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El Festival de Libros de LA Times pondrá en relieve la labor poética del versátil Manuel Benítez

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Manuel Benítez proviene de Ixtlán del Río, un municipio del estado mexicano de Nayarit cuyo entorno mismo le dio las pautas necesarias para la labor artística que ha venido desarrollando a lo largo de su extensa carrera. Y es que si bien se trata de un creador autodidacta, accedió a una buena parte del conocimiento que tiene ahora a través de su abuelo, un hombre particularmente ingenioso.

“Vengo de un lugar en el que había un asentamiento prehispánico, por lo que casi todos los adultos trataban de vender figurillas de esa clase a los turistas”, recordó el poeta y pintor durante una visita a la redacción de HOY. “Muchos eran escultores, como mi abuelo; y para vender mejor, creaban historias alrededor de las figurillas, lo que los transformaba también en ‘cuenteros’”.

Claro que no se trataba de una labor altruista; de hecho, como lo señaló el entrevistado, el asunto tenía un origen plenamente comercial. “Se divertían engañando a los norteamericanos con esculturas que eran aparentemente antiguas, hasta que estos descubrieron que si les ponían saliva y la misma se evaporaba, las figuras no eran buenas”, prosiguió Benítez. “Entonces, a mi abuelo se le ocurrió ponerles crema encima, con lo que lograba que la saliva se quedara pegada”.

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De joven, nuestro entrevistado trabajó como maestro de inglés en escuelas secundarias de la zona, gracias a una facilidad para los idiomas que, en sus palabras, “era también necesaria para engañar a los gringos”. Pero empezó a desarrollar paralelamente un talento artístico despojado de estudios académicos que le permitió adquirir un estilo propio y alejado de los clichés del movimiento local.

“Sí tengo influencias, como Luis Armenta Malpica en el plano literario, Rufino Tamayo en el pictórico y, sobre todo, el colorido huichol”, afirmó. “Me siento muy marcado por José Benitez, que no es mi pariente pese al apellido que lleva, y que me ha interesado mucho por su actividad como chamán, la que le permite ver más allá de lo cotidiano; de hecho, la manera en que su comunidad imagina a sus dioses, sus demonios y sus héroes me llevó a hacer una colección de pinturas que llamó mucho la atención, pese a que yo mismo no tengo lazos sanguíneos directos con esas culturas”.

En todo caso, lo que está trayendo ahora a Benítez a Los Ángeles, donde ha tenido ya varias exposiciones y donde ofrecerá este domingo una presentación especial en el Festival de Libros de LA Times (Taper Hall of Humanities, salón 201, a las 3 y 45 de la tarde), es su obra poética, más precisamente, la que se plasma en su más reciente libro, “Ascua de luna”, que se encuentra dedicado a Brenda, una niña de su localidad que murió durante un incendio.

Como se lo comentamos, este es un trabajo cargado de sentimiento. “La poesía es la concentración de elementos emocionales”, nos dijo. “Es un poemario de registro amplio que inicialmente puede parecer como un conjunto de textos separados, pero que en realidad posee una unidad temática a la que se llega al final de la lectura”.

Y no es solo eso, porque exhibe también reflexiones sobre el oficio de la pintura, desde los títulos que distinguen a sus capítulos. “Por ese lado, planteo un recetario pictórico que aparenta ser muy técnico, pero que es en realidad muy poético”, agregó el escritor, quien decidió además diseñar algunos de los poemas de manera particular, lo que hace que asuman en las páginas formas geométricas inusuales.

“Es que esos mismos tienen silencios que también te hablan; son como pinturas, tienen un significado”, precisó. “Usé diferentes estilos de presentación para no cansar al lector; cada poema tiene su propia respiración y hay incluso algunos que llevan diferentes voces, marcadas en negritas, por lo que quizás el público que asista al Festival de Libros me pueda ayudar en la lectura”.

A diferencia de otros colegas suyos, la obra de Benítez prescinde de tintes sociales y políticos. “Cada artista tiene el derecho de contar con su propio espacio de expresión aunque no se cimente necesariamente en lo que está sucediendo dentro de su país”, apuntó. “Tenemos un ciclo breve de vida que debemos aprovechar; está bien hacer literatura de protesta, pero hay que ejercer siempre la voz individual”.

En ese sentido, pese a que la palabra ‘Dios’ se repite varias veces en “Ascua de luna”, Benítez asegura que “la espiritualidad de un artista es descubrirse a sí mismo, porque las palabras pueden tener varias acepciones, aunque eso se ha ido perdiendo por su uso cada vez más concreto”.

Finalmente, pese a estas consideraciones y al interés cada vez menos intenso de la audiencia en general por la apreciación de formas literarias complejas, el autor tiene la esperanza de que esta disciplina perdure. “Creo que siempre va a existir en el ser humano la necesidad de crear un mundo que no es el que palpamos, sino el que soñamos; y mientras eso suceda, no dejará de haber poesía”, concluyó.

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