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Después de 20 años, el costoso proyecto de construcción de escuelas del LAUSD finalizó esta semana con la apertura del innovador campus de Maywood

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Hubo un tiempo en el que las escuelas de Los Ángeles estaban atestadas de alumnos al punto de estallar, y los funcionarios parecían incapaces de construir un solo edificio nuevo.

El segundo sistema de educación más importante de la nación se vio obligado a operar muchos campus bajo el ciclo de año redondo, algo que hace difícil mantener el orden y la limpieza, recorta el año académico por 17 días y priva a algunos estudiantes del acceso a clases de honores y electivas.

Después de varios costosos tropiezos, el Distrito Escolar Unificado de L.A. (LAUSD) finalmente logró ponerse en marcha al construir 131 campus modernos.

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Este martes, la inauguración del Maywood Center for Enriched Studies -valuado en $160 millones de dólares y ubicado en el sureste de Los Ángeles- marcó el final del máximo proyecto de construcción de escuelas a nivel nacional, que fue financiado con $10,000 millones de dólares y se prolongó por 20 años. La inauguración del nuevo campus también significará que Bell High School, la última escuela que funcionaba durante todo el año, por fin vuelva a un horario tradicional.

El sistema escolar de hoy en día es sorprendentemente diferente del existente cuando comenzó la construcción. En 2000, 77,000 estudiantes asistían a clases en calendarios escalonados durante todo el año y 12,000 eran trasladados en autobuses porque no había espacio para ellos en sus escuelas locales.

Cada alumno ahora puede asistir a una escuela del vecindario, y éstas ya no están superpobladas. La matrícula se está reduciendo en lugar de expandirse, e incluso algunos de los nuevos campus tienen problemas para llenar sus salones de clase. Mientras tanto, los $5,000 millones restantes de la financiación para construcción no es suficiente para renovar todos los campus más antiguos, y el distrito podría tener dificultades para mantener sus nuevas escuelas.

Sin embargo, la apertura de la escuela, esta semana, fue vista como un logro importante por los funcionarios del distrito que han pasado por muchos problemas.”Esto no es sólo la celebración de la finalización de una escuela, sino de un programa completo”, afirmó el director ejecutivo de instalaciones Mark Hovatter. “Nos comprometimos a que cada estudiante tenga derecho a asistir a una escuela local sin tener que asistir a un programa durante todo el año”.

Esta fórmula funciona para la alumna de décimo grado Angela Díaz, quien se transfirió de la bien considerada Bravo Medical Magnet High School, en Boyle Heights, al campus de Maywood que está a sólo 10 minutos en coche desde su casa, en Cudahy. Díaz ya no debe coger un autobús a las 6:30 a.m., y es más fácil hacer prácticas de pista y otras actividades extracurriculares.

En las décadas de 1970 y 1980, cuando las escuelas de los barrios de bajos ingresos y de inmigrantes se llenaban a toda su capacidad, el sistema escolar no podía conseguir que dos tercios de los votantes apoyaran un bono escolar.

Un equipo del distrito, en un momento desesperado, trató de aumentar los ingresos para la construcción de escuelas a través de un plan para combinar un campus y desarrollar la venta al por menor, en el sitio del histórico Ambassador Hotel. Ese proyecto se estancó en un litigio con Donald Trump, quien quería que la tierra fuera el sitio del edificio más alto del mundo. El distrito intentó nuevamente al oeste del centro con el Belmont Learning Complex, que fue abandonado y quedó construido a medias cuando se esparcieron rumores sobre los peligros del campo petrolífero subterráneo en la zona.

La iniciativa de la construcción en todo el distrito comenzó en 1997, con el paso de la Proposición BB, que superó la oposición prometiendo proyectos específicos en cada escuela del distrito. Sin embargo, a dichas promesas nunca se les asignó un presupuesto, y rápidamente quedó en claro que muchas de ellas nunca se harían realidad.

El distrito también intentó construir escuelas en sitios tóxicos; sin embargo, se encontró enredado con limpiezas costosas y edificios potencialmente peligrosos.

En 2000, el por entonces nuevo superintendente, Roy Romer, se comprometió a eliminar la superpoblación escolar a través de una serie de emisiones de bonos; también tomó un riesgo potencialmente devastador. En lugar de especificar que una emisión de bonos pagaría por un conjunto de proyectos desde el principio hasta el final, utilizó los fondos iniciales para comenzar la construcción en todo el distrito. Si los bonos posteriores no hubieran sido aprobados, habría quedado con poco más de 100 hoyos en el suelo. Algo clave en la historia fue que el apoyo necesario para aprobar un bono se había reducido al 55%.

La división de instalaciones inactivas debía construirse desde cero, por lo cual Romer trajo a un equipo de gerentes de construcción de la Marina.

La Junta Escolar también acordó dar a las instalaciones independencia de división. Las escuelas y los proyectos de modernización se encararían donde fuera necesario y no se dividirían uniformemente entre los siete distritos de los miembros del consejo.

