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Miguel Bosé conquistó el Microsoft Theatre sin apoyarse en material antiguo

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“Esta es la palabra más peligrosa del mundo”, dijo Miguel Bosé luego de entonar “Amo”, la canción con la que inició su concierto del sábado pasado en un Microsoft Theatre que lucía completamente lleno, dando con ello cuenta del nivel de popularidad que mantiene este cantante español, más allá de que algunos sigan pensando que su momento de gloria se dio a inicios de los ‘80.

En realidad, el astro comenzó la faena hasta con tres temas extraídos de su más reciente álbum (“Encanto” y “Libre ya de amores” completaron la lista), que además de encontrarse titulado como la primera canción citada, no ha pasado tampoco desapercibido ante los ojos de la industria, como lo demuestran las tres nominaciones obtenidas con miras a la próxima ceremonia del Grammy Latino (Mejor Álbum Vocal de Pop Contemporáneo, Mejor Álbum del Año y Mejor Grabación del Año). Además, los organizadores de este Grammy lo nombraron Persona del Año en el 2013, y le dieron por lo tanto un recordado concierto de tributo cargado de estrellas en la ciudad de Las Vegas.

Sin embargo, durante la noche de ayer, el foco estaba plantado sobre él mismo, hasta el punto de que, en los primeros minutos, parecía que iba a ser el único sobre el escenario. Y aunque a nadie le cabe duda de que se trata de un divo por méritos propios (originalmente, pensamos que el “Amo” del disco no era una conjugación verbal, sino un auto halago), el hecho de que fuera poniendo cada vez más al frente a sus coristas y a sus músicos -todo ellos vestidos de blanco, como él-, sumado al largo segmento final en el que se dedicó a presentarlos y aplaudirlos, probó que no estamos ante un tipo banal ni egocentrista.

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Claro que eso no quiere decir que Bosé no haya sido el que llenó las miradas de una audiencia en la que se encontraban personas de muchas edades y de todas las preferencias sexuales, y que se entusiasmó considerablemente ante cada movimiento suyo, hasta el punto de que resultaba difícil entender lo que el cantante decía ante canción y canción debido a unos alaridos que no se esperan necesariamente ante un artista que ya cumplió los 59 años. Lo cierto es que el europeo sigue despertando pasiones, y que esta ciudad de inmigrantes se rindió ante él a lo largo de las dos horas que lo tuvo frente a sí.

En esta ocasión, Bosé llegó con una escenografía que podría insinuar un nivel de sencillez inaceptable para un artista de su estatura, porque se limitaba al uso de cinco pantallas; pero la verdad es que la estrategia fue tan espectacular como tecnológica, ya que cuatro de estas pantallas tenían forma de torres móviles que se desplazaban por toda la tarima con la ayuda de asistentes mientras proyectaban imágenes de elaboración digital. De ese modo, cuando hizo su aparición “El hijo del Capitán Trueno”, acompañado por la banda en pleno, unas ballenas que salían de su entorno natural para desplazarse entre edificios urbanos surgieron por su lado desde la parte trasera, mientras el baile empezaba a desarrollarse; y poco después, “Salamandra” arribó con vistosos fondos rojos de dragones chinos y una instrumentación inusual.

No todo fue perfecto; cuando le tocó el turno a “Nena”, el título bailable que Bosé grabó a dúo con Paulina Rubio (reemplazada en esta ocasión por su estupenda corista de gira), los aparatos fallaron y las pantallas quedaron súbitamente silenciosas, aunque el impase se resolvió rápidamente y no hubo interrupción alguna en el espectáculo.

Musicalmente, la temperatura creció con “Horizonte de las estrellas”, una de las mejores composiciones del ídolo y una de las más animadas de su cantera reciente, así como una que marcó una suerte de punto de inflexión en el concierto, ya que luego vino un largo segmento marcado por temas lentos que podrían haber impacientado a los fans ocasionales, pero que alcanzaron picos artísticos tan altos como los que son capaces de promocionar “Te comería el corazón” (que, digan lo que digan, nos recuerda al Pink Floyd de los ‘90, y que llegó coronado por un gran solo de guitarra) y “Si tú no vuelves” (un reclamo amoroso particularmente inspirado).

Bosé nunca ha sido un cantante excepcional, sino uno más bien expresivo, y en ese sentido, su desempeño técnico estuvo lejos de ser perfecto, lo que se acentuó en la parte media del recital, sobre todo al momento de las notas altas; pero, cuando dejó que el público cantara el pegajoso coro de “Nada particular”, la estrategia lució completamente natural, y no como un recurso desesperado para subsanar carencias propias.

En lo que a nosotros respecta, el repertorio fue impecable, con la excepción de “Sí se puede”, un tema de tendencia ‘dance’, también procedente del “Amo” que, a pesar de sus razonables alusiones al mal manejo político de su país, se nos hace demasiado plástico; sin embargo, hubo varias carencias importantes (nos hubiera gustado mucho escuchar “Linda”, “Teorema de amor” y “Morir de amor”), lo que podría explicarse en primer lugar porque Bosé ha dejado en claro que recién empezó a componer extensamente en la segunda parte de su carrera, pero que podría también tener que ver con las citadas dificultades de registro.

De hecho, la única concesión a esa primera etapa fue “Te amaré”, que sí surgió de su pluma (“la hice cuando tenía 19 años y no tenía todavía a nadie, pero no me respondió una persona, sino miles”, confesó en el Microsoft Theatre) y que le gustó a todo el mundo, sin que eso signifique que haya salido demasiado bien en el plano vocal. Y cuando muchos de los presentes le reclamaban a grito pelado otro de los éxitos mencionados, decidió retirarse de una manera un tanto anticlimática con “Por ti”, una balada menos conocida.

En todo caso, a estas alturas, Bosé es capaz de ofrecer conciertos de muy alto nivel profesional que no decepcionan a sus seguidores y que no caen tampoco en la provocación fácil, aunque no se puede dejar de lado que durante la interpretación del celebrado tema “Amante bandido” (ese que dice “yo seré un hombre por ti/ renunciaré a ser lo que fui”), se acercó a uno de sus guitarristas y le estampó un beso en la boca. Pero, al menos en el plano de las actitudes, el peligro no llegó más allá que eso.

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