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L Festival: un segundo día con un rey irrefutable

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Superando los problemas de asistencia y ciertos reclamos de ubicación por parte de los asistentes, la segunda jornada del L Festival (desarrollado en la OC Fair el sábado y el domingo pasados) cumplió con sus promesas de modo más visible que la primera, aunque este éxito dependió en gran medida de la presencia de una auténtica leyenda de la música latina: el señor Juan Gabriel.

A estas alturas, el Divo de Juárez ha alcanzado un imbatible estatus como icono de la canción romántica, lo que puede ser cuestionado por quienes consideran que sus letras son cursis y excesivas, pero que para nosotros es una distinción plenamente merecida, ya que esa misma grandilocuencia es la que le da un profundo impacto emocional a sus baladas, capaces de despertar lágrimas en cualquiera que haya crecido con ellas y que no tenga el corazón de piedra.

De ese modo, el vocalista, quien se acompañó de un mariachi, de una banda entera y hasta de un coqueto abanico, provocó uno de los furores más intensos de la velada al interpretar “Así fue”, aunque lo cierto es que todos los asistentes que nos rodeaban en ese momento se dedicaron a cantar la letra completa del tema con tanto entusiasmo que nos impidieron prácticamente escuchar la voz del astro. Como él mismo aprovechó la circunstancia para dejar que la audiencia lo reemplazara en algunos segmentos de otras canciones, pensamos simplemente que ya no era capaz de cantar como en los viejos tiempos; por fortuna, nos equivocamos.

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Y es que, cuando le tocó el turno a “Inocente pobre amigo”, Juanga se dejó escuchar de manera clara y precisa, sobre todo en la parte en la que cuestiona a la amante de la composición con un ingenioso desfile de palabras semejante al del rap, mientras hacía gestos particularmente expresivos con los que simulaba tirar un romance a la basura.

Pero el momento más emotivo llegó con “Costumbres”, dueña de una letra emocionalmente devastadora, que el cantante dedicó verbalmente a “todos los papás” presentes, pero que tuvo en la pantalla a la también legendaria -y ya fallecida- Rocío Durcal, con quien tuvo una colaboración fructífera pero con la que se enemistó súbitamente antes de su muerte.

Claro que no faltaron piezas mucho más bailables y ligeras como “Caray” (con una parte de lo más salsera); una versión de “Juntos” que mostró en la pantalla gigantes imágenes de las fuerzas armadas mexicanas (lo que se prestaba a la polémica); y la intervención forzada del grupo colombiano de música urbana Zona Prieta, quien aportó poco a la presentación de “No tengo dinero”.

Sea como sea, Juan Gabriel es uno de esos artistas ante los que se siente la existencia de un aura sobrenatural, a semejanza -para hacer dos comparaciones anglosajonas- de las que poseían Frank Sinatra y James Brown; y no solo por lo que ha hecho en el pasado, sino también por lo que exhibió anoche con respecto a su carisma inagotable, su magnífico dominio de escena y el manejo de una voz que, más allá de sus tintes rancheros, empleó generosamente recursos del jazz y del blues.

Antes de este ídolo irrefutable, el mismo escenario principal fue de La Arrolladora Banda El Limón, que se apoyó principalmente en sus baladas románticas para conquistar a su audiencia, pese a que su estilo difiere mucho del de Juanga, ya que es abiertamente popular y únicamente apropiado para quienes disfruten de esta bulliciosa escuela sinaloense.

Claro que esos fueron muchos, como se pudo notar al caminar entre la enorme multitud y escuchar a personas que cantaban a voz en cuello piezas como “Ya no te buscaré” y “Para qué pides perdón”; y hasta se filtró por ahí el narcocorrido “Se les peló Baltasar”, pese a que El Limón ha retirado la mayoría de estas composiciones de su repertorio. El entusiasmo fue grande y contagioso, pero el sonido no estuvo a la altura de las circunstancias, sobre todo porque las voces se perdían en medio de las trompetas.

Por su lado, sin estar necesariamente a la altura del divo absoluto del día, Gloria Trevi dio plena cuenta del lugar envidiable que sigue ocupando en el universo de la música popular hispana, y que le permitió incluso superar un serio caso legal relacionado a la corrupción de menores hace cerca de una década. En consonancia con el concepto de su última producción, “El Amor”, la oriunda de Monterrey apareció primero enfundada en un traje de caballero para entonar creativos ‘covers’ de cortes popularizados por estrellas del pasado, como fue el caso de “Como yo te amo”, originalmente impuesto por Raphael.

Pero el público la celebró más al verla vestida de mujer exuberante, con una malla negra y un sobretodo transparente, para entonar su nuevo sencillo, “Las pequeñas cosas”, que es un corte ‘dance’ de su autoría; y momentos después, un cambio adicional de atuendo la encontró dentro de un vestido tan elegante como impresionante que le sirvió para acompañar la interpretación de “El recuento de los daños” y “Con los ojos cerrados”, rodeados de brillantes arreglos orquestales (había una sección femenina de cuerdas) y de unos toques propios del R&B que no pudieron lucirse del todo debido a una mezcla de sonido bastante desbalanceada.

Además de demostrar que luce absolutamente espectacular a sus 47 años de edad, incluso con el agregado de ciertas curvas, la Trevi hizo gala de sus talentos dramáticos al cantar con esa voz rasposa y cargada de sentimiento que posee, e hizo una suerte de representación teatral al caer derrotada en las manos de un bailarín que la ataba con el cable de un micrófono durante la interpretación de “Desahogo”.

Y hasta se dio tiempo para lucir un atuendo extra -el más sexy de la partida- con el fin de regresar a los primeros años de su carrera y presentar un popurrí en el que circularon éxitos tempranos como “Pelo suelto” y “Dr. Psiquiatra”.

Fuera de la tarima central, el L Festival contó con escenarios secundarios ubicados en hangares distribuidos en otras zonas de la feria, como fue el caso del L Dance, dedicado a la música electrónica. Pese a que la supuesta perla por ahí era el trío de DJs regiomontanos 3BallMTY, nos gustó más el dúo Tom & Collins, cuyas referencias musicales latinas no eran tan evidentes (pese a que ‘samplearon’ el “Oye cómo va” de Tito Puente), pero que tuvo una aproximación más sofisticada a la fusión, recurriendo a dos expertas bailarinas a los lados y aprovechando las pantallas disponibles para mostrar toda clase de gráficos futuristas mientras disparaba luces láser sobre la concurrencia.

3BallMTY fue más autóctono y estridente, no solo por su ya conocidas melodías de sintes, sino también porque sus frecuencias de bajos tenían un volumen exagerado; y si la recurrencia a ritmos tradicionales y a imágenes precolombinas le dieron cierto aire místico a su propuesta, seguimos sintiendo que lo suyo es demasiado comercial como para alcanzar trascendencia.

Por otro lado, nuestra visita al escenario El Parque nos puso cara a cara con El Conjunto Nueva Ola, una banda capitalina trasladada a L.A. que ofrece vibrantes recreaciones de temas rockeros en clave de cumbia mientras sus integrantes lucen máscaras de luchadores y bromean incansablemente con la audiencia. Con ellos, la fiesta siempre está asegurada.

Como lo constataron nuestros compañeros de oficio que habían asistido a la jornada del sábado, las cifras de asistencia fueron mucho mayores; y se resolvió de algún modo la situación de los que tenían boletos de VIP, pero habían sido ubicados muy lejos del escenario principal durante el sábado, al sumar un área exclusiva para ellos mismos frente a la tarima. En todo caso, no escuchamos ninguna queja en la velada de cierre.

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