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Mediante la oferta de computadoras gratis, un pequeño distrito escolar de L.A. matriculaba estudiantes católicos de Bakersfield

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La primavera pasada, la hija de Katie Rivera regresó a casa desde la escuela católica St. Francis Parish School, en Bakersfield, con unos formularios poco comunes. En ellos, la escuela instaba a los padres a inscribir a sus hijos a un ‘programa piloto único’, que se impartiría en línea y sería dirigido por un distrito escolar público en el condado de Los Ángeles.

Cada estudiante que se matriculara en la Academia Virtual de Lennox obtendría un ordenador Chromebook gratuito para usar en la escuela, con acceso a clases en línea. Todos los padres debían llenar los formularios para autorizar a St. Francis a compartir información sobre sus finanzas y la salud de sus hijos con el Distrito Escolar de Lennox, ubicado a cien millas de distancia.

“Esperamos que esta asociación traiga muchos beneficios para los estudiantes de St. Francis”, escribió la directora Kelli Gruszka a los padres. “... es IMPERATIVO que cada familia con hijos entre los grados quinto y octavo devuelva el papeleo que se envía a casa hoy”.

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Lo que la carta no explicaba eran los beneficios financieros del arreglo. Al inscribir a estos estudiantes, Lennox ganaría millones en fondos estatales adicionales. St. Francis también se beneficiaría. Como parte del trato, la escuela recibiría una cuota por cada alumno participante.

La propuesta formaba parte de un plan de expansión poco ortodoxo por parte de un pequeño distrito escolar público, ubicado a tres millas del Aeropuerto Internacional de Los Ángeles.

Que Lennox haya creado una escuela virtual no es algo tan destacable. Las escuelas públicas en línea funcionan en California de muchas formas imaginables; algunas atienden a los estudiantes en casa; otras se centran en alumnos retrasados en la currícula. Muchas son charter que deben rendir cuentas a las juntas escolares que las autorizan, pero un puñado de ellas son dirigidas por distritos públicos que responden principalmente a sí mismos.

La Academia Virtual de Lennox funcionó en algo que los expertos legales consideran un ambiente regulatorio turbio. Aun así, se destacó tanto por matricular a estudiantes que ya asistían a la escuela en otro lugar como por su disposición -en asociación con escuelas católicas- para poner a prueba los límites de la separación entre la iglesia y el estado, algo particularmente estricto en California.

La descripción del programa piloto alarmó a Rivera, quien es abogada y afirmó que el pedido no se trataba de firmar un formulario ordinario. “Tenía señales de alarma por todas partes”, precisó sobre el papeleo, “particularmente en una sección que decía: ‘Todos nuestros estudiantes de quinto a octavo grado quedarán inscritos en ambas escuelas’”.

La mujer se preocupó aún más cuando le preguntó a un administrador de St. Francis cómo podía ser legal para una escuela católica obtener una tecnología tan cara de forma gratuita por parte de un distrito escolar público. La respuesta fue que la escuela estaba aprovechando una ‘laguna jurídica’. Los funcionarios de St. Francis se negaron a hacer declaraciones para este artículo, pero la Diócesis de Fresno y el Distrito Escolar de Lennox defendieron el acuerdo como legal.

Rivera se negó a firmar los formularios. “No puede haber una laguna en la ley que otras escuelas privadas no estén usando”, señaló. “Si suena demasiado bueno para ser cierto, probablemente es porque no es cierto”.

La inscripción había disminuido en el Distrito Escolar de Lennox por más de una década cuando el distrito decidió abrir la academia virtual, en 2016, como parte de un esfuerzo para atraer más estudiantes. Para entonces, la población estudiantil se había reducido a 5,055, casi un 25% por debajo de lo que había sido en 2006. Los empleados de Lennox eran alentados a reclutar hijos de amigos y familiares, explicó el superintendente Kent Taylor, y los funcionarios estaban ansiosos por recibir a estudiantes de otros lugares que quisieran trasladarse.

La Academia Virtual de Lennox matriculó a unos 400 estudiantes el año pasado, informó Taylor. “Intentamos estar a la vanguardia para asegurar que la vida de los estudiantes cambie y su futuro pueda ser grande”, remarcó, acerca de la escuela en línea. “Lo que es realmente importante aquí es lo que los alumnos sacan de todo esto”.

En tanto, lo que Lennox sacó de todo ello fueron más niños, lo cual se tradujo en más dinero. Ese año, de acuerdo con datos de educación estatal, la financiación estatal del distrito aumentó en al menos $3 millones, ya que la matrícula general creció fuertemente, en gran parte a través de los estudiantes inscritos en la academia virtual.

Las escuelas católicas de todo el país vienen luchando con la inscripción también, y algunas se han visto obligadas a cerrar sus puertas. La oferta de Lennox, de tecnología gratuita para el aula, llegó en un momento oportuno.

Al igual que St. Francis, por lo menos tres escuelas católicas en el sur de California matricularon alumnos en la academia virtual, según entrevistas. La Arquidiócesis Católica de Los Ángeles dijo que St. Joseph School, en Hawthorne, y St. John Chrysostom Catholic School, en Inglewood, firmaron contratos con Lennox el pasado año escolar.

