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6 cosas que quizás no conocías del Coliseo, el ícono más famoso de Roma

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París reducido a la Torre Eiffel. Londres, al Big Ben. Y Berlín, a la Puerta de Brandemburgo.

Los imanes de heladera son quizá un buen indicador de cuál es el ícono por excelencia de una ciudad. De Roma, el Coliseo es el monumento que mejor resiste a esa compresión implacable. Pero podría decirse que el gran anfiteatro romano no nació para ser el símbolo de su ciudad.

Ese estatus privilegiado se lo fue ganando a lo largo de los siglos y de las muchas funciones -no siempre glamurosas- que desempeñó.

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La de escenario de espectáculos de masas fue la primera y, quizá, también la más conocida.

Desde su construcción en el siglo I y durante casi cinco siglos, en la arena del Coliseo se desarrollaron luchas de gladiadores, naumaquias y martirios. 55.000 espectadores llegaban a llenar entonces las gradas del mayor anfiteatro del mundo.

2.000 años después, más de seis millones de turistas lo visitan cada año. Una larga historia que da para muchos usos, secretos y curiosidades.

La muestra Colosseo, un’icona, la mayor exposición hasta la fecha celebrada dentro del monumento, cuenta hasta el 7 de enero de 2018 cómo el Coliseo se convirtió en un símbolo de la ‘romanidad’.

BBC Mundo habló con Riccardo Santangeli, uno de los curadores de la exhibición, sobre algunos de los aspectos menos conocidos de su historia.

1. El curioso origen de su nombre

En sus inicios, el Coliseo se conocía como Anfiteatro Flavio, en honor a la dinastía de emperadores que lo mandó construir.

Su edificación fue iniciada por el emperador Vespasiano y se concluyó en el año 80, ya bajo el mandato de Tito.

Se cuenta que para su inauguración, el emperador ordenó la celebración de unos juegos que duraron 100 días en los que -se dice- se mataron más de 5.000 fieras.

El nombre de Coliseo, aunque su origen es incierto, se cree que empezó a utilizarse debido a la cercanía de una gran estatua -un coloso- de Nerón.

Sin embargo, las colosales proporciones del anfiteatro quizá también ayudaron a que ese nombre se popularizara a partir de la Edad Media.

2. El anfiteatro que se convirtió en un “barrio” de la ciudad

El anfiteatro perdió su uso original allá por el siglo VI, cuando se prohibieron los espectáculos de gladiadores y de caza.

Poco a poco, sus túneles, huecos y galerías fueron ocupados por los habitantes de Roma, que hicieron de él una extensión de la ciudad.

“Las excavaciones nos permiten establecer las fases de estos usos, cómo las grandes estancias y estructuras fueron utilizadas en la Edad Media como casas, almacenes, establos… Dentro del monumento se daba una vida cotidiana donde las personas cocinaban, comían, dormían y cuidaban de sus animales. El Coliseo era como un barrio”, cuenta Riccardo Santangeli.

“Esta vida termina más o menos en el siglo XIV como consecuencia del terremoto que sufrió la ciudad de Roma en 1349, que destruye parte de esas estructuras y golpea también el anfiteatro”, añade el profesor de la Universidad de Roma Tres.

3. La (desaparecida) fortaleza dentro del Coliseo

Pero ese no fue el único uso curioso que tuvo el edificio durante la Edad Media. En aquella época, el gran anfiteatro se encontraba fuera del núcleo de la ciudad, que se ubicaba en el actual centro histórico de Roma.

Sin embargo, su emplazamiento le otorgó una importancia estratégica. Estamos a finales del siglo XI y principios del siglo XII y el Coliseo se encontraba a medio camino entre la ciudad y la residencia papal, que por aquel entonces se hallaba en el Laterano, algo más al oeste.

“Una de las grandes familias romanas, los Frangipane, hacen construir allí una fortaleza porque es una posición estratégica que controla la calle que une el centro de la ciudad con el Laterano, San Giovani Laterano, que era la residencia pontificia”, apunta el profesor Santangeli.

Casi mil años después, de esa fortaleza no quedan restos visibles.

4. Basurero y cantera: cuando el Coliseo fue un lugar marginal

Tras el terremoto que sacudió Roma, el gran anfiteatro -en estado de ruina- entra en decadencia y es utilizado como vertedero y cantera de la que se extraen materiales de construcción para otros edificios en Roma.

“Se convierte en un sitio marginal de la ciudad, un lugar de basura. Tiene una vida marginal, ligada a una visión más bien tenebrosa”, apunta el curador de la muestra.

“Sin embargo, esto es contemporáneo con el Renacimiento del Quattrocento y del Cinquecento, un momento en el que el Coliseo es redescubierto como patrimonio antiguo y una serie de artistas y dibujantes los reconfiguran como monumento”, agrega.

Empieza así una nueva fase para el anfiteatro.

5. Una ruina para el culto religioso

Coincidiendo en parte con la Contrarreforma, en los siglos XVII y XVIII, los Estados Pontificios reivindican el valor religioso del Coliseo, que en sus primeros años había servido de escenario para las torturas de los primeros cristianos.

La ruina donde habían encontrado cobijo los marginados adquiere una nueva vida.

“Comienza una cristianización del Coliseo, que tradicionalmente había sido visto como el lugar donde se mataba a los mártires cristianos. Con esta cristianización se llegan a construir capillas y un viacrucis y el Coliseo se consagra al culto de los mártires”, señala Santangeli.

En la actualidad queda poco de aquel uso. El Papa sigue realizando un Viacrucis cada viernes Santo alrededor del anfiteatro, pero la mayor parte de las capillas y elementos religiosos que hubo en su interior fueron demolidos en el siglo XIX.

“Existe una capilla dentro que fue edificada en 1600 y que se conserva en uno de los túneles. Aún hoy, una cofradía celebra misas en ella los domingos”, agrega el historiador.

6. Y entonces… ¿cómo se convirtió en símbolo de Roma?

Escenario de espectáculos y torturas, fortaleza, espacio residencial y comercial, cantera, lugar de culto… ¿En qué momento dejó el Coliseo de tener un uso “práctico” para transformarse en un monumento al que simplemente admirar?

De acuerdo con el profesor Santangeli, el redescubrimiento arqueológico comienza durante la ocupación napoleónica y continúa a lo largo del siglo XIX.

“Tras la unificación de Italia, después de 1870, se instaura el reino de Italia y termina el dominio de los papas sobre Roma. En ese momento, la memoria cristiana del Coliseo se abandona y se empieza a convertir en un símbolo de la ‘romanidad’. Ese uso es muy visible, por ejemplo, bajo el fascismo, que busca en él un vínculo directo con la Antigüedad”, señala el profesor.

La condición de ícono se consolida a lo largo del siglo XX, cuando el Coliseo entra en la cultura popular a través del cine. De “Vacaciones en Roma” (Roman Holiday, 1953) a “La Gran Belleza” (La grande Bellezza, 2013), su presencia se hace casi ineludible en las películas rodadas en la capital italiana.

Pero será el turismo -el de los viajeros adinerados del Grand Tour en el siglo XIX y el de los actuales fotógrafos de selfies- el que hará del viejo anfiteatro el material idóneo para postales e imanes de heladera.

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