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La brutalidad y la militarización de la policía en EE.UU. cobran vida en el impactante documental ‘Do Not Resist’

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Los creadores actuales de documentales saben bien que el estilo antiguo del formato, basado en interminables voces en ‘off’ y en entrevistas estáticas, se encuentra en desuso, porque una imagen vale más que mil palabras; y eso es algo que se encuentra claro en “Do Not Resist”, un largometraje que se estrena hoy en salas limitadas de Los Ángeles y que, fuera de emplear ciertos rótulos para brindar información específica, se vale del poder de lo que muestra para dar cuenta de un fenómeno de particular gravedad en la sociedad estadounidense actual.

Nos referimos, por supuesto, a la brutalidad policiaca, que ha venido cobrando víctimas desde hace mucho pero que, en los últimos años, ha alcanzado un nivel alarmante, hasta el punto de que ya hemos perdido la cuenta de sus víctimas afroamericanas. En ese sentido, “Do Not Resist” nos lleva al punto de partida de la coyuntura actual, la ciudad de Ferguson del 2014, durante el momento en el que se iniciaron las marchas de protesta por la muerte de Michael Brown; y lo más interesante de todo es que lo hace colocándonos de manera literal en la parte delantera de la acción.

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Desde esa primera escena, se nos transmite la complejidad de una situación en la que no todo se encuentra pintado de blanco y de negro en más de un sentido, como lo prueba el rostro tremendamente compungido de un agente negro que trata de lidiar con un manifestante furioso de su misma raza; claro que, poco después de que se muestra la violencia con la que las ‘fuerzas del orden’ reprimieron las protestas de esa noche, se nos presenta a dos policías anglosajones que se retiran de la zona de batalla (porque luce así) mientras sonríen y hacen bromas sobre lo ocurrido.

En realidad, lo más importante de este documental es que no centra su mirada en la gente que se encuentra enfrentada en las calles, sino en los ideólogos, esos “maestros de la guerra” que tanto cuestionó el ahora ganador del Nobel de Literatura Bob Dylan en su célebre pieza musical. De ese modo, luego de ubicarnos en el contexto de los hechos, el director Craig Atkinson nos lleva a conocer a Dave Grossman (un solicitado entrenador cuyos libros son de lectura obligatoria en todas las academias de la policía y del FBI), quien le dice a sus alumnos: “Ustedes son hombres y mujeres hechos para la violencia” y que, al final del filme, asegura que quienes se quejan de las acciones de las autoridades “son mexicanos que no deberían estar aquí”, empleando una retórica de lo más ‘trumpiana’.

Inmediatamente después, se nos traslada a una convención policial en el estado de Florida para conocer al director del FBI, James Comey, quien defiende la necesidad de tener más armas porque “los monstruos son verdaderos” (y no son los de su bando, claro); y la voluntad de estos señores se traduce en las imágenes posteriores, donde vemos cómo lugares del país con índices ínfimos de criminalidad (Concord, Massachusetts, y Juneau County, Wisconsin) han logrado obtener generosos préstamos del Departamento de Seguridad Nacional para adquirir automóviles blindados que provienen directamente de zonas de guerra en Irak.

Pero lo que viene después es quizás más elocuente, porque, valiéndose de un nivel de acceso especialmente llamativo en vista de la propuesta que maneja, Atkinson nos lleva a una central de la SWAT para asistir a los preparativos de una redada destinada supuestamente a desbaratar una red de narcotráfico, nos sube luego al ‘tanque’ -porque el vehículo luce casi como uno- con el que se planea desbaratar la casa sospechosa y nos muestra los destrozos que se hacen en el lugar para terminar encontrando restos de marihuana en el fondo de la mochila de un universitario de color.

“Do Not Resist” sí muestra a personas que hablan, pero no en la seguridad de sus hogares ante una cámara fija, sino, por ejemplo, ante el Senado o ante tribunales locales, destinados a aprobar o desestimar unas compras de material militar para las fuerzas policiales locales que, finalmente, se concretan en todos los casos, pese a que tenemos aquí a exsoldados que manifiestan su indignación por el uso de armamento tan letal en la población civil y de políticos que no entienden la necesidad de asignar esta clase recursos a agencias que no los necesitan. A fin de cuentas, si se puede concluir algo de esto es que la solución no llegará pronto, sobre todo si quienes manejan los hilos se encuentran tan mal encaminados.

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