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Ozomatli puso el sabor latino y The Cult la garra rockera en el bullicioso Grand Prix

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La atracción principal del Toyota Grand Prix, que se lleva a cabo una vez al año en la ciudad de Long Beach, son las carreras de autos, coronadas el último día del evento (domingo) por la solicitada competencia de Indycar. Pero la misma celebración le ofrece también algo de valor a los amantes de la música.

Desde hace ya algún tiempo, las noches de los viernes y los sábados que corresponden al TGPLB le permiten a los asistentes que hayan pagado sus boletos asistir a conciertos de talla internacional que se desarrollan en una amplia plaza del Convention Center; estos dedican su primera fecha a artistas latinos y la segunda a representantes del mundo anglosajón. El fin de semana pasado, el asunto se dividió entre Ozomatli y The Cult.

Ozomatli es una banda multicultural y multiétnica de Los Ángeles que combina elementos de diferentes géneros, aunque sería acertado decir que lo que predomina en su oferta son los ritmos latinos y las cadencias del hip hop. En esta ocasión, el grupo llegó con una ausencia importante, la del bajista Wil-Dog Aber, quien se encontraba aparentemente de viaje; pero su reemplazante ocasional asumió la asignación de manera brillante.

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En realidad, todos los instrumentistas cumplieron con su cometido sin errores evidentes, brindando una fusión enérgica, festiva y muy profesional que animó sin duda a la audiencia, mientras que las partes vocales se dividían entre Asdru Sierra (que se encarga además de la trompeta), Raúl Pacheco (que también toca la guitarra) y Charlie 2na (un MC afroamericano).

Ozomatli surgió a mediados de los ’90 en un centro de ayuda comunitaria, y desde entonces, ha incluido comentarios contestatarios en sus canciones, los mismos que se plasmaron ahora en cortes como “Socialize”; pero lo cierto es que lo suyo apunta mucho más a la fiesta, como lo probaron piezas como “Paleta”, “La gallina” y, por supuesto, “After Party”.

Ozomatli surgió a mediados de los ’90 en un centro de ayuda comunitaria, y desde entonces, ha incluido comentarios contestatarios en sus canciones, los mismos que se plasmaron ahora en cortes como “Socialize”; pero lo cierto es que lo suyo apunta mucho más a la fiesta, como lo probaron piezas como “Paleta”, “La gallina” y, por supuesto, “After Party”.

Curiosamente, en medio de la interpretación de “Ya viene el sol” (una pieza de evidente positivismo), se armó en medio de la audiencia una feroz pelea entre un grupo de latinos y otro de anglosajones, lo que insinúa la posibilidad de que el asunto haya tenido algún tipo de origen racial; y en medio de eso, cuando grababa con mi celular lo que sucedía, alguien me lo arrebató y lo lanzó por los aires, aunque para fortuna mía, el aparato aterrizó en el césped y pude recuperarlo.

Los músicos que estaban en la tarima, y que detuvieron brevemente su set durante la gresca, hacen una música que no incentiva para nada actitudes de esa clase; y pese a lo sucedido, no dejaron de lado su clásica despedida, que consiste en bajarse poco a poco de la tarima mientras siguen tocando sus instrumentos y se pasean entre los asistentes.

Si lo de Ozomatli fue puro sabor, el sábado, el tono se puso mucho más duro y rockero con la presencia de The Cult, un combo inglés que se formó a mediados de los ‘80 y que empezó a hacer lo suyo dentro de los lineamientos del post punk, pero que alcanzó la fama mundial al incursionar de manera eficiente en los terrenos del hard rock.

En ese sentido, su álbum más logrado sigue siendo “Electric”, de 1987, que ocupó un papel preponderante durante la presentación del sábado, desde el momento en el que sonaron los primeros acordes de “Wild Flower” hasta el imponente final con “Love Removal Machine” -una de las mejores canciones producidas por el género guitarrero-, pasando por la interpretación de “Lil’ Devil” y “Peace Dog”.

Tampoco faltaron temas de tendencia más gótica como “Rain”, cortes nuevos como “Dark Energy” y composiciones inclinadas hacia la escuela de The Doors como “Sweet Soul Sister”, en consonancia con la presencia y la actitud del vocalista Ian Astbury, quien a sus 55 años de edad no canta probablemente como en sus mejores tiempos, pero que sigue teniendo una de las voces más distintivas y poderosas de la industria.

Y no hay que olvidar al extraordinario guitarrista original Billy Duffy, quien mantiene en estupendo estado sus habilidades para los grandes riffs y los solos incendiarios, lo que le dio a la actuación entera una fuerza digna de competir con el estruendo de los motores que se había sentido más temprano. Pese a la contundencia de la música, no fuimos testigos de ningún altercado en la zona del público.

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