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Actriz mexicana Susana Alexander asegura que “el teatro es el mejor amante”

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EFE

Si pudiera elegir, la actriz mexicana Susana Alexander asegura que pasaría las semanas recorriendo el país con sus espectáculos, para estar cerca del público y entregarse a un arte, el teatro, que califica como “el mejor amante”.

“La actuación es muy generosa, es una profesión generosa”, reflexiona en una entrevista con Efe la actriz de 74 años.

Alexander presenta estos días en Ciudad de México “Debiera haber obispas”, obra de Rafael Solana que dirige y en la que también interpreta a la protagonista, una mujer cuya vida cambia tras la muerte del sacerdote con el que ha trabajado durante décadas.

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Un papel que demuestra que, en el teatro, el paso de los años no es impedimento para que una actriz consiga buenos papeles, a diferencia de lo que ocurre en otros ámbitos como el cinematográfico.

“El teatro es el mejor amante, recibe a todo el mundo de la edad que sea (...), recibe desde niños a viejitos y le pone a uno en la tumba; la ópera no, el ballet no, pero el teatro sí”, afirma, comentando que hace poco animó a una señora mayor interesada por la interpretación a que tomara clases.

Aunque reconoce que ha sido “pionera” en la televisión mexicana y tiene una sólida trayectoria en este medio, dice que ya no trabaja en la pequeña pantalla porque los productores le ponen impedimentos para compatibilizar los rodajes con el teatro.

“No respetan. Para ellos su producción es lo más importante y para mí, mi producción (teatral) es lo más importante; entonces no nos ponemos de acuerdo”, refiere.

Pero sobre todo, el teatro le permite “estar con el público” y escucharlo: “Estoy encima de un escenario porque quiero estar cerca de la gente”.

Al respecto, hace una distinción entre las obras de teatro y sus espectáculos unipersonales, con los que rompe la cuarta pared. Cuando realiza uno de los siete en los que ahora está trabajando -entre ellos “Las mujeres no tenemos llenadero” y “Ni un grito más”-, ni siquiera se apagan las luces para poder hablar a los asistentes de forma más directa.

La actriz relata que empezó a crear sus unipersonales para que nadie le parara de trabajar. “El asunto es sobrevivir”, argumenta.

Alexander reconoce que no le gusta estar “repitiendo lo mismo cada noche”.

“Por eso tengo tantos espectáculos, esa es la realidad, y por eso tengo 22 perros, y si hubiera tenido amantes, hubiera tenido muchos”, bromea.

Rememora que con la obra “Yo madre, yo hija”, que interpretó con Mariana Garza, hizo unas 600 representaciones. Pese al éxito, lo llegó a vivir como un “castigo”.

“Dije ‘Ni un día más quiero repetir este texto, por favor. Terminamos dentro de un mes y ya, que yo sepa que hay final, porque parece que no termina nunca’”, refiere.

Por eso, “Debiera haber obispas”, su primera incursión en el teatro de Solana, tendrá una temporada corta en la capital, aunque luego llevará esta obra a Puebla, Guadalajara y Monterrey.

“Me gusta mucho esta obra por visionaria, porque fue escrita en 1953 y uno va a verla y dice que el discurso es de hoy”, señala, y agrega que, es también una pieza de teatro costumbrista, género que se ve poco por los escenarios capitalinos aunque sí son habituales en algunos rincones del norte del país.

Los “grandes autores” nacionales, como Emilio Carballido (1925-2008), escribían obras costumbristas, “y se dejó de escribir este teatro, pero es interesante ver cómo funcionamos nosotros, los mexicanos”.

Si pudiera, Alexander se quedaría con sus unipersonales y, de su mano, iría “a todos los lugares” que le llevaran, porque le encanta hacer giras por México, aunque “hoy en día ya no se puede” tan fácilmente.

“Nos han quitado la seguridad, no podemos viajar”, sostiene la actriz, quien antes disfrutaba viajando por carretera hasta Matamoros -en el norteño estado de Tamaulipas-, donde compraba ropa de segunda mano para sus producciones, “pero hoy en día no se puede, imposible”.

La actriz pasa su tiempo entre la casa de su Ciudad de México natal y la de Morelos, siempre acompañada por sus perros, de quienes dice que son de una raza especial, la “noble corazón”.

“Los recojo en la calle, porque Dios me los manda”, afirma Alexander, para quien el retiro “no existe”.

“A menos que el Gobierno diga que me va a mantener, con muchísimo gusto, entonces sí. Ya fastidié al público tanto que con mucho gusto me jubilo”, apunta con humor.

Y añade de inmediato: “No es cierto, a mí me gusta estar con la gente. Por eso trabajo”.

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