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Seis años después de la intervención estatal, el Distrito Escolar Unificado de Inglewood enfrenta una crisis presupuestaria

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Cuando Eugenio Villa acordó regresar a las escuelas de Inglewood para un segundo término el verano pasado, sabía que el distrito seguía siendo uno de los más problemáticos de California.

El Distrito Escolar Unificado de Inglewood había quedado casi sin solvencia económica cuando fue intervenido por el Departamento de Educación del estado, en 2012. Seis años más tarde, su inscripción seguía disminuyendo. Los edificios estaban viejos, algunos al borde de la decrepitud. Los puntajes de las pruebas y las tasas de graduación seguían por debajo del promedio estatal. La gente había perdido la paciencia.

Aun así, Villa, quien había sido contratado nuevamente como el principal funcionario comercial del distrito, se sorprendió cuando llegó, en junio de 2017. Dos años antes, había dejado el sistema escolar sobre lo que consideraba un ‘terreno firme’. “El Distrito Escolar Unificado de Inglewood finalmente equilibra las cuentas”, decía un titular de 2015, del Daily Breeze.

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Pero todo había cambiado.

El distrito contemplaba un déficit presupuestario de $8.1 millones provocado por una serie de errores importantes en las proyecciones de ingresos y gastos que, en retrospectiva, tenían poca conexión con la realidad. Según la estimación de Villa, a Inglewood le faltaba un año para quedarse sin dinero.

“Entré sabiendo que iba a ser un desafío”, afirmó en una entrevista reciente. “Lo que sorprendió a todos fue la magnitud del problema”.

Cuando el Departamento de Educación de California intervino para salvar las escuelas de Inglewood, después de décadas de mala gestión, tenía órdenes de brindar estabilidad financiera. En lugar de ello, el distrito pasó por tres líderes -sin incluir nombramientos interinos- elegidos por el superintendente de Instrucción Pública, Tom Torlakson. Ninguno se quedó por mucho tiempo. El caos de la rotación constante generó aún más incertidumbre sobre la posible salvación del distrito.

“En este momento, los padres culpan al estado”, afirmó María Gray-McKinley, presidenta del consejo que supervisa las asociaciones de padres de familia y maestros de Inglewood. “Ninguna de las personas a quienes pusieron a cargo tuvo un impacto serio. Seguimos yendo hacia abajo; más y más”.

Torlakson designó a la actual líder, la exadministradora del Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles, Thelma Meléndez de Santa Ana, en julio pasado. La funcionaria reemplazó a Vincent Matthews, quien estuvo al frente menos de dos años, antes de convertirse en superintendente del Distrito Escolar Unificado de San Francisco.

Un informe reciente del Equipo de Asistencia Administrativa y Crisis Fiscal del estado detectó que, según Matthews, Inglewood había dejado las tareas diarias a los consultores, no monitoreó su presupuesto y subestimó sus costos salariales en alrededor de $1 millón. El distrito también sobreestimó sus ingresos, en parte al contar incorrectamente la cantidad de estudiantes.

El mismo informe también señala que, aunque el distrito tiene a su disposición decenas de millones de dólares destinados a mejoras en las instalaciones, se ha gastado muy poco en los muchos edificios escolares que necesitan reparaciones serias. “El cambio de liderazgo generó retrasos en los proyectos”, señala.

En una entrevista, Matthews aseveró que se dio cuenta de un probable déficit presupuestario recién después de haber dejado el distrito, en mayo pasado. El Departamento de Educación de California (CDE, por sus siglas en inglés) y la Oficina de Educación del Condado de Los Ángeles deben revisar las finanzas de Inglewood varias veces al año, señaló Matthews, y ambas agencias habían aprobado el presupuesto, inconscientes de las proyecciones defectuosas. “Todo lo que puedo decir es que pensamos que estaba bien”, expuso. “La CDE dijo que estaba bien. Y el condado también”.

Cuando se le pidió que explicara cómo Inglewood cayó en una crisis presupuestaria mientras se encontraba bajo control estatal, Bill Ainsworth, portavoz del Departamento de Educación de California, atribuyó el déficit a “proyecciones de inscripción demasiado optimistas” y al costo creciente de los servicios de educación especial.

“Las finanzas del distrito también continúan tensas como resultado de la disminución de las inscripciones y el creciente número de alumnos del distrito que se inscriben en escuelas charter”, escribió Ainsworth en un comunicado que no admitió error ni responsabilidad por parte del estado.

Según Margo Minecki, portavoz del condado, la Oficina de Educación había confiado en las estimaciones de Inglewood cuando aprobó el presupuesto del distrito. “Fuimos diligentes al identificar las áreas de preocupación y brindar orientación para abordar estos problemas”, destacó en una declaración escrita.

