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Parkland destaca el potencial político de la Generación del Milenio; la pregunta ahora es si acudirán a las urnas

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Kobey Lofton tiene 15 años; es demasiado joven para votar, pero no demasiado para adentrarse en la política.

Durante las vacaciones de primavera, hizo planes junto con otros jóvenes activistas en el lado oeste de Chicago, para instalar puestos de registro de votantes en la escuela y hacer anuncios por el intercomunicador, instando a sus compañeros ligeramente mayores a votar.

“Los alumnos se están despertando”, afirmó Kobey, estudiante de segundo año en North Lawndale College Prep. “De repente dicen: ‘OK, ahora que sé que mi voto sí importa, puedo hacer algo’”.

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Han pasado más de seis semanas desde que la matanza de 17 personas en Marjory Stoneman Douglas High School, en Parkland, Florida, lanzó a una generación considerada a menudo como egocéntrica y políticamente apática a una feroz campaña por el control de armas y la seguridad escolar. Los jóvenes activistas organizaron huelgas, lideraron manifestaciones masivas en todo el país, apelaron a las redes sociales para desafiar a los legisladores y exigieron reunirse con políticos.

Con la esperanza de mantener su impulso, ahora están empezando a centrarse en las elecciones de noviembre próximo.

Los jóvenes son una de las mayores potencias no explotadas en la política de los Estados Unidos.

Para el próximo año, se espera que los millennials, nacidos entre 1981 y 1996, superen en número a los baby boomers, que vinieron al mundo entre 1946 y 1964. Sin embargo, la cantidad de votantes entre ellos es asombrosamente pequeña.

En las elecciones de mitad de período de 2014, la participación de las personas entre 18 y 20 años fue del 15%, una de las más bajas en las elecciones nacionales desde que se cambió la edad para votar, de 21 a 18, en 1971.

“Se nos está utilizando a los jóvenes estadounidenses porque no salimos a votar”, afirmó David Hogg, de 17 años, estudiante de último año de Stoneman Douglas y organizador de la Marcha por Nuestras Vidas, el mes pasado. “Lo que estamos haciendo aquí es llevar la votación más allá de ‘Oh, es un deber cívico’, a algo cultural entre los adolescentes... Queremos que sea una vergüenza no salir a votar”.

Si los activistas adolescentes logran llevar a su generación a las urnas, podría ser un cambio significativo en la política estadounidense.

“Este movimiento tiene un potencial real para alterar el curso del compromiso de una generación”, consideró Kei Kawashima-Ginsberg, director del Tufts Center for Information and Research on Civic Learning and Engagement. “Si pueden generar un aumento importante en la participación, creo que cambiarán la forma en que los adultos, vemos a los jóvenes como bloques de votantes”.

A pesar de que los jóvenes se han involucrado mucho en la última década para ofrecerse como voluntarios y difundir sus ideas en las redes sociales, Kawashima-Ginsberg aseveró que tienden a separar la votación del cambio social. A diferencia de los recientes movimientos juveniles como Black Lives Matter, Occupy y los Dreamers, la Marcha por Nuestras Vidas ha hecho un énfasis explícito, desde el principio, en la política electoral. “Ahora realmente parecen ver que su voto, de manera significativa, puede cambiar las políticas y las sociedades”, expuso. “Eso es algo nuevo”.

El poder de sus historias personales ofreció algunos resultados sorprendentes. Tres semanas después del tiroteo en Parkland, la Legislatura -en gran parte republicana- de Florida, bajo la presión de los estudiantes, desafió a la Asociación Nacional del Rifle (NRA) y aprobó un proyecto de ley de seguridad escolar valuado en $400 millones. Los estudiantes no obtuvieron todo lo que querían, pero la nueva norma logró lo que algunos consideraban políticamente imposible, y aumentó la edad mínima para comprar un arma de fuego de 18 a 21 años.

“Casi todos los legisladores estatales están hablando de ellos”, dijo Kawashima-Ginsberg. “Esas cosas realmente pueden convencer a los jóvenes, incluyendo a los adolescentes, de que pueden generar un impacto. Y esa es la clave para conectar el tema con el voto, algo que no se había hecho antes”.

Si bien los incidentes de disparos que involucran a estudiantes han disminuido en las últimas dos décadas, según investigadores de Northeastern University -la cantidad de niños que murieron en escuelas a principios de la década de 1990 fue cuatro veces más alta- los jóvenes organizadores esperan aprovechar el mayor temor de la sociedad a los tiroteos escolares para que la reforma de armas sea un tema clave, que pueda hacer prosperar o sucumbir a un político.

