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Alanís Rodríguez fue diagnosticada con autismo pero aún así sigue rompiendo redes

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A Gloria Rodríguez le tomó tiempo aceptar de que era probable que algo andaba mal con su pequeña Alanís, pero aún así, mantuvo su mente abierta a la posibilidad.

“Yo trabajaba tiempo completo y mi vecina cuidaba de ella”, recordó la residente de Huntington Park. “Mi vecina la grabó para que yo entendiera que sucedía. Tenía ciertos comportamientos, se mecía mucho, lloraba mucho, se golpeaba en la cabeza, decía que le dolía mucho su cuerpo, no entendíamos por qué”.

Las visitas al doctor eran constantes para buscar alguna solución a lo que para ella y su esposo era desconocido, solo sabían que era un tipo de autismo.

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“Fue diagnosticada con síndrome de Asperger, que conlleva a un [trastorno] sensorial y ansiedad a los cuatros años y medio”, explicó la salvadoreña.

Sin embargo, Alanís, quien es la segunda de tres hermanos, no era la única con ese problema, ya que su hermanito también padecía de este síndrome pero que se reflejaba de otra manera. Tras el desespero de buscar respuestas, Rodríguez abandonó su trabajo para darse a la tarea de educarse y ayudar a sus hijos a lidiar con el Asperger.

Ella notó que el síndrome se presentaba de diferentes maneras pues la pequeña era hiperactiva pero que tenía un consiente intelectual alto de 130, siendo 140 en adelante considerados niveles de genios.

“Es más un problema social y motriz”, explicó a HOY Deportes. “Me enfoqué en esas partes”.

Entre los tratamientos que se le suministraban a Alanís, estaba el de tomar medicamentos que le mermaban su comportamiento, pues en algunas ocasiones era difícil para sus maestros lidiar con ella en las clases.

Mientras cursaba el cuarto grado, la vida de Alanís tomaría otro rumbo, gracias a la atención de una maestra de la pequeña. Fue Ms. Aure, de la escuela Middleton Elementary, quien sugirió a Rodríguez que dejara de suministrar los medicamentos a su hija y optara por usar los deportes como terapia.

El futbol es su pasión

La maestra se encargó de adaptar y acomodar a la pequeña Alanís, quien tenía dificultad para sentarse sin mecerse o de preferencia se sentaba en el piso.

“Cuando me pidió que le quite la medicina, lo hice con mucha fe pero le advertí que no la iba a soportar. Ella me dijo que no le importa y me prometió que lo íbamos a lograr. Luego la vi jugar y hace todos los deportes… y lo hace muy bien. Eso le ha ayudado mucho, los deportes”, anotó la madre de Alanís.

Entre los deportes que la chica disfrutaba estaba el de futbol, fue el que más le atrajo a sus entonces 11 años de edad cuando su padre le enseñó el deporte.

“Cuando estoy en el campo siento que mi ansiedad se va”, dijo la chica de ahora 15 años. “Desde que juego me ha calmado mi estrés. Ahora estoy más concentrada en la escuela porque quiero tener buenos grados y jugar profesionalmente. Me ayuda mucho, crecer, concentrarme. Soy una estudiante con calificaciones de A y B”.

Aunque el síndrome que padece Alanís le dificulta en ciertas áreas de su vida, en otras sobresale. Como jugadora de futbol, llamó la atención de José Meza, un técnico que tiene varios equipos en el Sur de California a niveles juveniles y mayores. Meza ha entrenado a jugadoras de niveles universitarios y de selecciones femeniles de Estados Unidos y México.

Alanís juega ahora con él en el Deportivo Cano y también lo hace para su escuela, Márquez High School, en los que ha sobresalido.

“Lleva alrededor de ocho meses, pero ya la conocía de antes cuando jugaba con los niños, la metían solo cinco minutos y la sacaban”, recordó Meza. “Corría por correr y cuando llegó aquí la pusimos a trabajar con su técnica, ella ya lo tenía, era natural”.

El entrenador se tomó la tarea de inculcarle la idea de cómo se tenía que mover en el terreo que según él fue lo más difícil. Alanís no entendía el concepto de lo que tenía que hacer y ella preguntaba por qué.

Durante un partido, Alanís mostró una actitud de coraje y no parecía controlar su enojo, esto, luego de que una compañera de su equipo no compartiera el balón en una jugada.

“Le dio una mala actitud a su compañera y comenzó a patear el pasto, no corría… fue cuando decidí sacarla del partido. Hablé con ella a un costado, le expliqué que si quería ser jugadora de futbol no podía hacer lo que ella quería dentro del campo y tenía que seguir unas instrucciones”, recordó Meza.

El entrenador le hizo ver a Alanís la importancia de seguir las reglas y un “berrinche” le podría costar su posición jugando para equipos de mayor nivel. Tras esa conversación, Meza notó un cambio de actitud en la jugadora y “desde entonces no ha vuelto a tener ese problema”.

Mucho talento

Meza describe a Alanís como una atacante de buen toque, fuerza y agilidad, además de un buen olfato a gol. La jugadora ha llamado la atención de escuelas, incluso de UCLA, una de las universidades que más provee jugadoras para la selección estadounidense.

“Fue a un campamento con UCLA y la tomaron en cuenta. Ahora hay otro pronto y ya la volvieron a invitar, lo que quiere decir que ya la entrenadora de UCLA ya le puso el ojo. UCLA es de División 1 y es uno de los que más jugadoras dan a las selecciones”, dijo Meza.

Para el Deportivo Cano, que juega en el torneo Direz Soccer League del sur centro de Los Ángeles, Alanís anotó en 27 ocasiones en 18 juegos, en la temporada que se jugó entre junio de 2016 a enero del presente año. Mientras que para su escuela la encajó 17 veces en ocho partidos, en la temporada que se jugó entre diciembre de 2016 y enero de 2017.

Alanís dice aprender mucho en su tiempo con el Deportivo Cano y espera poder algún día cumplir su sueño de ser profesional. Pero sobre todo, considera importante que todo lo aprendido le ha ayudado a manejar su síndrome y al mismo tiempo le ha servido para apoyar a su hermano menor.

“Le digo que todo va a estar bien y si tiene algún problema que hable conmigo. También me pide ayuda en sus tareas y lo trato como cualquier niño de su edad”, dijo Alanís.

Alanís es consciente del esfuerzo que han hecho sus padres y además del apoyo de su entrenador, aunque como cualquier adolescente de su edad, siente que al ver a sus padres en las gradas le da un poco de pena.

“Algunas veces no pienso en lo importante que es siempre están ahí al lado del campo y digo ‘ay Dios, ahora van a empezar a gritar y molestar’ (risas), pero luego me doy cuenta que ellos son los únicos padres ahí. Los demás no están ahí, eso me hace pensar de que tengo mucha suerte”, reflexionó Alanís.

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