La inscripción del Distrito Escolar Unificado de Inglewood disminuyó en más de un tercio durante la última década, un ejemplo extremo de las tendencias que se manifiestan en los distritos de todo el estado. La caída de las tasas de natalidad, la gentrificación y el crecimiento de las charter han hecho mella en sus escuelas, lo cual provocó que algunos padres y maestros pidan una moratoria para la apertura de nuevas charter.

El distrito ahora tiene aproximadamente 9,000 alumnos, y sus propias estimaciones sugieren que podría perder 1,000 adicionales en los próximos dos años. Algunas de sus 18 escuelas están semivacías. Sus dos preparatorias, construidas para albergar a unos 2,000 estudiantes cada una, cuentan aproximadamente con 800.

A medida que el distrito pierde alumnos en general, el porcentaje de los estudiantes que califican para los costosos servicios de educación especial va en aumento. Alrededor del 18% de los educandos del Distrito Escolar Unificado de Inglewood cumplen con este criterio, en comparación con el 12% de los niños del condado de Los Ángeles.

Mejorar cualquier distrito escolar en tales apuros es difícil, pero Inglewood está atrapado en un ciclo particularmente destructivo. En California, el financiamiento de las escuelas públicas está vinculado a la inscripción, y la merma del distrito provocó la pérdida de millones de dólares. Parte de su respuesta fue recortar los programas para después de clases y las ofertas extracurriculares que habían atraído a muchas familias, dándoles así nuevas razones para irse.

El distrito también debe reembolsarle al estado alrededor de $1.8 millones por año para cubrir un préstamo de emergencia; ello pone más presión sobre su presupuesto anual de $130 millones.

Los recortes más profundos son inevitables, dado el déficit. El distrito advirtió a unos 60 profesores que podrían ser despedidos el próximo año. También redujo sus contribuciones a los planes de atención médica de los empleados administrativos, y les exigió asumir así una mayor parte del costo. Además, intenta negociar con su sindicato de maestros, para que los profesores también absorban estos costos. Para el docente promedio, que gana alrededor de $77,000 al año según la Asociación de Maestros de Inglewood, eso equivaldría a un recorte salarial del 7%.

Los maestros reaccionaron con indignación. A principios de este mes, un grupo de ellos se reunió en el exterior de una reunión de la junta, luciendo broches que decían “No en huelga todavía”; las palabras “no” y “todavía” aparecían en letra pequeña.

“Gastaron dinero que no tenían. Ahora le piden a los profesores y al personal clasificado que paguen por ello”, afirmó la maestra Ngozika Anyanwu, miembro del equipo de negociación del sindicato. “Es irrespetuoso”.

Villa reconoció que la moral de los empleados ya es baja y que hay posibilidades reales de una huelga de maestros. “No hay nada bueno que provenga de esto”, dijo. “Excepto la necesidad, y la necesidad es no declararse insolvente”.

En medio del caos, los padres y maestros de Inglewood señalaron que Meléndez y Villa tomaron medidas esperanzadoras. Meléndez se distingue de sus predecesores gracias a cuestiones pequeñas (devolviendo llamadas telefónicas y respondiendo correos electrónicos, por ejemplo) y más grandes.

En el marco de su administración, Inglewood anunció recientemente planes para hacer lo que se discutió durante mucho tiempo, pero nunca se materializó: fusionar Clyde Woodworth Elementary School y Albert F. Monroe Magnet Middle School. La consolidación, dijo Villa, permitirá al distrito eliminar las aulas portátiles, reemplazar las instalaciones obsoletas y arrendar tierras recientemente disponibles, todo lo cual generaría ingresos en un momento oportuno, cuando la construcción de un estadio de la NFL en Inglewood aumenta los valores de las propiedades.

Villa y Meléndez también planean usar el dinero disponible para arreglar los edificios escolares. El Distrito Escolar Unificado de Inglewood recibió $44 millones del Aeropuerto Internacional de Los Ángeles como parte de un programa de atenuación del ruido para las escuelas en la ruta de vuelo. También tiene alrededor de $8 millones de una medida electoral aprobada en 2012 para mejoras de las instalaciones, y planea emitir bonos por unos $30 millones adicionales.

Para los padres de familia como Gray-McKinley, cuyos cinco hijos han asistido a escuelas de Inglewood, observar el recambio de administradores designados por el estado provocó fatiga ante la crisis. La mujer se pregunta si será necesario un “milagro”, como la condonación de los préstamos por parte del estado o la generosidad inesperada de los equipos entrantes de la NFL, para darle al distrito medios que lo vuelvan atractivo para las familias nuevamente.

Sin embargo, en un corto período, expuso, vio destellos gracias a Meléndez. “Honestamente”, consideró Gray-McKinley, “es la primera que acaba lo que comenzó”.

Para leer este artículo en inglés, haga clic aquí:

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