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Draco sacó a relucir su faceta más dura en el Belasco de L.A.

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Para nosotros, este no era el escenario ideal donde verlo, pese a que tendría que ser supuestamente lo contrario. Y es que el remozado Belasco Theater del Centro de Los Ángeles es un lugar que, además de quedar solo a unas cuadras de nuestras oficinas en el edificio del LA Times, es realmente precioso, con un ambiente antiguo coronado por un techo de lo más gótico.

Pero parece que ese mismo techo tiene algo que ver con los problemas de acústica que aquejan al mismo recinto, en el que hace unas pocas semanas León Larregui (el cantante de Zoé) tuvo un concierto solista en el que el volumen estaba inexplicablemente bajo, casi de fondo, y en el que, el jueves pasado, Draco Rosa ofreció una presentación en la que el efecto fue justamente el contrario, al menos en lo que respecta al bajo, que se escuchaba como si se lo hubiera puesto a tope en la mezcla de sonido, haciendo que retumbara por todos lados.

En contraparte, nadie que haya ido a este show y que esté al tanto de la vibra que maneja en estos días el cantautor de ascendencia boricua debía esperar una sesión de interpretaciones ‘unplugged’ o excesivamente plácidas, ya que la gira actual (titulada “Lo sagrado y lo maldito”) está evidentemente enmarcada en interpretaciones rockeras de las canciones del aludido, secundado actualmente por un guitarrista, un bajista, un baterista, un cellista y un trompetista a los que él mismo dirigió con gestos manuales en más de una ocasión.

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Y para decirlo de una vez, poder ver en estos días a Draco Rosa en el formato que sea es un lujo incuestionable, porque además de ser uno de los artistas más interesantes de la escena ‘alternativa’ latina de todos los tiempos, ha venido atravesando en los últimos tiempos unos serios problemas de salud que, por decir lo menos, no garantizaban que pudiera seguir presentándose en un escenario con la energía y la calidad que demostró ahora.

En lo personal, nos sentimos extrañados de que se acortara en hasta cinco temas el listado de canciones planeado para la noche, y nos dolió particularmente la eliminación de “Penélope”, que es para nosotros su creación mayor; pero regresamos a lo mismo que señalamos arriba para remarcar que nos sentimos agradecidos de tener cerca al cantante y guitarrista, y que fue un verdadero placer verlo en acción desde que abrió fuegos con “Te fumaré” (corte inicial del disco “Vino”, del 2008) hasta que cerró la faena menos de una hora y media después.

Lo importante aquí es que, pese a la brevedad del asunto, Draco Rosa no se limitó a hacer un recorrido apurado y aburrido de sus “grandes éxitos” (si es que se puede emplear dicho término en un artista de esta clase), sino que mostró sus temas a través de arreglos novedosos e inspirados, cantando por su cuenta o colgándose una guitarra, y luciendo en toda la primera parte un sombrero con el que tapó la gran melena que luce.

Ya para “Delirios”, el segundo corte, el rock pesado se había desatado en todo su esplendor, incluso con algunas disonancias aparentemente voluntarias, mientras que el tema siguiente, “Vértigo”, dejó en claro que “Vagabundo” (1996), el álbum más ‘heavy’ del protagonista de la noche, iba a jugar un papel fundamental en la entrega, como lo demostraron poco después las presencias de “Llanto subterráneo”, “Madre Tierra”, “Brujería” y la misma pieza que le dio su nombre al disco.

No todo fue un ataque de furia sonora (porque las letras son a veces muy dulces y muy poéticas); el repertorio tuvo interludios acústicos, un poco de baile por parte del anfitrión y hasta una verdadera sorpresa: la incorporación de “Livin’ la Vida Loca”, un megaexito comercial que se dio a conocer en la voz de Ricky Martin, pero que fue compuesto para él por Draco, y que llegó esta vez hasta nuestros oídos en una respetable -pero no espectacular- versión guitarrera.

Tampoco faltó “Mad Love”, pieza titular del disco del 2004, que en su grabación de estudio era orquestada y muy tranquila, pero aquí se volvió inesperadamente un rapidísimo punk, aunque adoptó de repente unos aires de ‘soul’ lento que realzaron su encanto, mientras la pantalla trasera empezaba a llenarse de imágenes surrealistas procedentes de obras de arte personalmente seleccionadas por el cantante, cuya áspera pero cálida voz se mantiene intacta, en desmedro de la falta de un ‘falsetto’ explosivo en “Brujería”.

De la misma placa, llegó también una versión menos agresiva pero igualmente llamativa de “Noche fría”, justo antes del cierre con “Esto es vida” (incluida por primera vez en el CD “Amor Vincit Omnia” del 2009, pero convertida luego en bandera esencial de “Vida”, el disco de duetos del 2013 que se llevó tanto un Grammy latino como uno anglosajón). Al llegar a este punto, solo nos queda desearle una larga existencia al maestro.

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