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123 Andrés: para niños, pero con mensaje

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Para Andrés Salguero, que se presenta este sábado en el escenario de HOY Los Ángeles en el Festival de los Libros a las 5.10 p.m. bajo el seudónimo de 123 Andrés y al lado de su mentor José Luis Orozco, todo empezó a los 8 años de edad en su Bogotá natal, cuando formó parte de un conjunto infantil llamado Vivencias que se dedicaba al canto y al baile folklórico.

Pero tendrían que pasar muchos años para que regresara a la música para los pequeños, luego de un recorrido que lo llevó a estudiar música clásica y a participar en proyectos de jazz, de rock, de salsa y hasta de música norteña.

“Mi padre, que era un músico aficionado, me enseñó a tocar en la guitarra varios ritmos tradicionales, pero fue recién en Kansas -ciudad a la que llegué para hacer un doctorado luego de hacer un postgrado becado en Arkansas- donde me interesé en volver a la música infantil”, nos explicó el artista oriundo de Bogotá, Colombia, durante una visita a nuestra redacción.

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“Hacer esta clase de música es interesante, porque los niños son muy exigentes y si no les gusta lo que les presenta se ponen a hacer otra cosa o se duermen; además, yo mismo tuve que lidiar con mis propios prejuicios, porque tenía muchos conocimientos académicos y se suele pensar que esto es demasiado sencillo, hasta que me di cuenta de que, como artista, puedo ofrecer mucho más haciendo música popular para familias que música clásica”, reflexionó.

En todo caso, parece haberse esmerado en hacer algo más elaborado a lo que se espera del género, porque, sin dejar nunca de lado lo pedagógico, su álbum de debut “¡Uno, Dos, Tres Andrés! En español y en inglés” muestra una variedad de ritmos y de mensajes que no corresponde a la norma.

“Me interesaba hacer letras con un propósito; el disco en general permea un sentimiento de que podemos llevarnos bien entre personas que no somos iguales, y de que las diferencias son bienvenidas porque nos enriquecen”, aseguró el cantautor, cuyas piezas invocan discretamente el respeto a todas las razas y hasta a las distintas preferencias sexuales.

“También hice un tema llamado ‘Mi padre fue un trabajador migrante’ para darle voz a esas familias de las que no se habla mucho”, precisó, en alusión a una composición que lleva ritmo norteño.

La creatividad no queda ahí; hay rock y rap en el primer sencillo “¡Salta, salta!”; bachata en “Los colores”; y plena en “Nuestra fiesta”. Pero lo más significativo en el plano musical llega a través de “La clase” (salsa) y “Si tuviera un mariachi” (ranchera), dos cortes que sirven específicamente como educación musical para los niños.

“Se trata de ritmos que tienen connotaciones culturales muy amplias; algunos de ellos vienen de África y llegaron por el Caribe a Latinoamérica, pero ahora son ya también parte de la cultura de Estados Unidos, porque una buena parte de lo que grabó La Fania se hizo en Nueva York, y el mariachi se ha desarrollado también mucho en Estados Unidos”, dijo el artista, quien reside actualmente en Reston, Virginia, muy cerca de Washington DC, y que no tiene hasta el momento hijos.

“Además, incorporar todos estos elementos es importante, porque resulta esencial que los padres no se aburran con esta música y puedan así compartirla con sus hijos de mejor modo”, concluyó.

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