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Los colegios comunitarios ofrecen educación para los trabajos que Trump sigue prometiendo; entonces, ¿por qué los castiga tanto?

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“No sé lo que significa un colegio comunitario”, afirmó el presidente Trump la semana pasada, durante un discurso en el noreste de Ohio. “Llamémoslo vocacional y técnico. La gente sabe lo que significa eso”. El primer mandatario hizo comentarios similares en West Virginia hace dos meses, y nuevamente en marzo, durante un foro en la Casa Blanca sobre educación.

Los resultados de las elecciones presidenciales de 2016 deberían haber dejado algo muy en claro: la movilidad social y económica es lo más importante para los estadounidenses. Entonces, ¿por qué el presidente sigue menospreciando los colegios comunitarios?

Para las personas como yo, que trabajamos en ellos, sus sentimientos son particularmente desalentadores porque revelan un profundo malentendido acerca de los beneficios que brindan los colegios comunitarios, en un momento en que se les necesita desesperadamente. Entonces, mientras nuestros estudiantes regresan de las vacaciones de primavera, quizás Trump debería visitar uno de los 1,100 colegios comunitarios para ver por sí mismo el valor que le dan a nuestra economía y a nuestra democracia.

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En todos sus discursos, el presidente repite una anécdota sobre un compañero de clase que “no iba a ser Einstein, académicamente hablando”, pero que podía reparar un motor con los ojos vendados. Incluso su concepto de educación profesional sigue estancado en la era industrial. La inteligencia artificial, la automatización y el aumento de la economía en el campo de la tecnología están cambiando la naturaleza del trabajo y las habilidades necesarias para participar en este nuevo sistema. Todavía hay buenos empleos para los trabajadores sin licenciaturas, pero están pasando de ser empleos para obreros a trabajos para las industrias de servicios calificados, que exigen al menos alguna educación y capacitación posterior a la escuela preparatoria.

Los institutos de educación superior son la opción más económica para obtener empleos con buenos sueldos. Además, ofrecemos oportunidades para transferir a instituciones con carreras de cuatro años. No hay que equivocarse, la universidad comunitaria es la universidad. Educamos a futuros soldadores y doctores; mecánicos y arquitectos, enfermeras y líderes empresariales.

Las universidades comunitarias de California tienen 114 campus y 2.1 millones de alumnos -una inscripción que supera en más del 250% el tamaño combinado de los sistemas de UC y Cal State-. Alrededor del 40% de nuestros estudiantes son los primeros en su familia en asistir a la universidad. Hacen malabares con sus clases con responsabilidades laborales y familiares; muchos luchan contra la inseguridad alimentaria y la falta de vivienda. Los alumnos en el programa DACA (Acción Diferida para los Llegados en la Infancia) viven con temor de una posible deportación.

Para muchos de ellos, somos su vía a la clase media, pero necesitamos los recursos para servir a todos. Las brechas de logro que se imponen según raza, etnia, edad y región persisten, a tasas inaceptables. Demasiados estudiantes tardan mucho tiempo en obtener sus certificados o títulos, o para transferirse. También necesitamos brindar un mejor servicio a los adultos que trabajan y no pueden acceder a uno de nuestros campus debido a compromisos laborales y familiares. En California, por ejemplo, estamos estableciendo una universidad en línea, personalizada y flexible, para ayudar a estas personas a adquirir habilidades y certificados a corto plazo, que les permitan avanzar en sus sitios de trabajo.

Para que los Estados Unidos expandan su prosperidad económica, la Casa Blanca necesita trabajar y fortalecer los colegios comunitarios. En cambio, el presidente propuso recortes a los programas de capacitación y educación de la fuerza de trabajo (el Congreso, afortunadamente, lo rechazó en el proyecto de ley ómnibus promulgado recientemente). La Casa Blanca podría presionar para obtener más ayuda financiera conforme las necesidades, pero la rama ejecutiva está tratando de revertir las protecciones al consumidor para los estudiantes perjudicados por universidades con fines de lucro.

Soy optimista sobre el futuro de los colegios comunitarios y su poder para transformar las vidas de los estudiantes, y el presidente debería serlo también. Tomemos en cuenta solo algunos logros recientes aquí, en California: en Río Hondo Community College, en Whittier, los alumnos se inscriben en un programa de certificación de vanguardia para aprender a reparar automóviles Tesla. Un equipo de Santa Rosa Junior College acaba de ganar el Campeonato Nacional de Debate Colegiado, compitiendo contra UC Berkeley para convertirse en los primeros ganadores de una universidad con carreras de dos años. En todo nuestro sistema, decenas de miles de alumnos recientemente recibieron cartas de aceptación para ser transferidos a Cal State y UC y comenzar sus licenciaturas en el otoño.

La primavera es un buen momento para visitar los campus, señor presidente.

Eloy Ortiz Oakley es rector de los Colegios Comunitarios de California, el sistema más grande de educación superior pública en el país.

Para leer este artículo en inglés, haga clic aquí:

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