Eventualmente, el LAUSD incluso resucitó los proyectos Belmont y Ambassador, porque las aulas eran necesarias, a pesar de que su costo combinado -de casi $1,000 millones- atrajo la atención nacional. Lo mismo ocurrió con el plan de usar el dinero del bono para proporcionar iPads a cada estudiante, así como a maestros y administradores; el plan finalmente fue cancelado.

Durante un tiempo, parecía que el dinero de la construcción podía agotarse antes de que el trabajo estuviera terminado, pero la disminución de la matrícula alivió la presión. La reducción de la inmigración, las tasas de natalidad más bajas y la gentrificación son parcialmente responsables de ello. Lo mismo ocurre con las escuelas charter -cada vez más numerosas-, impulsadas por dólares de filántropos y por críticos de las escuelas públicas tradicionales.

Lecciones aprendidas

Los funcionarios de Los Ángeles y contratistas del distrito unificado han aprendido mucho sobre la construcción de escuelas, de una manera que resulta evidente en el campus de Maywood.

Por un lado, se volvieron cautelosos de construir en sitios tóxicos y decidieron abandonar el lugar industrial original que habían seleccionado. En cambio, desalojaron a los residentes y las pequeñas empresas de un sitio alternativo, de nueve acres. La ciudad de Maywood demandó sin éxito para detener los desalojos. En última instancia, los varios reveses retrasaron el proyecto cinco años.

Al igual que otras nuevas escuelas, este campus terminado también funcionará como un centro comunitario. El edificio central de aulas puede permanecer con total seguridad mientras que otras porciones permanecen accesibles al público. Una clínica de salud funciona directamente al exterior, así como el auditorio, los campos deportivos y una biblioteca que los estudiantes pueden usar hasta las 7 p.m.

La biblioteca ejemplifica el diseño cuidadoso. Las estanterías en el centro de la habitación llegan hasta el pecho, lo que permite una supervisión más fácil por parte del personal limitado. La pared frontal es de cristal, con una sombrilla eléctrica que puede usarse según sea necesario. También hay una claraboya, aunque la habitación se puede oscurecer por completo para ver películas o presentaciones de diapositivas. Los sillones y sillas tienen tomas de corriente incorporadas y puertos USB para teléfonos móviles (no había teléfonos inteligentes cuando comenzó el proyecto de construcción.)

Para animar a los estudiantes a reunirse, gran parte de los muebles -en diferentes alturas y estilos- se mueven fácilmente. Una de las entradas de la biblioteca se abre a un pequeño anfiteatro. Además de la cafetería principal, los alumnos pueden congregarse en tres áreas de comedor más pequeñas.

Para proporcionar seguridad sin la apariencia de una penitenciaría, los propios edificios forman gran parte del perímetro y el resto del vallado luce más artístico que inquietante. Cristal resistente a las fracturas sustituye las barras antirrobo.

El distrito también aprendió lecciones sobre economía y eficiencia. Los pisos, por ejemplo, son un compuesto de hormigón con un acabado brillante, más fácil y menos costoso de mantener que los azulejos.

El diseño exterior y el canal de drenaje del techo canalizan el agua de lluvia hacia jardines tolerantes a la sequía, donde los contaminantes se filtran antes de que el agua entre en los desagües públicos.

Otra lección que el distrito aprendió es que podía ser duramente criticado por campus financiados por los contribuyentes y que los críticos consideraban extravagantes, como el complejo Robert F. Kennedy, en el sitio del antiguo Ambassador Hotel, donde Kennedy fue asesinado. Ese diseño recreó las características del hotel en la nueva escuela.

La mayoría de las escuelas del nuevo distrito tienen un interior de avanzada; los exteriores son coloridos pero arquitectónicamente usuales.

“Con las escuelas públicas hay que intentar obtener lo máximo por cada dólar”, afirmó Ben Levin, director y arquitecto sénior para el Grupo DLR, que diseñó la escuela Maywood, en tonos que cambian de un edificio a otro. “La gente está asombrada por el color, y es algo tan simple”, explicó. “El color es gratis”.

Los propietarios pagarán bonos por la construcción de la escuela hasta después de 2040. En la actualidad, estos cuesta $131 por cada $100,000 del valor de la propiedad evaluada.

En otra época, Maywood podría haber estado llena, pero incluyó más asientos de lo necesario para posibilitar que Bell High retorne a un calendario escolar tradicional. Por ello, el distrito hizo del nuevo campus una escuela magneto regional, abierta a estudiantes de toda la ciudad, similar al popular Los Angeles Center for Enriched Students, de Mid-City. Al igual que LACES, el nuevo “MaCES” recibe a estudiantes entre sexto y doceavo grado.

El concepto parece haber funcionado. El director, Gabriel Durán, dice que ahora tiene una lista de espera.

Traducción: Diana Cervantes

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