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A dos años de la catástrofe del edificio Rana Plaza, niegan derechos a trabajadores

The collapsed Rana Plaza garment factory building is seen from a building nearby as a crane prepares to lift the fallen ceiling in April 2013.
The collapsed Rana Plaza garment factory building is seen from a building nearby as a crane prepares to lift the fallen ceiling in April 2013.
(Wong Maye-E / Associated Press)
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Los trabajadores del sector de la industria indumentaria en Bangladesh enfrentan condiciones laborales precarias y agresiones contra quienes organizan sindicatos, señaló Human Rights Watch en un informe difundido hoy. En los dos años transcurridos desde que el 24 de abril de 2013 más de 1.100 trabajadores murieran en el colapso catastrófico de la fábrica Rana Plaza, se han implementado algunas medidas destinadas a incrementar la seguridad en fábricas de Bangladesh. Sin embargo, el gobierno y las empresas de venta minorista de Occidente pueden y deberían intensificar sus esfuerzos para que se cumplan los estándares laborales internacionales que protegen los derechos de los trabajadores, como el derecho a establecer sindicatos y exigir mejores condiciones.

“Si Bangladesh desea evitar otra catástrofe como la de Rana Plaza, debe aplicar verdaderamente su legislación laboral y garantizar que los trabajadores de la industria de la confección puedan ejercer el derecho a expresar sus reclamos en materia de seguridad y condiciones laborales, sin temor a represalias o despidos”, observóPhil Robertson, subdirector para Asia de Human Rights Watch. “Si Bangladesh no exige que los encargados de talleres que agreden a trabajadores y niegan el derecho a formar sindicatos rindan cuentas, el gobierno perpetuará las prácticas que se han cobrado la vida de miles de trabajadores”.

El informe de 78 páginas, ‘“Whoever Raises Their Head, Suffers the Most’: Workers’ Rights in Bangladesh’s Garment Factories” [Quienes se resistan serán los que más sufran: Derechos de los trabajadores en las fábricas de indumentaria de Bangladesh], se elaboró a partir de entrevistas mantenidas con más de 160 trabajadores de 44 fábricas, que en su mayoría confeccionan prendas para empresas de venta minorista de América del Norte, Europa y Australia. Los trabajadores informan abusos como agresiones físicas, maltrato verbal (a veces de tipo sexual), horas extras obligatorias, negación del pago de licencias por maternidad, y falta de pago de salarios y bonificaciones en tiempo y forma. A pesar de las reformas laborales implementadas recientemente, numerosos trabajadores que intentan formar sindicatos para abordar estos abusos enfrentan amenazas, intimidación, despidos y, a veces, agresiones físicas por parte de jefes de estas fábricas o terceros contratados.

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En Rana Plaza, los encargados de los talleres obligaron a los trabajadores a ingresar al edificio, pese a su reticencia ante las importantes rajaduras que se observaban en las paredes del complejo. En la fábrica Tazreen, donde un incendio provocó la muerte de al menos 112 trabajadores el 24 de noviembre de 2012, los encargados no permitieron que el personal pudiera escapar, incluso después de que se activaron las alarmas. Ninguna de las fábricas afectadas contaba con un sindicato que representara a los trabajadores y que pudiera oponer resistencia a las presiones fatales de los encargados.

Los trabajadores siguen enfrentando habitualmente maltratos y condiciones laborales precarias en las fábricas, como abuso físico y verbal, horas extras obligatorias, negación de licencias remuneradas por maternidad, falta de pago de salarios y bonificaciones en tiempo y forma, presiones para que no tomen recesos para usar los lavabos, y provisión de agua sucia no potable. La gran mayoría de los trabajadores de indumentaria son mujeres, mientras que los supervisores y encargados son principalmente hombres, y a veces los abusos verbales contra las trabajadoras son de tono sexual.

Una líder sindical de una fábrica en Gazipur señaló que, cuando ella y otras trabajadoras intentaron conformar un sindicato en enero de 2014, fueron agredidas brutalmente y se despidió a numerosos empleados. Contó que fue golpeada mientras estaba embarazada, obligada a trabajar durante la noche y finalmente despedida, sin recibir los salarios que se le adeudaban, todo por haberse negado a renunciar a las pretensiones de sindicación. “Me golpearon con rieles de cortinas metálicos en febrero, mientras estaba embarazada. Me citaron para que me presentara en la sala del presidente y me llevaron a la sala gerencial en el tercer piso, que utilizan los gerentes y directores, y una vez allí unos matones locales me dieron una paliza”.

“El gobierno de Bangladesh y las empresas de venta minorista deben asegurarse de que los propietarios y responsables de fábricas comiencen a respetar los derechos de los trabajadores, y las autoridades deben exigir que quienes violan los derechos laborales rindan cuentas por sus acciones”, sostuvo Robertson. “Evidentemente, no basta con controlar tan solo la seguridad en las fábricas. Los sucesos trágicos ocurridos recientemente en fábricas de Bangladesh demuestran que hay una relación entre las condiciones laborales riesgosas y la negación de derechos de los trabajadores, incluido el derecho a formar sindicatos que podrían ayudarlos a negociar en forma colectiva condiciones de mayor seguridad”.

La industria de la confección de indumentaria representa el 80 por ciento de los ingresos por exportaciones del país y más del 10 por ciento del producto bruto interno (PBI), y da empleo a más de cuatro millones de trabajadores, en su mayoría mujeres. El sector, conformado por más de 4.500 fábricas de distinto tamaño, desempeña un rol clave en la mitigación de la pobreza en Bangladesh. No obstante, el rápido crecimiento, sumado a que el gobierno de Bangladesh no exige el cumplimiento de sus reglamentaciones edilicias y laborales, redundaron en abusos de trabajadores y en la proliferación de fábricas inseguras y edificadas de manera precaria.

“Continuar el éxito económico del sector de indumentaria de Bangladesh reporta beneficios para todos: las empresas de venta minorista y sus consumidores, los propietarios de fábricas y el gobierno”, señaló Robertson. “Pero estos beneficios no deberían obtenerse a cosa de la vida y el padecimiento de trabajadores de la confección, que luchan por un futuro más próspero”.

Selección de testimonios:

“Cuatro personas me sujetaban y me propinaban golpes en las piernas con tubos, mientras otras dos la golpeaban a ella con barras de acero. Recibió golpes en la cabeza y la espalda. Tenía graves heridas con sangrado en los brazos y presentaba varias quebraduras en un dedo de la mano. Tuvo que recibir 14 puntos en la cabeza. Mientras golpeaban a Mira, decían ‘¿Quieres hacer actividades sindicales? Entonces te vamos a cubrir de sangre’”.
–Mitu Datta, trabajador de una fábrica de indumentaria en Chittagong, quien describió la agresión sufrida por él y su esposa afuera de una fábrica.

“En nuestra fábrica, el 80 por ciento de los trabajadores son mujeres, y cuando estas quedan embarazadas los encargados no se ocupan de la licencia por maternidad ni de bonificaciones. Cuando protestábamos por esto, nuestros supervisores nos hablaban duramente, y nos decían cosas como: ‘Si lo único que hacen es follar, ¿para qué trabajan aquí? Vayan y trabajen en un burdel’”.
–Trabajadora de una fábrica en Dacca.

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