,000 agujeros en aproximadamente 25 años. Se cree que 11 millones de personas están en los EE.UU. indocumentadas, pero no hay dudas de que el trabajo duro de García ha mantenido alejada a muchas otras.

Si dependiera de él, reforzaría la vigilancia electrónica, modernizaría el muro en ciertos sitios y se enfocaría en construir una barricada para vehículos en lugar de humanos. Para García, las personas siempre encontrarán una forma de ingresar, o de quedarse por más tiempo del permitido con sus visas, pero los automóviles llevan drogas. También apoyaría alguna forma de penalidad y estatus legal para los inmigrantes indocumentados que son contribuyentes y respetuosos de la ley, en lugar de pensar en deportaciones en masa. Además, instituiría un programa de visas de trabajo estacional para que los trabajadores puedan cruzar legalmente según sea necesario.

Antes de que Trump avance con el muro, García cree que sería sabio que se dirigiera hacia la costa oeste y dialogara con un hombre que sabe bien -por sus años de experiencia- de qué habla.

Si desea leer la nota en inglés, haga clic aquí.

Traducción: Valeria Agis

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