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Nueve días de silencio y dolor en la Habana, Cuba

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Siete de cada diez cubanos nacieron bajo el gobierno de Fidel Castro.

Su hermano Raúl apenas lleva una década y prometió irse en 2018 sin la fuerza y presencia que adquirió Fidel.

Resistente a una oncena de presidentes estadounidenses, Fidel Castro ya no alcanzó a opinar públicamente de Donald Trump, acaso el más amenazante para él.

La Rampa, uno de los tramos de la céntrica calle 23 que desemboca en el Malecón, estaba este sábado inusualmente vacía.

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Cualquier sábado en la tarde esta zona se atesta; el escaso tráfico vehicular se alienta, la gente camina por banquetas y calles y hay escándalo, bulla y reventón.

Pero este no es cualquier sábado. La televisión y la radio cubanas solo hablan de las gestas del Comandante en Jefe. En cada momento es repetido el comunicado oficial sobre el decreto de duelo nacional de nueve días y la suspensión de actividades públicas.

“Durante la vigencia del duelo nacional cesarán las actividades y espectáculos públicos, ondeará la enseña nacional a media asta en los edificios públicos y establecimientos militares y la radio y la televisión mantendrán una programación informativa, patriótica e histórica”, fue repetido incesantemente desde la mañana hasta la medianoche en los medios oficiales.

A Fidel Castro se le dio por muerto innumerables ocasiones desde que se convirtió en una de las principales figuras públicas hace siete décadas y más como líder de la Revolución Cubana.

Según las cuentas de la inteligencia antillana más de 600 veces quisieron asesinarlo con distinto tipo de artimañas.

El periodista estadounidense Jules Dubois escribió en 1959 una de las primeras versiones sobre la muerte de Fidel.

El incidente ocurrió en diciembre de 1956 tras el desembarco de los barbudos en la isla y luego de un bombardeo del ejército de Fulgencio Batista en Manzanillo donde rondaban los rebeldes.

El 5 de diciembre (de 1956) Castro continuaba muerto, según algunos, aunque Batista, en La Habana, manifestó en una entrevista que no creía que Castro hubiese desembarcado en Cuba, sino seguía en México.

“La verdad era que Castro aquel día se hallaba acampado en una plantación de caña abandonada y rodeada de selva”, escribió Dubois en el libro “Fidel Castro”.

Ahora la noticia fue cierta. Tomó a muchos en la cama, recogidos, somnolientos. Y pareciera que la decisión masiva, mayoritaria, fue quedarse ahí, atrancados, mudos, replegados.

Desde las 6 de la mañana fue declarado el novenario que silenció la conga, la bulla y el paseo.

Cuba espera la temporada alta vacacional que inicia este diciembre y con estreno de vuelos directos desde Estados Unidos y la oleada turística llegará en pleno luto. Ni Tropicana ni discotecas.

Era el Padre, el guía, para sus fieles. David Goles, un epidemiólogo de Villa Clara, destacado en una brigada médica en Haití , escribió en un chat reproducido por el diario oficial Granma: “Perdimos un hermano, un padre. ¡Lo más grande!”

Otro médico de Matanzas, Jorge Armando Delgado de 59 años, juzgó que el golpe era muy duro pero sobre todo para la generación de nacidos en los años cincuenta.

“Fue el que nos guió y enseñó a caminar desde un inicio del proceso revolucionario. Logramos ser profesionalmente lo que somos gracias a él. Le debemos todo”, escribió.

De esos sesentones Mick Jagger se enorgulleció cuando vino a La Habana. “¡Qué público más chévere!”, exclamó en el concierto de Los Rolling Stones hace unos meses en La Habana.

Los sesentones y cincuentones, hijos de la Revolución, gritaron eufóricos. Los Rolling respondieron con Paint it Black.

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