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Homosexuales católicos esperanzados con la visita del papa Francisco

Rosa Manríquez recibe un beso de Matteo Arvizu, su nieto de 3 años de edad, en el este de Los Angeles. Matteo es el hijo de una de sus dos hijas lesbianas. Manríquez viajará a Filadelfia para el Encuentro Mundial de las Familias del Papa Francisco.

Rosa Manríquez recibe un beso de Matteo Arvizu, su nieto de 3 años de edad, en el este de Los Angeles. Matteo es el hijo de una de sus dos hijas lesbianas. Manríquez viajará a Filadelfia para el Encuentro Mundial de las Familias del Papa Francisco.

(Al Seib / Los Angeles Times)
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Se suponía que iba a ser una celebración doble – una misa regular en la Iglesia Católica St. Agatha en West Adams y el cumpleaños número 63 de Rosa Manríquez. Su hija mayor iba a venir, y no podía estar más feliz.

Manríquez, una católica por nacimiento, es una de las lectoras en la parroquia de casi un siglo de edad localizada al oeste del centro de Los Angeles, lo cual significa que se pone de pie y lee las escrituras los domingos. También lee las peticiones de plegarias de los miembros de la congregación, peticiones en nombre de, digamos, un amigo enfermo o el alma de un ser amado que ya ha fallecido.

Mientras que Manríquez rebuscaba entre las peticiones de ese día, una la dejó inmóvil -- que la congregación ore en apoyo de la libertad religiosa, al mismo tiempo en que el tema estaba llegando a una situación de crisis en Kentucky, en donde la secretaria del condado de Rowan, Kim Davis, no emite licencias de matrimonio porque cree que las uniones entre personas del mismo sexo están en contra de la voluntad de Dios.

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“Le pedí al sacerdote celebrante que se acercara y le dije, ‘Tengo un problema’”, recordó Manríquez. “El sacerdote dijo, ‘Hay que cambiar la redacción’”.

Y lo hicieron, elaborando una petición para orar por la libertad religiosa de todos. “Mientras que lo estábamos haciendo”, dijo Manríquez, “mi hija, su esposa y el bebé entraron en la iglesia. Y los vi”.

Era el 30 de agosto, tres semanas antes de que Manríquez se dirija a Filadelfia para ver al Papa Francisco, y de repente su misión pareció ser más crítica: mostrarle al pontífice y al millón de personas que se esperaban ahí que las familias como la suya son igual de bendecidas como la de cualquier otra persona.

Ambas hijas de Manríquez son lesbianas; ambas están casadas; ambas tienen hijos que fueron bautizados en la iglesia; ambas, dijo, “fueron amadas incluso antes de que fueran imaginadas”.

Pero esta es una iglesia cuyas enseñanzas oficiales dicen que el ser homosexual es “intrínsecamente desordenado”. Una iglesia que puso su dinero y su tiempo en la lucha en contra de los matrimonios del mismo sexo. Que en algunas parroquias niega la comunión -- el sacramento central de la fe -- a los homosexuales no-célibes, las lesbianas y a las personas transgénero.

También es una iglesia que muchos esperan se esté acercando a un punto de transición. Francisco ha condenado el matrimonio entre personas del mismo sexo, pero después de su primer viaje al extranjero les dijo a los reporteros que, “si alguien es homosexual y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgar?”.

La Iglesia Católica Romana, al igual que muchos de los otros principales grupos, durante los últimos años ha ablandado algunas de sus posturas más conservadoras, y Francisco ha acelerado ese proceso, lo suficiente como para que muchos católicos estadounidenses crean que es más socialmente liberal de lo que es en realidad. Entre los católicos que están a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo, el 49% creen que el papa está de acuerdo con ellos, de acuerdo a un estudio reciente realizado por el Instituto de Investigación de Religiones Públicas.

No lo está.

En las últimas semanas, Francisco les ha dado a todos los sacerdotes la autoridad para perdonarles a las mujeres “el pecado del aborto” cuando el “Año de Piedad” del Vaticano empiece en el mes de diciembre. El martes, anunció un nuevo proceso para hacer que sea más económico, fácil y rápido para que los católicos obtengan anulaciones de matrimonios.

Pero no esperen ver bodas entre personas del mismo sexo en la propiedad de la iglesia católica, dijo el padre Thomas Reese, analista senior para el National Catholic Reporter. “Eso simplemente no va a suceder. Pero está haciendo un llamado para otorgar una actitud muy diferente hacia los homosexuales y las lesbianas, personas LGBT. Los ve como nuestros hermanos y hermanas, como parte de nuestra familia... Quiere que la iglesia sea más abierta y acogedora”.

De muchas formas, Francisco simplemente se está acercando a las mujeres y los hombres que llenan las bancas en las iglesias católicas de los Estados Unidos. De acuerdo a un estudio reciente realizado por el Centro de Investigaciones Pew, menos de la mitad de todos los católicos en este país creen que el “comportamiento homosexual” es un pecado, y están divididos casi por igual -- 46% a 46% -- sobre si la iglesia debería de reconocer los matrimonios de las parejas lesbianas y homosexuales.

