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Allende llega a Cannes de la mano de su nieta en un documental

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El documental “Allende, mi abuelo Allende” habla de una leyenda, pero podría ser de cualquier persona. Habla de una familia y de todas las familias, de los dolores que se callan y las imperfecciones que se olvidan, y quizá por eso conmueve como solo lo hacen las historias universales.

El eje de la película, el difunto presidente chileno Salvador Allende, ejercerá a buen seguro como imán para atraer al público a las salas.

Pero una vez allí, el estadista, el revolucionario, el icono de la izquierda latinoamericana quedará a un lado. En la pantalla aparecerán entonces el hombre y, sobre todo, las mujeres que lo rodearon, que se entregan a un ejercicio de valentía para hablar sobre lo que no podía ser dicho.

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La autora del filme es su nieta Marcia Tambutti, que hace ocho años se dio cuenta de lo poco que sabía sobre su abuelo y decidió embarcarse en un viaje incierto, como explica en una entrevista a Efe.

Quien espere grandes revelaciones sobre Allende puede verse defraudado: la autora muestra más interés en las complejas relaciones familiares que en desvelar, por ejemplo, las continuas infidelidades conyugales del presidente o su ingente vanidad.

“Nunca oí a nadie criticarle”, lanza en una de las primeras escenas del documental Tambutti, toda una declaración de principios sobre lo que viene después.

“Yo tenía algo de miedo a abrir heridas. Creo que pararse y ver la vulnerabilidad de uno te hace más fuerte, pero entiendo el punto de vista contrario”, dice a Efe la directora, que tuvo que salir exiliada a México junto a su familia tras el golpe de Estado de 1973 y regresó a Chile para rodar el documental.

El título del trabajo juega con el sentido literal de la palabra allende para significar su intención de ir más allá del “abuelo icónico para centrarme en mi familia, que podría ser cualquier otra familia”.

Aunque dice haberse sentido “atacada” por ciertas personas con miedo a desmitificar al personaje, confiesa que al inicio era eso mismo lo que más quería, aunque, en su propio proceso de transformación, acabó aceptando las “cualidades extraordinarias” de su abuelo, sobre todo su capacidad de seducción.

“El tuvo conciencia de su personaje público desde muy joven, porque una meta de su vida era hacer historia. Es muy fuerte, porque hacía bromas como ‘Toca, toca, estás tocando carne de estatua, carne de bronce’...”, dice entre risas la directora.

El trágico final del presidente, quitándose la vida durante el asalto al Palacio de la Moneda, encaja perfectamente dentro de la imagen que Tambutti ha reconstruido de él.

“Ves cómo terminó su vida y fue un acto de consecuencia. En su objetivo de cómo quería ser recordado, se mantuvo muy fiel a sus valores, sabía que era una manera de trascender a la historia”, señala.

El documental, por encima de todo, abre ventanas y permite la entrada de aire fresco en la familia, una vía de comunicación hasta entonces cerrada que, según Tambutti, han conseguido mantener en la actualidad.

En su primera proyección en Cannes, dentro de la sección paralela de La Quincena de Realizadores, la película fue ovacionada durante varios minutos, en un ambiente de gran emoción.

“Fue hermosísimo, no nos esperábamos algo tan emotivo. Ya estar en Cannes es un regalo, pero esto superó todas las expectativas. Se nos acercó mucha gente para tomarnos fotografías, pero la productora de México decía que en realidad era para abrazarnos...”, sonríe Tambutti.

La directora, bióloga de formación y profesión, satisfecha y abrumada por el éxito, no le cierra su puerta al cine: “Supongo que seguiré haciendo películas... de vez en cuando”.

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