Anuncio

Estudiantes habían advertido a la USC sobre el ginecólogo desde el comienzo de su carrera en la clínica: “Perdieron la oportunidad de salvar a muchas otras mujeres”

Share

Después de una cita con el Dr. George Tyndall en 1995, Alexis Rodríguez, estudiante universitaria de la USC, escribió queja en una máquina de escribir del departamento de inglés. El ginecólogo, recordó escribir, tenía una revista Playboy en su escritorio, usó un bisturí en un absceso vaginal sin anestesia y, cuando ella se opuso, marcó su expediente con la palabra “complicada”.

Un administrador de la clínica de salud estudiantil le envió una nota disculpándose y comprometiéndose a eliminar la anotación de su expediente, relató Rodríguez. Pasarían 21 años antes de que la universidad obligara a Tyndall a dejar la clínica.

“Perdieron la oportunidad de salvar a muchas otras mujeres de su maltrato”, aseveró Rodríguez, ahora de 46 años y agente de libertad condicional federal en Los Ángeles.

Anuncio

El comité ejecutivo de la junta de directivos de la USC anunció el miércoles que abogados externos llevarían adelante una investigación independiente sobre el asunto de Tyndall. El procedimiento no solo examinará el comportamiento del médico, sino también lo que los directivos consideraron “fallas en la presentación de informes”, que permitieron a Tyndall permanecer en la clínica durante 27 años y tratar a decenas de miles de estudiantes.

A medida que se presentan más mujeres, hay una creciente evidencia de que los empleados de la USC recibieron serias advertencias sobre Tyndall desde el principio de su carrera. En entrevistas y documentos judiciales presentados esta semana, expacientes y colegas describieron sus intentos de alertar a los administradores de la clínica y otras autoridades de la universidad.

Algunos entrevistados remarcaron que era de conocimiento común en el campus que Tyndall debería ser tratado con sospechas. Una exalumna que se graduó en 2014 dijo que incluso hizo de su visita desconcertante con el ginecólogo el tema de una actuación en su clase de teatro.

La primera queja que se compartió con The Times data de 1991, dos años después de que Tyndall se uniera al personal de la clínica, y fue descrita en una declaración jurada. La exalumna anónima escribió que le había dicho a un director médico de la clínica e informado la oficina de defensa de la mujer de la universidad que Tyndall la había fotografiado desnuda sin consentimiento. “No condujo a nada”, escribió la exalumna.

Después de que The Times le envió preguntas detalladas a la USC sobre Tyndall, a principios de este mes, la institución reconoció que el exdirector ejecutivo de la clínica, Lawrence Neinstein, fallecido en 2016, había recibido quejas sobre el médico que se remontan al año 2000. La universidad destacó que Neinstein manejó a Tyndall “de forma independiente”, y que en base a una revisión de las quejas “concernientes” no quedaba claro por qué se le permitió al médico permanecer en la clínica. La semana pasada, dos supervisores veteranos del sanatorio fueron despedidos.

Antiguas pacientes señalaron que Tyndall las tocó indebidamente durante los exámenes pélvicos, hizo preguntas indiscretas sobre sus vidas sexuales y comentarios sugestivos, y a veces lascivos, sobre sus cuerpos. El Departamento de Policía de Los Ángeles (LAPD) y la junta médica estatal han iniciado investigaciones, y cerca de 300 personas contactaron a una línea directa de la USC y un portal en línea especialmente montados para recopilar informes de expacientes.

Tyndall, de 71 años, defendió su cuidado de las paciente en una serie de entrevistas anteriores con The Times. El médico dijo que dedicó su carrera a las “mujeres troyanas” y que proporcionó una atención que era más exhaustiva que la de muchos colegas, pero nunca inapropiada.

El ginecólogo también insistió en que antes de 2013, la única queja de la cual tuvo conocimiento provenía de una paciente que alegaba que la había examinado sin guantes. El médico explicó que fue absuelto de las acusaciones de mal proceder luego de una investigación interna.

Tyndall se unió a la USC en el verano de 1989, y en unos pocos años, ya tenía cierta reputación en las residencias y las casas de hermandad. Una exalumna que trabajó como asesora residente en 1991 y 1992 indicó que aconsejaba a las mujeres jóvenes que residían en su piso sobre el médico, y se ofrecía a acompañarlas a las citas. “Específicamente, le dábamos su nombre a las estudiantes y les cedíamos que si les daban una cita con este médico, recomendábamos que soliciten la presencia de una enfermera”, dijo la exalumna, quien ahora es abogada en Los Ángeles y habló en condición del anonimato.

La asistente médica Anita Thornton se quejó ante un administrador de la clínica a mediados de la década de 1990, sobre las fotografías que el ginecólogo tomaba de las pacientes. “Dije: ‘No quiero trabajar con él porque no actúa bien con las chicas’”, expresó.