Aun así, cuando Manríquez vio a su familia entrar en la iglesia St. Agatha aquel domingo reciente, dijo, “cada uno de esos pronunciamientos de mal espíritu que mis hermanos papas y obispos dijeron en base a la ignorancia y en ocasiones debido al miedo volvieron a mí”.

“Fue realmente difícil leer desde el púlpito”, dijo. “Empecé a llorar. No solo es el dolor, es la ira... El hecho de que mis hermanos y hermanas en la iglesia prefieran unir sus manos con Kim Davis que con mis hijos -- eso duele”.

Una coalición de católicos homosexuales, lesbianas, bisexuales y transgénero y sus simpatizantes le escribieron al Papa en junio, pidiéndole que se reuniera con los fieles del LGBT y sus familias mientras que esté en los Estados Unidos del 22 al 27 de septiembre.

El grupo de convergencia se llama Equally Blessed, y está enviando a una docena de familias en un “viaje de peregrinación” a Filadelfia para el Encuentro Mundial de las Familias del Papa Francisco. Manríquez se encuentra entre los peregrinos – al igual que una pareja de Boston, Marianne y Becky Duddy-Burke y sus hijas, Emily, de 13 y Fini, de 12.

Marianne Duddy-Burke es directora ejecutiva de DignityUSA, el cual aboga por los católicos LGBT. Estará en Filadelfia en carácter oficial pero también como una “madre católica, casada y lesbiana”. Su historia, dijo, es una que Francisco necesita escuchar.

Cuando ella y su cónyuge intentaron adoptar a un niño de América Latina a finales del 2001, encontraron que “en ese momento no había un sólo país en todo el mundo en donde podríamos haber adoptado sin que una de nosotras pretendiera ser una madre soltera”, dijo Duddy-Burke. “La sensación es que las personas homosexuales y lesbianas no son moralmente aptas para ser padres”.

Así que se dirigieron hacia el sistema de cuidado tutelar de los Estados Unidos. En ese momento, la agencia de adopción más grande en su estado natal de Massachusetts era Catholic Charities. Cuando llamó para iniciar el proceso de adopción, dijo Duddy-Burke, se le dijo que los niños no podían ser colocar con parejas del mismo sexo.

Con más de 100,000 niños en toda la nación esperando ser adoptados, esa postura “me dice que los funcionarios de la iglesia prefieren aferrarse a imágenes viejas y prejuiciosas de las personas LGBT en lugar de considerar lo que es mejor para los niños”, dijo. “Eso es trágico”.

El 13 de marzo del 2013, Jorge Mario Bergoglio se convirtió en el Papa Francisco. Desde ese momento, ha trabajado para cambiar el enfoque de la iglesia lejos de los temas candentes tales como el aborto y la homosexualidad, y hacia cuestiones como la pobreza y el cambio climático.

Su enfoque hacia los pobres y los marginados hace que Duddy-Burke “tenga algo de esperanza” en que la iglesia que ella ama y en la cual creció pudiera algún día ser más abierta. Pero también sabe que el cambio en la antigua institución será lento, si es que ocurre.

Si se pudiera sentar a platicar con el Papa No. 266, esto es lo que le diría:

“Lo que diría es que las enseñanzas de la iglesia y la práctica pastoral están lastimando a muchas personas en la iglesia, y está causando una verdadera crisis. Las familias católicas tienen miembros LGBT. Es muy difícil tener que pensar que su fe los rechaza o que requiere que ellos rechacen a alguien que aman que es LGBT”.

El alcalde de Seattle, Ed Murray también ha observado tanto la calidez como la frialdad que emana la iglesia que lo forjó. Murray fue invitado al Vaticano en julio junto con docenas de alcaldes y el gobernador de California, Jerry Brown, para una conferencia sobre el cambio climático y el tráfico humano.

Antes de aceptar la invitación, dijo Murray, su oficina llamó a Roma porque “queríamos estar seguros de que el Vaticano supiera a quién estaban invitando”. El primer hombre homosexual casado en ser elegido alcalde de una de las principales ciudades estadounidenses.

Durante la conferencia, “Sí hablé acerca de los temas LGBT. Una persona en el Vaticano se dirigió a mí y dijo, ‘Ese término no ha sido utilizado aquí antes’”, recordó Murray. “Admiro tremendamente al Papa Francisco. Me impactó su calidez y su autenticidad. Su reto para que la iglesia sea una iglesia que vive con aquellas personas marginadas es muy radical”.

El católico irlandés de 60 años de edad se convirtió en un monaguillo en 1962, el último año en que la misa fue celebrada en latín. Murray se llama a sí mismo “un católico practicante quien cree en su fe”. Es un miembro regular en varias parroquias en su ciudad frondosa y liberal, y llama a los sacerdotes de aquí amigos de toda la vida.

Pero cuando llegó el momento de casarse con Michael Shiosaki, su compañero de 22 años, Murray se dirigió a la Catedral Episcopal de St. Mark para una ceremonia de iglesia en el 2013. A los sacerdotes que conocía de toda su vida no se les permitió asistir a su boda o a la boda de cualquier otra pareja del mismo sexo.

Un amigo sacerdote quién desde entonces ha fallecido le envió un texto antes de la ceremonia: “Quiero ir a tu boda, pero quiero morir como sacerdote. Espero que lo puedas entender”.

Si desea leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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