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Otro tema desagradable en la lista de deseos de Trump: quitar financiación al arte

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La Casa Blanca lanzó su presupuesto para 2019 este lunes, otro indicador de los desafortunados carácter y motivos de la administración de Trump. Los titulares son sobre todo sobre la propuesta de infraestructura inadecuada, el golpe gratuito del presidente a las estampillas para alimentos y miles de millones para el muro fronterizo innecesario.

Sin embargo, también hay algo menos notorio pero igualmente importante: tal como ocurrió con el presupuesto del año anterior, el plan de Trump para 2019 busca diezmar el National Endowment for the Arts (NEA), o Fondo Nacional de las Artes. Si se aprueba su propuesta, el financiamiento anual de la fundación se reduciría de $150 millones a $29 millones de dólares, lo cual es el primer paso para eliminar la agencia por completo (el National Endowment for the Humanities, la Corporation for Public Broadcasting y el Institute of Museum and Library Services también se enfrentan cortes rigurosos).

Destruir el NEA sería profundamente perjudicial para la cultura creativa del país. El intento de eliminarlo refleja la falsa premisa de que el apoyo federal a la cultura es innecesario, o incluso antiestadounidense, y que las artes son un campo de batalla legítimo en las guerras políticas de la nación.

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En 1989, la fotografía de Andrés Serrano “Piss Christ” -un proyecto apoyado por el NEA- fue desafiado por legisladores conservadores por motivos morales. Al año siguiente, las becas otorgadas a los artistas de performance Karen Finley, John Fleck, Holly Hughes y Tim Miller (apodados los Cuatro de NEA) fueron vetadas por el presidente de la dotación, John Frohnmayer, por supuesta indecencia. Los artistas llevaron al NEA a los tribunales, y en 1993 obtuvieron la restitución de sus subvenciones. Esas batallas ocurrieron hace mucho tiempo, pero el fondo sigue ensombrecido por la controversia.

Se trata de algo desafortunado por muchas razones, entre otras, porque oscurece en la mente del público una función central del NEA: apoyar la infraestructura artística de las comunidades.

En 2016, por ejemplo, el fondo destinó solo alrededor del 1% de su presupuesto, $1.5 millones, a subvenciones para traducciones y artistas individuales. El resto se empleó para apoyar a las organizaciones y agencias de arte en cada estado y territorio de los Estados Unidos.

A principios de este mes, la fundación anunció su primera ronda de financiación para 2018: más de $26 millones para organizaciones grandes y pequeñas. Esto incluye los casi $3.5 millones otorgados a 132 destinatarios en California.

Entre los beneficiarios locales se encuentran la Oficina de Educación del Condado de Los Ángeles, que recibió $100,000 “para apoyar el Technology Enhanced Arts Learning (TEAL), un proyecto de impacto colectivo para maestros y administradores de escuelas públicas”, y el Jazz Bakery de Beverly Hills, que usará su premio de $25,000 para apoyar espectáculos y actividades educativas.

The Cornerstone Theatre Company, en el Distrito de las Artes, recibió $30,000; ha pasado tres décadas desarrollando obras originales en comunidades como Watts y el Este de Los Ángeles. Otros $10,000 se concedieron a 826LA, para ayudar a financiar “un programa de escritura creativa y edición para jóvenes”.

Esos esfuerzos son precisamente lo que quiero que mis impuestos financien. Como observó una vez Kurt Vonnegut, “la participación en las artes -dibujar, bailar y todo eso- hace que el alma crezca. Es por eso que te involucras en ello. Así es como cultivas un alma”.

Lo mismo, sugeriría, es cierto desde la perspectiva del visitante al museo, o el lector, o el público de un teatro o concierto. Interactuar con una obra de arte es involucrarse en la empatía, entrar en la experiencia de otro, conectarse con su humanidad.

Esta es una intención, un efecto, que un buen gobierno debe valorar. Habla de lo que compartimos, de lo que tenemos en común, en lugar de aquello que nos separa.

El presidente, sin embargo, no está muy interesado en unificar impulsos. Sumado a ello, las artes también ofrecen un estímulo económico sustancial. Las industrias de las artes y la cultura son, o pueden ser, un importante impulsor financiero.

Un estudio del NEA de 2017, producido en parte como respuesta a los recortes presupuestarios propuestos el año pasado, traza los resultados claros de la inversión en las artes: en 35 categorías, las artes contribuyeron con cerca de $730 mil millones a la economía de los Estados Unidos. Cada dólar que otorga el NEA aumenta hasta otros $9 en otros privados y fondos públicos. En California, las industrias artísticas y culturales representan casi 675,000 empleos, con una compensación total de casi $74 mil millones anuales.

“Estadounidenses”, dijo Trump durante su discurso del Estado de la Unión, “llenen el mundo de arte y música”. Y, sin embargo, su insistencia en que el apoyo de las artes y la cultura no debe ser una misión del gobierno nos dice lo que realmente piensa sobre las artes.

Se puede argumentar que los artistas pueden verse comprometidos al aceptar dinero del estado. “Si cooperas con un gobierno culpable”, advirtió en una ocasión el poeta y editor Lawrence Ferlinghetti, “te vuelves culpable por complicidad”. Al mismo tiempo, como dijo el exvicepresidente Joe Biden en 2008, “muéstrame tu presupuesto y te diré qué valoras”.

Hace algunos años, trabajé en un panel del NEA, recomendando premios a los editores. Durante dos días, discutimos y debatimos docenas de libros y revistas literarias que representaban una amplia gama de voces y demografías. Ojalá pudiéramos haberlos financiado a todos.

No me refiero a que el NEA funcione como el soporte fundamental del arte, pero no hay una buena razón para reducir lo que es, en verdad, una parte minúscula del presupuesto federal. Se debe permitir que el fondo siga nutriendo el complejo ecosistema cultural de los Estados Unidos.

En cuanto a lo que sucederá a continuación, el retroceso ha sido inmediato: “Hay un viejo dicho, ‘el presidente propone y el Congreso dispone’”, le dijo el republicano Leonard Lance, copresidente del Caucus de las Artes del Congreso, al Washington Post. “Ganamos la pelea legislativa el año fiscal pasado, y lo haremos nuevamente este año”.

Aun así, el hecho de que tales recortes sean parte de la lista de deseos del primer mandatario, nos recuerda la antipatía de la administración hacia todo lo que no valora ni comprende.

Traducción: Diana Cervantes

Si quiere leer este artículo en inglés, haga clic aquí:

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