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La garra latina estuvo presente en el encuentro del Ozzfest con el Knotfest, que sacudió cabezas y corazones

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A estas alturas, decir que un festival de metal que se lleva a cabo en el Sur de California tiene poco o nada que ver con los hispanos es prácticamente una blasfemia; y es que más allá de que nuestra comunidad tiene muchos integrantes que son auténticos devotos de ese estilo musical, un gran número de las bandas que lo interpretan tienen o han tenido en su seno a músicos que se relacionan directamente con nuestros países de origen.

Uno podría verse tentado a decir lo contrario al notar que el reciente encuentro del Ozzfest y el Knotfest, dos de los eventos más populares de este género en el mundo entero, tenían como actos de cierre a Black Sabbath (el sábado) y Slipknot (el domingo), es decir, unas bandas integradas completamente por ‘anglos’, británicos en el primer caso y estadounidenses en el segundo. Pero lo cierto es que muchas de las otras agrupaciones presentes en las dos jornadas ostentan nombres y apellidos en nuestro idioma; y si bien las filas delanteras del enorme San Manuel Amphitheater de San Bernardino estaban mayormente ocupadas por blancos pudientes, bastaba con darse una vuelta por el interminable campo trasero -el de las entradas más baratas- para observar incontables rostros morenos y escuchar entusiastas conversaciones en nuestra lengua.

Además, uno de los grupos más importantes de los dos festivales (unidos de manera continua durante dos días por evidentes razones económicas, aunque los dos días fueron de lleno total) resultó sin duda Slayer, cuyo cantante y bajista Tom Araya es chileno, aunque no ha cantado nunca en otro idioma que el del Tío Sam. Los mismos Slayer tuvieron durante mucho tiempo una presencia latina incluso mayor debido a la reconocida labor de su baterista original, el cubano Dave Lombardo, lamentablemente ausente de la formación actual por desacuerdos de dinero.

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Lo que sí es nuevo es el factor hispano en Megadeth, el celebrado combo de ‘thrash metal’ creado a mediados de los ‘80 que invitó hace poco a la Orquesta de Instrumentos Reciclados de Cateura, Paraguay, para acompañarlo en una gira sudamericana completa, y que desde el pasado mes de abril tiene como miembro estable al guitarrista brasilero Kiko Loureiro, quien formó antes parte de la agrupación sudamericana Angra y es considerado como uno de los mayores ‘guitar heroes’ de nuestros tiempos. En la tarima, Loureiro demostró sus aptitudes no solo al reproducir viejos temas de Megadeth, sino también al tocar con virtuosismo y precisión las canciones de “Dystopia”, el último álbum del grupo, en cuya creación participó activamente.

Por otro lado, quienes llegaron temprano el mismo sábado (lo que no era fácil en un lugar como este, en medio del desierto, repleto de gente y azotado por un calor extremo) pudieron asistir a los escenarios secundarios y apreciar la actuación de Suicidal Tendencies, un quinteto de Venice, California, que ha estado siempre relacionado a la comunidad latina y en el que, curiosamente, milita actualmente el ya citado Lombardo, lo que le ha dado un poderío adicional a su base rítmica, orientada hacia los terrenos del ‘hardcore’ y, desde hace unos meses, completada con Roberto “Ra” Díaz, un bajista de origen chileno que ha sido integrante del conjunto santiaguino de rock alternativo Drogatones.

Hay más: poco antes, cerca de las 2 de la tarde, uno de esos mismos escenarios se convirtió en el punto de encuentro de una generosa multitud de ‘metalheads’ mexicanos que celebró a lo grande la histórica presentación de Brujería, una banda angelina de culto que mantiene la identidad de sus integrantes rotativos en secreto (todos ellos se cubren los rostros con máscaras y pañuelos), pero que canta completamente en español y que, además de sentir poco cariño por Donald Trump, a quien le ha dedicado una elocuente composición, se distingue por sus controvertidas letras, como lo demostró al concluir su ‘set’ con la polémica pieza “Matando güeros”.

Más allá de la presencia directa de ‘los nuestros’ dentro de los grupos que participaron en este evento conjunto, los artistas que se adhieren a las filas del rock pesado admiten que tienen a algunos de sus fans más fervorosos en Latinoamérica, y eso supera el aspecto de la raza o de la nacionalidad. En ese sentido, no estamos seguros de que Slipknot, que procede de Iowa y representa a la escuela del cuestionado ‘nu metal’ aunque lo niegue, sea una de las propuestas favoritas de los hispanos; pero sí está claro que Black Sabbath, la maquinaria pionera del ‘heavy metal’ que despide en estos días su longeva carrera, sigue siendo adorada masivamente por personas de nuestra etnicidad.

De ese modo, en medio de las temperaturas extremas que se sentían y de los esfuerzos a veces titánicos que hubo que hacer para soportar el acceso y la salida del auditorio (el primer día, tardamos cerca de tres horas en abandonar el estacionamiento, lo que nos parece inaudito y revela una clamorosa falta de planeamiento vial para un espectáculo de estas dimensiones), el ambiente general fue siempre de fiesta, y no fuimos testigos de peleas ni de expulsiones demasiado violentas.

Eso no quiere decir que todos los artistas hayan ofrecido sesiones implacables: en líneas generales, el sonido del Knotfest no estuvo a la altura del de Ozzfest, lo que afectó en particular la presentación de Anthrax, que empezó con deficiencias de audio y tocó solo por media hora; y los ya citados Sabbath se vieron afectados por un momento particularmente débil de la garganta de su cantante Ozzy Osbourne, quien llegó incluso a decir que se encontraba resfriado, aunque todos sus instrumentistas (incluyendo al guitarrista Tony Iommi y al bajista Geezer Butler, ambos también fundadores) tuvieron un desempeño impecable y no decepcionaron a nadie.

Como estamos en el 2016 y la mítica banda surgió en 1969, nosotros somos capaces de perdonar esta clase de deslices en Osbourne, quien sigue siendo uno de los ‘frontman’ más carismáticos del rock; y si no todo el mundo es capaz de hacerlo, es necesario recordarles que muchos de estos personajes ya están bastante mayores y que no es posible exigirles el mismo tipo de ‘performance’ que ofrecían en sus mejores tiempos.

En todo caso, nos parece mucho más válido poder ver todavía a estas leyendas en vivo que tener que soportar a algunas de las bandas nuevas que creen hacer metal pero que son en realidad insufriblemente comerciales, como ocurrió sobre todo el último día con Motionless In White y Trivium, que deberían haberle cedido sus preciosos puestos en el estrado principal a auténticos representantes del género, como los ‘thrasheros’ de Overkill, a los que nos perdimos debido al horario excesivamente temprano de su presentación.

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