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El aprendizaje importa: la educación técnica profesional va más allá de lo académico y económico

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Cuando visito y escucho acerca de programas de medios digitales y robótica en nuestras escuelas, continuamente me vienen a la mente los dos argumentos principales postulados para la expansión de la educación técnica profesional, o CTE por sus siglas en inglés. Uno es académico y el otro es económico.

Los programas CTE han sido una corrección importante para un sistema educativo que en los últimos 100 años se ha divorciado de la vida real, aislado en silos académicos e irrelevante en la mente de muchos estudiantes.

Los investigadores de la educación apuntan a datos que muestran cómo la adquisición de conocimientos técnicos y la experiencia laboral mejoran la comprensión y el logro académico. También que el estudio de las artes digitales y la robótica pueden mejorar el rendimiento de los alumnos en matemáticas o física.

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Particularmente para los estudiantes que tienen dificultades académicas, la CTE es una manera de cerrar la brecha de rendimiento y mejorar las tasas de graduación de la universidad, siempre y cuando no se convierta en un programa “para aquellos que no buscan una carrera universitaria”. La investigación apoya los programas CTE para que todos los alumnos puedan tener éxito en alguna forma de instrucción postsecundaria, ampliamente entendida como necesaria para un empleo bien remunerado.

El argumento académico se relaciona directamente con el económico. Tanto los economistas como los empleadores observan la creciente necesidad de trabajadores calificados que puedan hacerse cargo de los empleos de los “Baby Boomers” jubilados, y satisfacer las necesidades cada vez más técnicas de los empleadores en todas las industrias.

Los legisladores, departamentos gubernamentales y las fundaciones benéficas quieren que sus fondos de subvenciones de educación profesional conduzcan a puestos de trabajo en sectores económicos con buenas perspectivas de empleo, como las artes digitales.

Sin embargo, a pesar de mi defensa de la CTE, me preocupan los mensajes que enviamos mientras promovemos estos programas. Hablamos mucho sobre lo que les espera a los estudiantes: buenas universidades o empleos bien remunerados “a partir de los $70,000 o $100,000 dólares” al año, pero ¿estamos hablando lo suficiente acerca de cómo pueden ayudar a mejorar el mundo en el que vivirán?

Estamos enseñando a los alumnos a hacer películas, pero ¿están aprendiendo lo suficiente sobre la vida para crear contenidos que valgan la pena compartir? Al preocuparme por el equilibrio entre la CTE y las artes liberales, y reflexionar sobre los propósitos de la educación pública, no puedo dejar de pensar en las palabras del conocido residente de Glendale y exlíder juvenil de nuestros hijos, Don Galleher: “El ánimo sin propósito es insignificante”.

Afortunadamente para mi propia motivación, recientemente conocí a una joven cineasta que me recordó cómo el desarrollo temprano de los conocimientos técnicos y la motivación para el aprendizaje pueden ir de la mano.

Monica Zinn es una cineasta de 24 años de edad, que se graduó de la Academia Fairfax para la Comunicación y las Artes en el condado de Fairfax, Virginia, y se trasladó a California para asistir a la escuela de cine de la USC. Ahora trabaja en Los Ángeles en dos proyectos cinematográficos y me contactó después de leer una de mis columnas sobre arte y educación técnica, interesada en compartir su experiencia con otros alumnos.

Nos reunimos para tomar un café, después de haber visto parte de su trabajo, y muy pronto me convertí en la estudiante, aprendiendo no sólo acerca de su programa de preparatoria, sino sobre los temas serios e importantes que ha explorado.

Para su proyecto de preparatoria, motivada en parte por la experiencia de algunos de sus compañeros de clase, Zinn llevó a cabo un estudio sobre trastornos de la alimentación. Zinn acredita la tutoría de una maestra que ayudó a guiar sus ideas y la participación de expertos en salud mental para el éxito de su película documental, titulada “Perfection”, que atrajo la atención tanto de la CSPAN como de Scholastic.

“Todo el mundo sufre, y todos lo afrontan”, me dijo, mientras hablaba sobre sus películas. La chica quiere que más estudiantes tengan acceso a información sobre formas más saludables de lidiar con esos temas.

Karen Carlson, coordinadora de servicios de salud mental para el Distrito Escolar Unificado de Glendale, afirmó la necesidad de tener más acceso a la información de salud mental. En los últimos seis años, dijo, se quintuplicó el número de estudiantes que necesitan servicios de salud mental, de 60 a 300 alumnos, de una población estudiantil de 26,000. Carlson también se complació en informar que 600 empleados recibirían entrenamiento de prevención de suicidios esta semana.

Monica Zinn espera que sus películas, que ya se muestran en 300 escuelas de todo el país, ayuden a llevar una educación de salud mental más confiable a las escuelas. Su proyecto actual es una serie sobre estrategias adaptativas de afrontar estos temas, que incluye “primeros auxilios emocionales”.

La joven cineasta tiene mucho que compartir, tanto sobre los programas CTE de la escuela preparatoria que funcionan bien como sobre asuntos de importancia crítica para los adolescentes y adultos jóvenes. Hablar con ella fue un refrescante recordatorio de que el propósito de la educación va más allá de lo académico y lo económico; se trata de encontrar -y comunicar-formas de mejorar las vidas.

Traducción: Diana Cervantes

Si quiere leer este artículo en inglés, haga clic aquí

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