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Columna The Whiteboard Jungle: las habilidades de escritura de los estudiantes siguen en descenso

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En el curso de los años en que he sido profesor de inglés, ha habido una disminución constante en las habilidades de escritura de los estudiantes.

Cada vez que asigno una tarea importante de escritura, que tenga varias páginas de longitud, me preparo para la avalancha de trabajos a punto de ser entregados. No es el gran volumen de más de 100 ensayos presentados en un día lo que me hace contener la respiración; es la mala calidad lo que me preocupa.

Puede ser muy desalentador leer cómo escriben los estudiantes avanzados y darse cuenta de que estos jóvenes, los mejores de su clase, luchan por organizar sus pensamientos pero son incapaces de formar un argumento claro.

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Las razones de esta disminución no requieren un estudio del Instituto Brookings. Los niños están leyendo menos, y los maestros están asignando menos tareas de escritura.

En la última ronda de ensayos que califiqué, un tercio de los trabajos no mencionaban la literatura que era el tema central en la introducción. En los trabajos que sí lo hacían, sus autores -alumnos de 15 años de edad- no marcaban correctamente el título del libro.

Como encender y apagar el motor de un automóvil, sus ensayos comenzaban, terminaban y comenzaban de nuevo en sólo dos párrafos, cada uno parecía un nuevo comienzo, sin transiciones o hilos en la tesis.

A menudo oscilaban en los tiempos verbales presente y pasado, y el pronombre singular y plural en la misma oración.

Más aún, algunos estudiantes decidieron analizar la versión cinematográfica de la obra, no el libro en sí, tal vez porque no lo habían leído.

Les enseño a mis alumnos que la mejor herramienta de prevención de errores al escribir es leer su ensayo en voz alta; pocos lo hacen, como lo demuestran las decenas de errores tipográficos no detectados por un corrector automático. ¿Qué otra cosa explica que no se capitalicen los nombres de los personajes o que se escriban mal?

Les pregunté a mis estudiantes cuántos de sus maestros (además de mí) exigían que escriban un ensayo expositivo: el 53% respondió que uno, el 14% afirmó que ninguno.

Por supuesto, los jóvenes no tienen que crear ensayos completos para practicar la escritura; pueden mostrar su pensamiento en respuestas de oraciones múltiples para los exámenes. Les pregunté a mis alumnos sobre esto. Mientras que el 40% respondió que hay dos o más maestros que administran ese tipo de pruebas, el 32% sólo tiene un maestro que lo hace, y el 28% no tiene ninguno. Eso significa que, la mayoría de las veces, los chicos toman exámenes de opción múltiple, que no requieren más escritura que rellenar un espacio en blanco.

Recordemos que estos estudiantes toman otras clases de colocación avanzada, los cursos más rigurosos que la escuela tiene para ofrecer. Pensemos entonces en la poca escritura que se debe exigir en las clases regulares.

Los profesores de nivel secundario, especialmente quienes no enseñan inglés, necesitan que los alumnos lean críticamente y escriban con análisis con la mayor frecuencia posible. Si la práctica de la escritura es tan poca, los jóvenes entran a la universidad con una gran desventaja.

Mi hijo, quien cursa el primer año de la universidad, reconoció que sólo un par de sus clases de preparatoria lo prepararon para el nivel de escritura y lectura requeridas en la universidad; esto proviene de alguien que tomó varias clases de Colocación Avanzada. Aunque todos los cursos eran catalogados como de “preparación universitaria”, pocos merecían esa distinción.

Si una de las misiones de la secundaria es preparar a los estudiantes para el trabajo a nivel universitario, estamos haciendo una tarea miserable.

¿Podría esto explicar, en parte, por qué sólo el 21% de los estudiantes de primer año de Cal State University terminan sus carreras en cuatro años?

Encontrar una tarea estudiantil que no esté plagada de errores es tan raro como encontrar un espacio para aparcar en Glendale Galleria durante el Black Friday. Y cuando hay un ensayo bien escrito, con una introducción llamativa, un argumento fuerte y citas que apoyen observaciones astutas, el maestro quiere gritar “¡aleluya!”, con algo de esperanza en los jóvenes de los Estados Unidos. Claro, hasta la próxima pila de ensayos.

BRIAN CROSBY es profesor en el Distrito Escolar Unificado de Glendale y autor de “Smart Kids, Bad Schools” y “The $ 100,000 Teacher”. Puede ser contactado en www.brian-crosby.com.

Traducción: Diana Cervantes

Si quiere leer este artículo en inglés, haga clic aquí

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