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Conforme aumenta la demanda del fármaco para evitar la sobredosis, también se eleva su precio

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Aimee Dunkle comenzó a distribuir el fármaco naloxona -antídoto contra la sobredosis de analgésicos recetados- poco después de la muerte de su hijo.

Ben Dunkle, de 20 años de edad, estaba con tres personas cuando sufrió una sobredosis, en 2012. Su madre piensa que el joven estaría vivo hoy en día si hubiera tomado naloxona. “Ellos entraron en pánico”, cuenta, “y lo arrojaron en un estacionamiento”.

La naloxona actúa bloqueando el efecto que tienen los analgésicos y la heroína en el cerebro, y revirtiendo la respiración lenta y la pérdida del conocimiento que ocurren durante una sobredosis.

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La organización Solace Foundation en el condado de Orange, un grupo formado por Dunkle, afirma que el fármaco se ha empleado desde febrero para revertir 128 sobredosis que, de otro modo, habrían costado la vida de esas personas.

Pero a medida que la demanda de naloxona aumenta -las muertes por sobredosis alcanzan a 130 por día, aproximadamente la capacidad de pasajeros de un Boeing 737-, los precios se han disparado.

Poco tiempo atrás, una dosis de este fármaco genérico conocido por décadas costaba poco más de un dólar. Ahora el precio más bajo disponible es casi 20 veces superior. Uno de los fabricantes, Kaleo, de Richmond, Virginia, aumentó el precio de venta de su autoinyección a $4,500 este año, para un paquete de dos unidades que costaban $690 en 2014.

El mayor acceso a la naloxona es una de las medidas incluidas en la legislación federal que el Congreso aprobó la semana pasada en respuesta a las muertes por consumo excesivo de analgésicos. La Casa Blanca informó que el presidente Obama tiene previsto firmar el proyecto de ley.

El mes pasado, las senadoras de los EE.UU. Susan Collins (R-Maine.) y Claire McCaskill (D-Mo.) escribieron a Kaleo, a Amphastar Pharmaceuticals, de Rancho Cucamonga, y otros tres fabricantes de medicamentos, solicitando explicaciones de por qué los precios de la naloxona habían escalado precisamente durante una crisis de la salud pública.

“Esta epidemia está matando a decenas de miles de estadounidenses cada año”, afirmó McCaskill, “y al mismo tiempo vemos cómo su precio ha escalado más de mil por ciento”.

Las compañías defendieron sus costos. Una de ellas señaló que estaba invirtiendo millones para innovar y hacer que la naloxona sea más fácil de administrar. Otra afirmó que se necesitaban inversiones para mantener la alta calidad del fármaco.

Kaleo manifestó que aumentó el precio de lista de su droga, Evzio, luego de decidir cubrir los copagos de seguro médico de sus pacientes para facilitarles el acceso a ésta. Lora Grassilli, vocera de la empresa, apuntó que la compañía había donado 150,000 inyecciones a más de 250 grupos.

Tanto Kaleo como otros laboratorios afirmaron que también conceden descuentos y rebajas a los clientes. “El precio de lista no es el precio neto que paga cualquier persona”, informó Grassilli.

En 2014, más de 47 mil estadounidenses murieron de sobredosis de drogas; casi el 60% de ellos lo hicieron por opiáceos, entre los que se incluyen analgésicos recetados, como OxyContin y fentanilo, así como por la droga ilegal heroína. Ese número marca un 50% más de fallecimientos de los registrados en accidentes de tránsito en carreteras, según los Centros de Control y Prevención de las Enfermedades (CDC), y más muertes por sobredosis que nunca antes en la historia.

La crisis de las sobredosis tiene sus raíces en la década de 1990, cuando los médicos comenzaron a prescribir dosis cada vez más altas de analgésicos. Los doctores respondían a las campañas -a menudo financiadas de forma encubierta por los laboratorios- que los urgían a recetar los analgésicos más fuertes no sólo a los pacientes con cáncer o dolores severos, sino también a aquellos con molestias leves, como dolores de espalda, migrañas y lesiones por deportes.

La financiación de esas campañas de los fabricantes de narcóticos -y los grupos que las promovieron, entre ellos la ahora extinta American Pain Foundation- salió a la luz a través de pruebas que se revelaron gracias a juicios y reportes de periodismo de investigación.

Desde 1999, la cantidad de opioides -tales como la oxicodona, morfina e hidrocodona- recetados y vendidos en los EE.UU. prácticamente se cuadruplicó, aun cuando no ha habido un cambio generalizado en la cantidad de dolor reportado por los estadounidenses, según el CDC. Durante ese mismo período, las muertes por sobredosis de esos fármacos se cuadruplicaron.

Los efectos secundarios letales de ese auge de prescripciones de analgésicos ha provocado ahora una oportunidad de ganar dinero con la naloxona.

Durante años, Hospira, en Lake Forest, Illinois, dominó el mercado de ese fármaco. En julio de 2005, su precio promedio de venta para su versión inyectable era de $1,10, según Truven Health Analytics. En 2014, el costo era de casi $19.

En julio de ese mismo año, la compañía privada Kaleo sumó competencia al mercado mediante la presentación de su inyección Evzio. Era el primer producto de naloxona aprobado para el uso de personas sin formación médica.

