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OPINIÓN: Nunca creí en los Chargers de Los Ángeles

Los Chargers de San Diego jugarán una temporada más sin cambios.

Los Chargers de San Diego jugarán una temporada más sin cambios.

(Jack Dempsey / AP)
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Cuando hace unas semanas se dio a conocer la noticia de qué equipos serían los que se mudarían a Los Ángeles, las cosas no tenían sentido para mí.

De los tres candidados -Raiders, Rams y Chargers-, el equipo con menos arraigo y lazos con el mercado angelino eran los Chargers. Los Malosos parecían la opción lógica, pues son un club al que la afición de L.A. siente como suyo.

Y los Rams, aunque no tan queridos como los Raiders, tienen muchos seguidores del tiempo que el equipo estuvo en la ciudad (1946-1994).

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El aspecto económico prevaleció y fueron los Rams del magnate Stan Kroenke -con su proyecto de $3,000 millones para un nuevo estadio- los que recibieron el apoyo del resto de los dueños de la liga para regresar al segundo mercado más grande del país.

Hasta ahí el asunto era entendible.

La NFL es un negocio, no una organización de caridad. Pero lo que nunca me hizo “click” fue la segunda opción. ¿Por qué darle a los Chargers, y no a los Raiders, la preferencia para ser el segundo equipo en moverse a Los Ángeles?

Bueno, pues las cosas finalmente tomaron su curso lógico el viernes, cuando los Bolts anunciaron que habían llegado a un acuerdo preliminar para rentar el nuevo estadio que los Rams construirán en Inglewood, pero al mismo tiempo dijeron que se quedan una campaña más en San Diego.

Amigos angelinos, si los Chargers no vienen a Los Ángeles esta temporada, no vendrán del todo. Punto. Ésta es solo otra estrategia del dueño Dean Spanos para presionar a la ciudad de San Diego a que le ayuden a construir el nuevo estadio que tanto ha pedido.

Piénsenlo: si se mueven a Los Ángeles, los Chargers tendrían que pagar una cuota de reubicación de $550 millones a la liga, para además tener que pagar renta al dueño del estadio en el que jugarían, lo que limitaría significativamente sus ganancias en comparación con lo que podrían generar con un inmueble propio.

Opción 2: la ciudad de San Diego, desesperada por no perder la franquicia -sabiendo que si no construyen ese nuevo estadio el equipo ya tiene un convenio arreglado para marcharse en 2017-, por fin “dobla las manos” y decide cooperar económicamente.

La NFL pone los $100 millones que prometió si el equipo se queda en su mercado, la ciudad y capital privado ponen otra parte, y el equipo aporta el resto (que sería menos que los $550 millones antes mencionados), para terminar con un estadio nuevo que ellos controlarían y cuyas ganancias económicas serían mucho mayores.

Todavía no hay nada seguro, pero como pintan las cosas parece que los Chargers al final se quedarán en San Diego y cederán a los Raiders la opción de que sean ellos los que regresen al que por varios años fue su hogar.

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