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MEDINA: Testigo de lo que nadie quiere presenciar

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El viernes pasado decidí asistir como aficionado al regreso de Rey Mysterio Jr. a Tijuana, que volvía a su casa tras poco más de una década sin luchar aquí, pero nunca me imaginé que me convertiría en testigo de lo que nadie quiere vivir.

Con un lleno, el Auditorio Municipal de Tijuana parecía el lugar perfecto para que volviera el hijo pródigo de esta ciudad fronteriza y durante más de dos horas pude deleitarme con las acrobacias, movimientos y demás espectáculos que dieron varios luchadores antes de que por fin anunciaran la entrada del dueño del famoso ‘619’.

Comenzó el combate y tomé algunas fotos, quizás como buen periodista que ni en sus tiempos libres descansa o quizás porque presentía algo, no lo sé. Grabé su entrada triunfal, ante los gritos de la afición, también como lucía el inmueble hasta su máxima capacidad.

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Y en este momento lo vi, apreté el botón de “grabar” y Rey Mysterio Jr. enviaba al Hijo del Perro Aguayo afuera del cuadrilátero con unas “tijeras”. El nativo de la Ciudad de México regresó al ring y recibió una patada voladora por parte de su oponente, para caer fulminado sobre la segunda cuerda mientras intentaba realizar su movimiento Rey Mysterio Jr. pero algo andaba mal y solo rozó la cabeza de su rival.

El resto de la historia ya lo sabemos. En ese momento nadie sabía la gravedad del asunto y como fanático del deporte salí en shock del auditorio. Cuando iba a casa pasé por el Hospital del Prado, para entonces quedarme y terminar esperando de madrugada el diagnóstico sobre la salud del Perro Aguayo Jr.

Rey Mysterio Jr. llegó poco antes de la 1 a.m. al nosocomio, se quitó la máscara antes de entrar y su cara mostraba signos de tristeza extrema, los ojos grandes parecían hundidos, como si hubiera llorado en los vestidores del auditorio. El luchador entró y ya pasados 15 minutos después de la 1 a.m. el comisionado Mario Fuentes informó del fallecimiento de Perro Aguayo Jr.

Como periodista nunca había sido testigo de la muerte de un atleta al realizar o tras realizar sus acciones dentro del deporte; en realidad espero nunca más volver a serlo.

Como personas, estamos expuestos a muchas cosas y día a día somos testigos de momentos que nunca imaginamos. El viernes pasado, fue uno de esos días que se quedarán grabados en la memoria de todos los presentes en el Auditorio.

Sólo hasta el domingo por la tarde fue cuando vi que tenía el momento exacto del traumatismo cervical sufrido por el “Perrito”, volví a vivir ese momento al ver los 19 segundos de mi grabación. Y así como yo, cinco mil personas fueron testigos de lo que nadie quiere presenciar en su vida.

Descanse en paz Pedro Aguayo Ramírez.

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