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Cómo la mordida de un perro demuestra el mal estado del sistema médico en los EEUU

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Jan Kern fue mordida por un perro callejero mientras se encontraba de viaje en el extranjero, y la experiencia redundó para ella en un ejemplo asombroso de por qué la industria de la salud en los EE.UU. está completamente en mal estado.

A raíz del hecho, Kern fue sometida a una serie de vacunas contra la rabia, en tres países y cuatro centros médicos diferentes. Esa situación reveló algo que ya no debería sorprender a nadie, y es que los estadounidenses pagan mucho más por exactamente el mismo tratamiento que los ciudadanos de otras naciones. Más aún, la experiencia de la mujer puso de relieve la falta de uniformidad en los precios de los medicamentos, incluyendo aquellos de uso común; un sitio puede cobrar unos pocos dólares por la misma droga que cuesta miles en un hospital de los EE.UU. “Nuestro sistema médico no tiene sinsentido completamente”, afirmó Rick Kern, de 61 años de edad, quien se contactó con este medio acerca de la aventura médica de su esposa, de 62 años, luego de leer una columna acerca de los precios de los medicamentos.

Lo genial de la historia es que, luego de que la compartí con casi una docena de especialistas de la salud, la reacción consistente entre ellos fue de incredulidad. Estamos acostumbrados a sacudir la cabeza ante los costos de la salud en el país. Las cosas se vuelven significativamente más absurdas cuando un par de centros médicos del extranjero entran en el relato. “Es obvio que nuestro sistema es diferente a cualquier otro”, aseguró Uwe Reinhardt, un economista de la salud en la Universidad de Princeton. “Otros sistemas están diseñados para atender a los pacientes. El nuestro fue creado por los proveedores, los hospitales y las compañías farmacéuticas, para su propio beneficio”.

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Los Kern son antiguos residentes de Palos Verdes, que ahora viven en Lake Tahoe. Mientras estaban de viaje por el sudeste asiático, hace un par de años, Jan fue mordida por un perro de la calle, cerca del templo de Angkor Wat, en Camboya. La pareja fue a un hospital cercano, donde un médico les recomendó seguir la vacunación contra la rabia, que exige cuatro dosis.

La primera inyección, en el Hospital Internacional Royal Angkor, costó $125 dólares. Eso incluyó $66.75 por la dosis de Verorab, un cargo hospitalario de $25 y honorarios médicos por otros $25.

Jan recibió su segunda dosis de Verorab en una clínica del norte de Tailandia. La cuenta esa vez fue de apenas $18.50, lo cual provee la mejor evidencia del costo real de la droga. Incluso con los costos fijos de la clínica incluidos en la cuenta, una dosis de Verorab, fabricada por la firma farmacéutica francesa Sanofi Pasteur, tuvo un costo inferior a los $20 dólares.

Cuando los Kern regresaron a su propio país, las cosas cambiaron drásticamente. Para la tercera aplicación, Jan se dirigió al Torrance Memorial Medical Center. Era domingo y debió ir a la sala de emergencias, lo cual aumentaba considerablemente el costo del servicio. El valor de una inyección fue de $5,254.85.

Finalmente, la cuarta y última dosis fue administrada en la sede de Redondo Beach del grupo médico HealthCare Partners. Esa vez, la cuenta ascendió a $427.

Es importante tener en cuenta que los Kern no se vieron apremiados económicamente para asumir los costos; antes de la travesía habían adquirido un seguro de viaje que cubría todos los gastos médicos relacionados, incluso de regreso en los EE.UU.

Además, esa inconcebible factura de Torrance memorial fue la salva de apertura del hospital en la lucha con los aseguradores. Normalmente quienes carecen de cobertura médica deben abonar esos astronómicos cargos; el costo real para el asegurado será invariablemente mucho menor.

Verorab, una droga comúnmente recetada contra la rabia en Europa y Asia debido a su bajo costo de producción, no está disponible en los EE.UU., donde deben utilizarse vacunas mucho más costosas. Aun así, la experiencia de los Kern demuestra las dificultades financieras que le esperan a cualquier persona que posea un plan de salud con deducible alto. También subraya la locura de los precios de la asistencia médica en los EE.UU. Claramente, un hospital de grandes proporciones como Torrance memorial tiene más gastos fijos que una pequeña clínica en una zona rural de Tailandia, pero eso no explica cómo una factura por $20 dólares en otro país puede convertirse en un cargo de más de $5,000 en éste.

“Incluso si la cuenta de Torrance hubiese sido de $1,200, es una enorme diferencia de precio”, aseguró Nadereh Pourat, profesora de políticas y gestión de salud en UCLA. “Eso demuestra que el libre mercado no funciona bien para la atención médica. Sí sirve para comprar televisores, pero para la salud, no hay transparencia en los precios”.

Pourat y otros expertos consultados afirmaron que esta falta de transparencia, sumada a la falta de competencia, sugieren la necesidad de un control de precios de productos farmacéuticos, una característica común de los sistemas sanitarios de otras naciones. Sin ello, dijeron, los laboratorios y los hospitales pueden cobrar todo lo que quieren y salirse con la suya. “La gente no puede comparar precios”, aseguró Dana Goldman, directora del Schaeffer Center for Health Policy and Economics, de la Universidad del Sur de California (USC). “Y eso ciertamente beneficia a los proveedores”.

Larry Van Horn, director del Center for Health Care Market Innovation Research de la Universidad Vanderbilt, expresó que tiene esperanzas de cambio en el uso creciente de los planes de seguro con deducibles altos. “Ni los proveedores ni las compañías de tecnología médica podrían cobrar los precios que históricamente han manejado si esperaran que el estadounidense promedio se haga cargo de la cuenta”, explicó. “Ese es el futuro, y será brillante. Los proveedores deberán suministrar servicios que la gente pueda pagar de su bolsillo, y esto les obligará a innovar y a reducir los costos si quieren sobrevivir”.

Por su parte, Rick Kern aprendió algo importante del viaje y la experiencia de su esposa: que es sencillo comprender qué ocurre con los sistemas médicos en el extranjero. El tratamiento fue sencillo y los costos fueron asequibles, y explicados de manera clara. “Aquí, en los EE.UU.”, expuso, “recibimos una cuenta de Torrance Memorial sin ningún detalle; no había nada claro en ella. Mayormente, ¿cómo se justifica semejante margen de beneficio?”, preguntó, riendo. “Tengo una maestría en negocios y soy exdirector financiero de empresas, pero no puedo entender estas cosas”, concluyó.

La columna de David Lazarus se publica los martes y viernes. También se lo puede ver a diario en KTLA-TV Channel 5, y seguir por Twitter, @Davidlaz.

Si desea leer la nota en inglés, haga clic aquí

Traducción: Valeria Agis

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