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“Mi ciudad está destrozada”: la devastación y la oscuridad que deja el huracán María en Puerto Rico

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La noche dejó a Puerto Rico en tinieblas.

La isla entera estaba sin servicio eléctrico, en toque de queda y con un silencio inhabitual que solo rompía sonido de las ráfagas de viento y de las lluvias que todavía llegaban.

No se oían, incluso, ni los coquis, las ranas diminutas que invadieron hace siglos la isla y se han convertido en el sonido por antonomasia de sus noches.

Y aunque la fuerza del viento era más débil y las lluvias llegaban por rachas, ya se observaba desde la tarde de este miércoles un panorama de destrucción.

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En el atardecer después del huracán, las calles del viejo San Juan estaban llenas de cristales rotos, planchas de zinc, anuncios lumínicos, cables, ramas de árboles e incluso, decenas de animales muertos, como changos, unas aves típicas de la fauna de Puerto Rico.

Y en barrios populares, como La Perla, donde se filmó el video de Despacito, el viento golpeó rápido y sin clemencia y dejó decenas de casas sin techo, paredes derribadas y ruinas por todos lados.

En la barriada Juana Matos, un caserío de personas de bajos recursos al otro lado de la bahía, más del 80% de las viviendas están destruidas y, a las que no devastó el viento, la arrasaron las aguas del río y de la lluvia que ya no daba abasto a tragar el paupérrimo alcantarillado.

Pero lo peor no está aquí.

La mayor devastación se concentra, según la Agencia Estatal para el Manejo de Emergencias y Administración de Desastres (AEMEAD), en las zonas costeras del este del país, donde los pavorosos vientos de categoría 4 en la escala Saffir-Simpson de María mostraron su mayor crudeza.

A ciencia cierta, nada se sabe de allí. Las comunicaciones telefónicas están mayormente interrumpidas y las vías de acceso están obstruidas por árboles caídos o inundaciones.

Y aunque el acceso a internet se ha vuelto casi un privilegio, en las redes sociales en Puerto Rico ya abundan videos de personas que muestras las crecidas de los ríos que se aproximan a sus viviendas y piden ayuda para ser rescatados ante el avance amenazador de las aguas.

“Durante la noche del miércoles estarán saliendo los primeros equipos de rescate al este, hay reporte de muchos daños allí, pero muchas de las vías están incomunicadas”, explica a BBC Mundo Rafael Pérez, miembro de la AEMEAD.

“Esto se inundó como nunca”

Idania Rodríguez Bernal, una residente de Toa Baja, contó vía telefónica a BBC Mundo que las aguas subieron como ella, de 56 años, no recuerda haber visto en su vida.

“Hay lugares aquí donde dicen que ha subido hasta casi el segundo piso de las casas, de verdad que esto no tiene nombre”, dice.

Y es que, al parecer, este poblado, ubicado en el norte de la isla, cerca de donde pasó el ojo de María, es una de las localidades más bajas de Puerto Rico, al punto que es conocida como la “Ciudad Bajo Aguas”.

De ahí que las autoridades decretaran desde hace días evacuaciones de emergencia, aunque muchos residentes, como Rodríguez, se negaron a irse.

“Yo no me fui a un refugio, porque yo no puedo dejar lo mío. Mira, ahora puede que lo pierda todo, pero al menos yo estoy aquí. Uno no puede abandonar sus cosas”, aseguró.

Como Toa Baja, se cree que decenas de municipios costeros se encuentren en una situación parecida, mientras aún se desconoce cuál es la situación de las islas de Culebra y Vieques, que ya habían sido devastadas por el huracán Irma hace solo dos semanas.

Centenares de puertorriqueños que vivían en zonas vulnerables y no acudieron a albergues se hospedan todavía en casas de amigos o en hoteles y hostales en varios municipios de la isla.

Para muchos de ellos, la gran incertidumbre es con qué se encontrarán cuando regresen a sus viviendas.

“Yo salí huyendo, porque hay que decirlo así, huyendo de mi casa, porque yo tengo dos niños y yo no podía permitirme que a ellos les pasara nada, mis padres se quisieron quedar, pero yo no podía a exponer a mis niños”, cuenta a BBC Mundo Claudia Martell, que se hospeda en un viejo hotel con goteras en el viejo San Juan.

“Llevo dos días que no sé nada de mis padres, porque los teléfonos dan apagados. Mi padre está enfermo, tiene que hacerse un día sí y un día no una hemodiálisis. Estoy como loca, la verdad, yo no sé qué me voy a encontrar cuando llegue a mi casa”, se lamenta.

El encuentro con la destrucción

Pero si para muchos, como Martell, la situación de sus propiedades y familiares será una incertidumbre en los próximos días, hasta que mejoren las condiciones del clima, algunos ya se llevaron sorpresas desagradables.

Ada Alonso, una residente del casco viejo de San Juan, regresó la tarde de este miércoles a su tienda de ropas y lencerías y encontró que las vidrieras habían estallado, la ropa estaba mojada y los maniquíes habían sido derribados o estaban con la ropa corrida.

“Estoy devastada. Mi ciudad de toda la vida está destrozada. Ahora regresamos a ver mi negocio y todo está mojado, no me quedó nada. Hay muchas casas sin techos, esto es muy fuerte”, aseguró a BBC Mundo.

Pero las escenas de desastres que vivió Puerto Rico este miércoles, pocas horas después del paso del huracán María, podrían ser solo un prólogo de lo que traerá el amanecer.

“Definitivamente, (…) cuando podamos salir vamos a encontrar nuestra isla destruida”, estimó este miércoles en una conferencia de prensa Abner Gómez Cortés, director ejecutivo de la Agencia Estatal para el Manejo de Emergencias y Administración de Desastres.

Si se cumple su pronóstico, la noche de Puerto Rico será muy larga.

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