Matt Deitsch, graduado de Stoneman Douglas y jefe de difusión de la Marcha por Nuestras Vidas, señaló que la adopción de Donald Trump de la política de inmigración -un tema que los republicanos han eludido- y el éxito que tuvo para impulsarlo a la nominación es una lección para los jóvenes activistas. “Si podemos hacer eso con la reforma de las armas de fuego y la seguridad pública, convirtiéndolo en un tema que deben abordar desde el primer día de la campaña, creo que eso redundará en mejores líderes”, consideró Deitsch.

Los adolescentes están preocupados por no estar seguros en las escuelas, e impacientes con un sistema en el cual los políticos de ambos lados tienden a ser dirigidos por los grupos de presión en lugar de por la voluntad del público, advirtió Deitsch. “Cuando el 97% del país quiere la verificación de antecedentes universales y ello sigue siendo un tema polarizador en el Congreso, eso significa que el Congreso no nos representa”, aseguró, refiriéndose a una encuesta de la Universidad Quinnipiac, dada a conocer en febrero. “Eso es un hecho”.

Actualmente, los activistas para el registro de votantes se están abriendo camino en todo el país, para enfocarse en los aproximadamente cuatro millones de estadounidenses que cumplen 18 este año, así como en un gran número de jóvenes de entre 19 y 21 años, que nunca han votado.

“Ni siquiera recuerdo una época en la que los jóvenes de 17 y 18 años se convocaban públicamente entre sí para registrarse y votar”, expresó Andy Bernstein, fundador de HeadCount, un grupo sin fines de lucro que promueve la participación electoral. “Ahora, por primera vez en la historia, en nuestro país la gente se está enfocando en los votantes primerizos, en los jóvenes que apenas cumplen 18 años, como una fuerza política”.

Hasta ahora, HeadCount llevó a cabo campañas de registro de votantes principalmente en conciertos. Pero después de registrar a 4,800 de ellos el sábado durante las manifestaciones de la Marcha por Nuestras Vidas -el mayor registro de votantes en los casi 15 años de historia del grupo- planean expandir su trabajo a las escuelas preparatorias, publicando una breve guía para organizar campañas de inscripción. “Si algunas escuelas lo hacen, simplemente no hay razón para no hacerlo en todas”, afirmó. “Esa debería ser la norma en todas las escuelas de los Estados Unidos”.

Casi de la noche a la mañana, la movilización de jóvenes se ha convertido en una estrategia clave para grupos que abogan por leyes de armas más estrictas, con una cantidad de dinero sin precedentes dedicada a ese objetivo.

Everytown for Gun Safety, una organización no lucrativa creada en respuesta al tiroteo en Sandy Hook Elementary School, en Newtown, Connecticut, en 2012, anunció esta semana que invertiría un millón de dólares en un nuevo programa de subvenciones para organizar grupos comunitarios de “estudiantes que pidan acción” e impulsen el cambio legislativo en sus estados.

La entidad también se asociará con Giffords, la organización de prevención de la violencia armada fundada por Gabrielle Giffords -excongresista demócrata de Arizona que sobrevivió a un intento de asesinato en 2011- para ofrecer herramientas a los estudiantes que les permitan organizar campañas de inscripción de votantes. “El impulso continuará creciendo porque la gente está frustrada de el Congreso no haya tomado medidas”, indicó Isabelle James, directora política de Giffords.

Incluso un impulso moderado en la participación de los jóvenes en las elecciones de mitad de período de 2018 podría tener un efecto generacional perdurable y de largo plazo. Los estudios demuestran que los jóvenes que votan de forma temprana tienen más probabilidades de formar el hábito de votar durante toda su vida.

Es probable que un aumento en los votantes jóvenes represente una amenaza particular para los candidatos republicanos en los distritos suburbanos, que ya están lidiando con una oleada opositora de los energizados demócratas y con el tibio apoyo de los republicanos moderados, desalentados por el presidente Trump.

Alrededor del 59% de los votantes de la Generación del Milenio se identifican como demócratas o se inclinan por ese partido, según un reciente estudio del Pew Research Center. Teniendo en cuenta el largo historial de oposición republicana a las medidas de control de armas, la amenaza política se vuelve aún más clara.

Aún así, muchos de los activistas estudiantiles insisten en que su llamado a la reforma del manejo de armas de fuego no es partidista. Demócratas y republicanos por igual, enfatizan, pueden apoyar su objetivo de prohibirlas, prohibir la venta de tambores de gran capacidad y cerrar las lagunas en las leyes de verificación de antecedentes que permiten comprar armas de fuego en línea y en exhibiciones.

“La seguridad no es un tema político”, consideró Elizabeth Grubb, una estudiante de 18 años, en el Valle Central de California, y miembro de la Marcha por Nuestras Vidas de Fresno, que intenta organizar una reunión pública el 7 de abril con el representante Devin Nunes, un republicano que representa al 22 Distrito legislativo de California.

“Queremos que todos, de todos lados, participen”, remarcó Grubb, estudiante demócrata. “La idea no es tener votantes liberales o conservadores. El compromiso beneficia a todos”.


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