Kaleo diseñó esta autoinyección para que la gente que consume analgésicos, y aquellos preocupados al respecto, lleven el fármaco con ellos para usarlo de inmediato en caso de urgencia. Con dimensiones similares a las de una tarjeta de crédito, el dispositivo tiene una voz robótica que informa cómo administrar la droga.

Poco después de que Kaleo presentara Evzio a un precio mayorista de $690 por cada paquete de dos autoinyecciones, Amphastar duplicó el precio de sus jeringas precargadas con naloxona. En octubre del mismo año, el promedio del precio mayorista de una jeringa de estas características saltó de $20.30 a $39.60, según Truven. Kaleo respondió con más aumentos para Evzio. En febrero pasado, el costo escaló de $900 a $4,500; un incremento del 400%.

Según la compañía IMS Health, especializada en seguimiento de prescripciones, los incrementos de precios y la creciente demanda, han provocado que las ventas totales de naloxona se cuadruplicaran en los últimos cuatro años, llegando a los $81.9 millones el año último. En 2011 las ventas habían alcanzado $21.3 millones.

Eliza Wheeler, de la organización Harm Reduction Coalition, con sede en San Francisco, que trabaja para reducir el número de sobredosis, afirmó que los aumentos de precios están generando que cada vez más grupos sin fines de lucro distribuyan el medicamento de forma gratuita para limitar las ventas. “Para reducir la mortalidad necesitamos inundar la comunidad de usuarios de drogas con naloxona”, dijo. “Ese modelo sólo es efectivo si tenemos un producto de bajo costo”.

Kaleo afirmó que donó 800 paquetes de Evzio al grupo de Dunkle, del condado de Orange. Ahora, que esas dosis ya se han agotado, el laboratorio se negó a cederles más. “Si no tenemos naloxona”, aseguró Dunkle, “comenzaremos a perder más gente”.

Kaleo informó que “debido a una gran demanda”, la compañía había “agotado el suministro destinado a caridad para el resto del año, y que no podrán revisar las solicitudes para productos gratuitos hasta enero de 2017”.

Autoridades de estas empresas señalan que hay razones válidas para los aumentos de sus precios. Bill Peters, director financiero de Amphastar, dijo que la compañía elevó sus precios en octubre de 2014 porque los costos de fabricación también se habían elevado. Además, la compañía invirtió millones de dólares, precisó el ejecutivo, en el desarrollo de un nuevo producto que evita las inyecciones y permite la administración nasal.

Una vocera de Hospira, comprada por el gigante farmacéutico Pfizer en septiembre de 2015, señaló que sus precios “toman en cuenta las inversiones necesarias para producir drogas de alta calidad y asegurar la debida distribución”. “Mientras que otros fabricantes han salido del mercado de la naloxona con el correr de los años, Hospira trabajó fuertemente por más de tres décadas para mantener la disponibilidad de este producto importante y necesario a nivel médico”.

Los otros dos fabricantes que recibieron cartas de las senadoras fueron Mylan, que vende una ampolla al precio promedio de $23.70, según Truven y Adapt Pharma, de Dublín, Irlanda. A fines del año pasado, Adapt presentó un aerosol nasal de naloxona llamado Narcan, a un precio mayorista promedio de $150 por dos unidades, informó Truven. En un email, la compañía señaló que no aumentó sus precios y que ofrece el paquete a las fuerzas del orden y organizaciones comunitarias por $75, la mitad del precio de lista. La empresa también brinda la droga de forma gratuita a otros grupos, por ejemplo las enfermeras escolares. La semana pasada, Adapt envió 200 paquetes a Solace Foundation, de Dunkle.

Mylan, que trasladó su sede de Pensilvania a los Países Bajos en 2014 para reducir sus impuestos, prefirió no hacer comentarios para este artículo.

Aprobada en 1971, la naloxona demostró a través de diferentes estudios que es útil en la reducción de muertes. Los fallecimientos por sobredosis se desplomaron en San Francisco luego de que el departamento de salud pública comenzara a distribuir este fármaco a los usuarios de heroína en 2003, precisó Phillip Coffin, director de investigación de uso de drogas de dicha ciudad. En un nuevo estudio, San Francisco descubrió que, al prescribir naloxona junto con los analgésicos, las visitas a emergencias se redujeron en un 47% durante los siguientes seis meses.

La droga tiene ciertos riesgos, entre ellos esporádicos casos de ataques cardíacos, convulsiones y muerte por la reversión abrupta de una sobredosis.

A medida que el número de sobredosis sigue escalando, los estados han aprobado leyes que hacen más sencillo conseguir este fármaco. La mayoría de ellos permiten ahora a cualquier persona de buena fe administrar la droga en caso de emergencia. En enero pasado, las nuevas regulaciones de California permitieron a los farmacéuticos suministrar naloxona sin prescripción.

En Hungtington, West Virginia, donde la tasa de sobredosis es una de las más altas del país, la ciudad comenzó a distribuir Evzio al público en febrero último, después de recibir 2,200 dosis sin costo de Kaleo. “Estoy seguro de que hemos revertido cientos de sobredosis con ellas”, dijo Michael Kilkenny, director médico del Departamento de Salud de Cabell-Huntington. Pero la ciudad no podría afrontar el precio de la droga sin la donación de la empresa. “Simplemente no podemos comprarla”, aseguró.

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