Resurrection Academy, en Fontana, comenzó a participar este año, según la Diócesis de San Bernardino. La asociación con Lennox “es realmente positiva para Resurrection Academy”, manifestó John Andrews, portavoz de dicha diócesis. “Sé que mantener la inscripción es una lucha allí y que tener los medios para hacer una iniciativa tecnológica que ofrezca un dispositivo por estudiante es un verdadero desafío”. Contar con Chromebooks para cada alumno, destacó, “crea una sensación de emoción y definitivamente hace que la escuela sea más comercializable para las familias en el área de Fontana y Rialto”. Se espera que los estudiantes de Resurrection Academy estén en línea al menos dos horas al día, y Lennox ha expandido las opciones de cursos. En cuanto a la naturaleza de la asociación, la diócesis la aprobó, destacó Andrews.

La Arquidiócesis de Los Ángeles también examinó conscientemente la oferta, destacó el superintendente de escuelas católicas, Kevin Baxter. Había muchos aspectos positivos en la oferta de Lennox y el distrito escolar pagó a las escuelas católicas honorarios mensuales de $165 dólares por cada niño matriculado. El distrito también mejoró la red de Wi-Fi en St. John Chrysostom.

A Rocío Mendoza, cuyos dos hijos asisten a St. Joseph, le gustaban las mejoras. Sus niños disfrutaban de usar los Chromebooks y las clases en línea, y los administradores de St. Joseph habían asegurado a los padres que no cambiaría nada en el énfasis religioso de la escuela. “Ellos seguían siendo estudiantes católicos. Sólo nos hacían firmar para conseguir los Chromebooks”, relató Mendoza. “A todos nos vendieron eso”.

Pero a medida que el año pasaba, la arquidiócesis se preocupó por sus interacciones con Lennox. Los abogados de la arquidiócesis quisieron asegurarse de que el estado y los funcionarios de Educación del condado habían aprobado la academia virtual y su extraño arreglo de inscripción. Había numerosas preguntas acerca de la legalidad de matricular a alumnos católicos en un programa escolar público, y pidieron una reunión cara a cara con funcionarios de Lennox. “Era difícil obtener respuestas y conseguir reuniones programadas”, relató Baxter. “Pensamos entonces que lo mejor para nuestras escuelas era disolver la sociedad”.

Al final del año escolar, St. Joseph y St. John Chrysostom abandonaron el programa y devolvieron los Chromebooks a Lennox.

El superintendente de Lennox, Taylor, describió la relación del distrito con la arquidiócesis como respetuosa, y dijo que ambos lados habían trabajado por los mejores intereses de los estudiantes. “Esperamos trabajar nuevamente con ellos en el futuro”, expresó.

En Bakersfield, donde St.Francis era la única escuela católica que había probado el programa, la diócesis de Fresno examinó la oferta de Lennox y declaró que sonaba bien, indicó la superintendente de la diócesis, Mona Faulkner.

Los Chromebooks tenían una exigencia a cambio, destacó la funcionaria: los estudiantes católicos debían conectarse a la Academia Acellus, un programa de trabajo de la escuela virtual, por una cantidad de tiempo al día. Este permitía que Lennox afirmara al estado que los niños, si bien iban a la escuela católica, estaban matriculados a tiempo completo en la Academia Virtual de Lennox.

Varios profesores de St. Francis y padres afirmaron en entrevistas que la escuela apenas usaba las lecciones de Acellus. Aunque recibía dinero de Lennox, St. Francis siguió actuando como siempre, cobrando la cuota escolar y enseñando su propio plan de estudios imbuido por la religión.

No está claro cuánto uso de las clases en línea hicieron las otras escuelas, y los funcionarios de Lennox se negaron a revelar los requerimientos de los contratos con el distrito.

El 4 de agosto, el director de St.Francis envió a los padres por correo electrónico un nota donde decía que la escuela ampliaría la sociedad por otro año. Dos semanas más tarde, en tanto, -días después de que el Times se pusiera en contacto con St. Francis- la escuela repentinamente cambió de parecer. El 18 de agosto, Faulkner envió por correo electrónico a los reporteros del Times un mensaje donde decía que St. Francis había finalizado su relación con Lennox y reconoció que la academia le había pagado a St. Francis. El dinero, dijo, había entrado en un fondo de ayuda financiero para alumnos, pero se rehusó a decir cuánto exactamente había recibido la escuela.

Cuando se le preguntó por qué la escuela católica había cortado lazos con Lennox, Faulkner respondió que el plan de estudios en línea ofrecido por el distrito no cumplía con los estándares de St. Francis. “Mi única preocupación como superintendente era si el plan de estudios era riguroso y tenía profundidad suficiente para nuestros estudiantes, y la escuela decidió que no era así”, comentó. “Había ciertos capítulos que no íbamos a enseñar en absoluto porque podían tener diferencias con nuestra fe”.

