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‘Night on Broadway’ volvió a impresionar con una lograda mezcla de artistas latinos y anglosajones en el corazón de L.A.

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El año pasado, cuando se anunció la realización del Tropicália Music and Taco Festival en el Queen Mary de Long Beach, muchas voces celebraron que alguien se animara finalmente a ofrecer un evento masivo en el que se juntaran por partes iguales artistas latinos y anglosajones, pertenecientes además a toda clase de géneros.

Pero lo cierto es que esto ya había sido intentado meses antes por ‘Night a Broadway’, una actividad que se desarrolla a lo largo de 10 cuadras de la calle Broadway (desde 1st Street hasta Olympic Boulevard) y que, además de contar con el incentivo de emplear de manera generosa muchos de los teatros antiguos y remodelados que se encuentran en el área, es completamente gratuita. La celebración del 2018, que fue la cuarta y se llevó a cabo el sábado pasado, no fue la excepción.

De ese modo, desde las 3 de la tarde hasta la medianoche (si es que no contamos el ‘afterparty’ en el Globe Theatre, que duró hasta las 2 a.m.), hubo espacio para todo y para todos: durante los horarios estelares, por ejemplo, el escenario principal fue compartido por The B-52s, una popular banda rockera de Georgia; WAR, una legendaria agrupación de funk surgida en Long Beach, California; La Santa Cecilia, un celebrado combo local de fusión que canta básicamente en español; y el nuevo proyecto de Raúl Pacheco, integrante de esa ilustre entidad multiétnica y multicultural que responde al nombre de Ozomatli.

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Como ha ocurrido en otras ocasiones, el cartel fue increíblemente generoso y extenso. En esas condiciones, resultaba imposible ver demasiado y convenía armar previamente un plan de acción con los horarios que se pusieron a disposición a través de la Internet y en los folletos que se podían encontrar en el lugar; e incluso así, la tarea era titánica, porque tus gustos podían llevarte a querer ver primero a una banda en el escenario principal y después a otra que se presentaba en el extremo opuesto de la calle, lo que implicaba una larga caminata en medio de una multitud de personas que se volvió más y más densa con el paso de las horas.

Pero todo esto sucede también en los grandes festivales pagados, y tenemos que reconocer que, como periodistas que somos, tuvimos la oportunidad de contar con un brazalete especial que permitía evitar las líneas (a veces muy largas) a la entrada de los teatros, que además de ofrecer actos de lo más interesantes, son un espectáculo en sí mismos, debido a su arquitectura y a sus fascinantes arreglos interiores.

Como nos gusta mucho lo que hace The B-52s, tuvimos que ver su set completo, en el que figuraron por supuesto temas de difusión radial tan extendida como “Rock Lobster”, “Private Idaho” y “Love Shack”, pero también cortes más oscuros y ‘punketos’ como “Dance this Mess Around” y “6060-842”.

Lo interesante de esta agrupación, encabezada por Fred Schneider, Katie Pierson y Cindy Wilson -quienes se turnan los roles vocales-, es que puede atraer tanto a los oyentes casuales que quedaron fascinados con sus ‘hits’ de corte pop lanzados en los ’80 como a los fans más serios. Curiosamente, en este caso, los rostros del público eran mayormente juveniles, y sus dueños parecían saberse todos los temas.

Pese al aire jovial del asunto entero, Schneider -que tiene 66 años- demostró su ya conocido rechazo al empleo abusivo de cierto aspecto de la tecnología al gritarle a un asistente: “Baja ese estúpido teléfono, que estás tapando a los de atrás”. Claro que, cuando le tocó el turno a “Rock Lobster”, el vocalista tuvo que resignarse a la invasión aérea de celulares.

Antes de ellos, WAR hizo de las suyas. El único integrante original que se puede encontrar en la actualidad bajo esta denominación es el vocalista Lonnie Jordan, de 69 años; pero él mismo se esmeró en presentar a los demás miembros de la presente alineación, muchos de ellos de origen mexicano. No faltaron en el repertorio clásicos absolutos del funk como “Spill the Wine”, “Why Can’t We Be Friends?” y “Low Rider”.

México se encontró no solo representado de un modo u otro en los distintos entarimados, sino que tuvo su propio auditorio: el Million Dollar Theatre, dedicado durante casi toda la jornada a la difusión de las tradiciones aztecas, con la participación de muchos ballets folklóricos, homenajes a artistas legendarios como José Alfredo Jiménez y Antonio Aguilar y hasta la actuación de las dos Angélicas (María y Vale).

Para salirse del molde, el mismo auditorio concluyó con un vistoso y colorido tributo a la cubana Celia Cruz que, de todos modos, dejó en claro que el asunto por aquí era estrictamente latino. A la entrada había un bar debidamente surtido, por lo que los adultos que lo quisieran podían apreciar el animado show acompañados por una bebida alcohólica.

Por su lado, el grupo mexicoamericano Metalachi, de L.A., que se ha hecho conocido por interpretar canciones procedentes del heavy metal con instrumentos típicos de la ranchera, tuvo su propio espacio en el área al aire libre de Dolls On Broadway. A lo largo del día, el entretenido acto de estos irreverentes músicos se repitió varias veces sobre un pequeño tabladillo ubicado al lado de una pista circular en la que varios equipos de patinaje femenino competían bajo la modalidad del ‘roller derby’.

Los amantes del rock ‘indie’ tuvieron también su propio escenario exterior, el Viva!; pasó lo mismo con los simpatizantes de la comunidad gay, reunidos alrededor de DTLA Proud Party; y hasta hubo un teatro (el precioso Orpheum) enteramente abocado a los alucinógenos sonidos del rock psicodélico, en el que tuvimos la oportunidad de apreciar a Dead Meadow, un trío de ‘stoner’ mayormente instrumental que puso a volar a los presentes con sus hipnóticas proyecciones visuales y sus extensos solos de guitarra.

No todo era estrictamente musical. Los Angeles Theatre, uno de los más bellos del conjunto, fue la sede de varias presentaciones ofrecidas por Lucent Dossier Experience, una compañía angelina de teatro y circo que ofreció valiosas muestras de su talento, con la presencia de acróbatas, bailarines y contorsionistas.

Hubo además exhibiciones plásticas a lo largo de toda la ruta, así como una rueda de Chicago, diversas atracciones de tinte familiar y, por supuesto, incontables puestos de comida en los que se ofrecían platillos de distinta procedencia.

Al terminar la presentación de The B-52’s, el concejal José Huizar, impulsor principal de ‘Night on Broadway’, se dirigió a la audiencia para remarcar los logros del festival y, de paso, demostrar que se trata de un político al que le gusta mucho la atención pública.

En este caso, no se le podría culpar por el orgullo; aunque no estamos en condiciones de juzgar su gestión entera, este festival es definitivamente un golazo. Y para remarcarlo, Huizar nos ofreció un cierre oficial de fiesta conformado por una de las exhibiciones más espectaculares de fuegos artificiales que hemos tenido la oportunidad de ver. Que venga la próxima edición.

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