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‘Aquí nadie se cansa’, dicen los residentes

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En el conjunto habitacional de Calzada de Tlalpan, cerca de Taxqueña, el drama y la esperanza por encontrar a personas atrapadas vivas, corrieron en paralelo.

En el perímetro de los escombros, familiares con lágrimas en los ojos, rezando por ver a sus seres queridos nuevamente. Incluso llamándolos a gritos.

Sobre las estructuras devastadas, los rescatistas, que se achicaron para introducirse en cualquier rendija para localizar a personas bajo las lozas.

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En este conjunto habitacional un edificio de cinco niveles y más de 30 departamentos se vino abajo.

Se ubica entre Calzada de Tlalpan, Álvaro Gálvez, Avenida 8 y Cerro San Antonio.

El puño cerrado en lo alto se convirtió en un símbolo de vida: significaba que algún rescatista podía haber oído un grito de auxilio abajo de los escombros.

El “ssshhh” era generalizado después del puño en alto.

Falsa alarma. Y continuaron los gritos de colaboración, el arrastre de cubetas con escombros, las máquinas empujando trozos de concreto y los reclamos entre voluntarios para evitarse el paso a unos y otros.

Una ventana

Arriba del condominio colapsado los rescatistas de la Marina, bomberos y Protección Civil encontraron “una ventana”, en la jerga de ellos, un hueco para hacer reconocimientos bajo el escombro.

Los rescatistas lograron meterse, lamparear y gritar entre el polvo para obtener signos de vida.

Otra vez el puño en alto y el uso de las “quijadas de la vida”, un sistema hidráulico para cortar varilla o separar concreto.

Los marinos habían encontrado un cuerpo. Durante la madrugada dos menores de edad eran buscados con desesperación en esta parte del edificio en ruinas.

“Una camilla, una camilla”, esa petición arrancó palmas y la rapidez para pasar la cama portátil.

Después las caras largas.

Los aplausos cesaron y un silencio reinó sobre Calzada de Tlalpan.

Los rescatistas pidieron otra camilla, sin prisa.

Tras más de nueve horas de trabajo habían rescatado a dos cuerpos, envueltos en sabanas.

Eran dos menores a quienes se buscaba desde la madrugada del miércoles, de acuerdo con elementos de la Marina.

Los rescatistas no dijeron si tenían signos vitales.

“Aquí estoy mi amor, ya saliste”, dijo la madre a uno de ellos.

Los rescatistas callaron y se abocaron a buscar a una mujer de nombre Viridiana García Guzmán.

Un esposo desesperado atravesó las vallas de seguridad para suplicar a los rescatistas.

“Ahí donde está· ese pedazo de tinaco estaba la puerta, para adentro, unos cuatro metros esta· la sala, ahí debe estar ella”, suplicó a un marino.

Otro camino

Bomberos y marinos se tomaron unos minutos para alimentarse con la comida rápida que voluntarias prepararon con pan, jamón y mayonesa.

Ciudadanos apoyaron con atún, tortas y frituras.

Algunos se tiraron en medio de la Calzada de Tlalpan, debido a los calambres.

“Necesitamos una hooligan, no podemos meternos más. Hicimos un buen camino, pero una loza ya no nos deja avanzar, no hay forma de pasar, hay que meternos por otro lado”, dijo uno en el breve descanso.

Una hooligan es una maquina manual, con una mano metálica para extraer tierra.

Los rescatistas también requirieron de una “mano de chango” para quitar el escombro que no los deja operar.

Los bomberos, unos procedentes de Tecámac y otros de la Ciudad de México, reprocharon decisiones de los militares en la búsqueda de personas atrapadas.

“Por hacer todo no hacen nada”, reclamó uno de ellos.

Señalamientos como ese hubo varios durante la jornada de labores en el multifamiliar de Tlalpan.

No obstante, las Fuerzas Armadas tomaron el control de los trabajos.

“Aquí nadie se cansa”, animó un mando de la Marina a su tropa.

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