El resultado parece indicar que Lennox no promovía el reclutamiento de estudiantes de escuelas privadas. A finales de los años 1990, Cato School of Reason, una escuela charter de Victorville para niños que estudian en casa, comenzó a contar a alumnos de escuelas privadas que pagaban una cuota escolar como propios, a menudo sin el conocimiento de los padres. A las escuelas participantes se les prometían libros, computadoras y una parte de la financiación estatal de Cato.

La inscripción de Cato se elevó a 3,500 estudiantes, lo cual hizo ingresar millones de dólares en financiación estatal, antes de que el distrito cerrara, en 1998, por supuestas malversaciones.

Taylor, en una entrevista, afirmó que la idea de abrir la Academia Virtual de Lennox había surgido de un asesor. Desde su perspectiva, las escuelas católicas participantes eran centros donde los estudiantes virtuales se encontraban para hacer trabajos en línea. Taylor describió a los participantes como alumnos públicos, aunque sus padres pagaran miles de dólares cada año en la cuota escolar católica.

La escuela virtual también inscribia a estudiantes en casa, y que pertenecían a otras afiliaciones religiosas, destacó. “Este programa no es católico”, insistió Taylor. “Se trata de que el padre tenga el derecho de matricular a sus niños en una escuela pública; cualquier estudiante, sin tener en cuenta su etnia, género, LGBT o si son niños que estudian en casa”.

Mientras los alumnos que participaban no estuvieran matriculados en otros distritos escolares públicos, no había barreras legales para su participación, indicó Taylor. Los funcionarios de distrito de Lennox se negaron a contestar preguntas específicas sobre los ingresos de la academia y sus gastos, incluso sobre los servicios y el equipo proporcionado a las escuelas católicas. Cuando se les preguntó si el distrito había buscado guía legal antes de lanzar el programa, los funcionarios manifestaron que sí, pero se negaron a compartir más detalles.

En un correo electrónico a los reguladores estatales, un asesor de Lennox sugirió que el distrito sabía que esto ponía a prueba la separación entre iglesia y estado, y describió a las escuelas católicas como “proveedores” que arrendaban la propiedad a la Academia Virtual de Lennox. En sus contratos, remarcó, Lennox les exigía abstenerse de ofrecer la instrucción religiosa mientras los estudiantes de la academia virtual trabajaban en sus “sesiones de laboratorio”.

No se sabe si tales sesiones fueron empleadas en profundidad. En St. Francis, Acellus se empleaba con poca frecuencia en algunas aulas y, en abril, el director envió a los profesores un correo electrónico donde los instaba a hacer más uso del programa. “Me gustaría sugerir que cada uno de ustedes lo incorpore unos 10-15 minutos en sus planes de clases diariamente, de ser posible”, escribió Gruszka. “Acabamos de recibir nuestro segundo cheque del distrito escolar de Lennox [sic] y deberemos devolverlo si no hacemos progresos”.

Formulando el arreglo como un pago a escuelas católicas por alojar y ayudar a los estudiantes de la Academia Virtual de Lennox, el distrito funcionaba en los bordes de la legalidad, señalaron los expertos.

La constitución de California coloca una barrera alta entre iglesia y estado, que explícitamente impide otorgar dinero público “para el apoyo de cualquier escuela sectaria o confesional, o cualquier escuela no en control exclusivo de funcionarios de las escuelas públicas”. Si bien las sociedades entre escuelas religiosas y públicas son bastante comunes, el Times no pudo hallar ningún otro ejemplo de alumnos que simultáneamente estén matriculados a tiempo completo en ambas.

El aspecto más preocupante del arreglo, para los expertos legales, era que Lennox había incluido a los estudiantes católicos en su inscripción para atraer más financiación estatal.

Si los estudiantes cumplían con todo un día de educación secular, el arreglo podría cumplir con la ley estatal, estimó Stephen Sugarman, profesor de derecho de Berkeley.

“¿Pero dónde está el día de sustancial educación no religiosa?”, se preguntó. Sin ese estándar, destacó Sugarman, “no se trata de una escuela de aprendizaje a distancia auténtica”. Los distritos escolares sólo tienen derecho a la financiación estatal de estudiantes que están “genuinamente matriculados”, destacó el profesor.

Los padres no fueron los únicos que mostraron dudas sobre la sociedad. En un correo electrónico de mayo pasado, un asesor de Lennox preguntó los reguladores: “¿Surgiría alguna preocupación por aquellos estudiantes que tienen doble matriculación en una escuela privada?”. No hubo respuesta.

Pese a que se les pidió repetidamente para este artículo clarificar si las sociedades de Lennox eran legales, los funcionarios del Departamento de Educación de California no respondieron. En tanto, el Departamento de Educación de los EE.UU. consideró que el tema era “una cuestión local”, y que las preguntas debían dirigirse a los funcionarios locales o estatales.

Para algunos padres de St. Francis, la sociedad con Lennox también generaba inquietudes éticas. Jenny Mancilla, quien dio clases en dicha escuela hasta hace dos años, sacó a sus dos niños de allí el mes pasado, en protesta. “Es enfermizo pensar en que las personas que instaron todo esto son supuestamente gente de fe; ellos deberían infundir valores, transparencia y todo eso”, expuso Mancilla. “Ha sido un poco triste”.

Traducción: Diana Cervantes

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