Tyndall tenía tres cámaras en su oficina, relató Thornton.. Dos parecían diseñadas específicamente para tomar imágenes del cuello uterino de las pacientes, pero la tercera era “una cámara profesional tipo Canon, con una lente”. Tyndall la guardaba en un armario cerrado con llave, precisó.

La asistente médica recordó que el administrador la escuchó, pero que su respuesta fue evasiva: “Lo investigaré, Anita”.

Tyndall le dijo a The Times que tenía dos cámaras en su consultorio y que fotografiaba a las pacientes por razones legítimas. También comentó que dejó de tomar fotos porque el tema era controvertido con las acompañante.

A fines de la década de 1990, o comienzos de los 2000, Thornton fue parte de un grupo de asistentes médicos que se quejaron ante otro supervisor durante una reunión de personal. Estaban molestos porque Tyndall quería que las asistentes que acompañaban a sus pacientes se pararan al otro lado de una cortina, mientras él realizaba los exámenes pélvicos. Thornton también se oponía a lo que consideraba una manera “asquerosa” de usar los dedos durante los exámenes, así como a los comentarios que el médico hacía a las estudiantes. “Dijimos que era repugnante y nadie quería trabajar con él”, recordó. El supervisor escuchó, pero no había indicios de una investigación y el comportamiento de Tyndall continuó, relató.

La exalumna Meggie Kwait se quejó de Tyndall después de una cita, en 2008, que la dejó llorando. El ginecólogo parecía obsesionado con su peso y el hecho de que había tenido encuentros sexuales con hombres y mujeres. Al comienzo del examen pélvico, relató Kwait, el médico introdujo sus dedos en ella y dijo: “Apuesto a que estás bastante acostumbrada a esto”.

Kwait también contó que Tyndall la instó a perder peso y le dijo que, si adelgazaba, probablemente podría “conseguir un chico en lugar de una novia”.

En ese momento, ella describió los dichos y el comportamiento de Tyndall en una tarjeta de comentarios y la envió a la clínica pero, dijo, no recuerda haber recibido una respuesta. “Ahora desearía haber hecho más en ese entonces. Me siento muy mal, porque pasaron otros 10 años de mujeres que fueron atacadas por este hombre”, afirmó Kwait, ahora de 31 años y educadora en Nueva York.

Los documentos legales de las antiguas pacientes de Tyndall también detallan los informes a la USC. Una exestudiante de posgrado que ahora vive en el Área de la Bahía dijo que se quejó ante una enfermera practicante, en 2015, porque Tyndall le dijo falsamente que probablemente tenía SIDA, según una demanda presentada esta semana.

En 1991, otra exalumna de la USC se quejó ante el director médico del sanatorio y ante una enfermera, después de que el ginecólogo fotografió sus genitales durante un examen pélvico. Su informe anónimo fue detallado en una declaración jurada proporcionada por su abogada, Gloria Allred.

La exalumna relató que Tyndall explicó el uso de la cámara como “una nueva forma de hacer exámenes, en lugar de una prueba de Papanicolau”, señala la declaración jurada. Luego, se puso de pie y caminó hacia atrás para tomar fotos de su cuerpo, relató en la declaración jurada.

El director médico le dijo que finalmente había localizado la cámara y que Tyndall había expuesto la película. En la declaración, la expaciente describió haber llamado por teléfono a la oficina de defensa de las mujeres del campus para presentar una queja.

Rodríguez, quien se quejó de Tyndall en 1995, afirmó que después de diagnosticar un absceso en su pared vaginal, Tyndall intentó punzarlo sin aplicarle un anestésico, y la cortó con un bisturí.

Cuando ella retrocedió de dolor, Tyndall le dijo que buscara otro doctor. Un médico de la USC que no pertenecía al sanatorio estudiantil la trató. Meses más tarde, regresó a la clínica para una consulta no ginecológica. Mientras esperaba al doctor, recogió su expediente y comenzó a leer el informe de Tyndall de su visita. “Me molestó un poco que me considerara como una mujer histérica”, dijo. “Fue una descripción errónea de lo que había sucedido”.

Rodríguez ya no tiene la respuesta de la USC ni una copia de su queja, pero le proporcionó a The Times otra carta que escribió en 1995, que hace referencia al absceso y una “terrible experiencia con un médico del personal” de la clínica.

Madelyne Heyman, quien se graduó en artes dramáticas en 2014, contó que no reportó a Tyndall después de una visita “incómoda” durante su tercer año. El ginecólogo la indagó sobre su virginidad de una forma que la hizo sentir avergonzada e insegura. La experiencia la atormentó, dijo, y en su último semestre la convirtió en una gran representación artística para una de sus clases.

“Me representé a mí misma y a él”, comentó Heyman, ahora de 26 años y escritora. La joven no usó el nombre de Tyndall en la obra, pero cuando actuó en una demostración en el campus “otras mujeres se acercaron a mí y me dijeron que habían tenido una experiencia similar”.

Para leer este artículo en inglés, haga clic aquí:

Anuncio